CAPÍTULO 19

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Narra René

Pasaban las doce del mediodía, íbamos por una carretera entre pequeños valles amarillentos. Nos movíamos a poca velocidad, no sé si por precaución o por miedo. Pasamos todo el camino en silencio, pero no en un silencio incómodo, sino en esos en los que estas tan enterrado en tus pensamientos que ni siquiera te das cuenta. Miraba por la ventana, sin percatarme del paisaje, porque físicamente seguía allí, pero mi mente no se había separado ni un instante de Joel, estaba verdaderamente preocupada por él. Cogimos un bache y con el sobresalto del mismo salí de mi cavilación. Miré a Dani y él al darse me sonrió.

- Por un momento pensé que te habías quedado dormida

- Tengo demasiadas cosas en la cabeza como para que me dejen dormir. – contesté mientras me acomodaba en el asiento

- Empiezo a sentirme cansado, podríamos pensar en parar a descansar. – dijo sin dejar de mirar a la carretera.

Vimos pasar un cartel que anunciaba que en 5 km llegaríamos a un pueblo cuyo nombre no logré leer

- Pararemos en ese pueblo. – Dije mientras él aceleraba.

Llegamos a aquel pueblo fantasma. Paramos en una gasolinera que estaba a la entrada.

- No hay ni una sola gota de gasolina. Esto está vacío. – Replicó Miguel al intentar llenar el depósito de los coches. – Es raro, teniendo en cuenta que es un lugar de tránsito, lo normal es que hubiese una gran cantidad de combustible.

No le dimos gran importancia. Entramos a la tienda, no había nadie, ni vivo ni muerto. Pasamos por los pasillos, sin dejar de mirarnos por el rabillo del ojo. Dani cogió una bolsa de patatas, la abrió y de un salto se sentó en el mostrador de la caja.

- ¿Qué vamos a hacer? – Dijo con la boca llena. Miguel trotó hacia él y le quito la bolsa. Estaban peleándose y persiguiéndose por toda la tienda tirándose cosas mientras que yo inspeccionaba el lugar. Entré en la trastienda, había unas taquillas y cajas con productos de todo tipo. Salí y me dirigí a la caja registradora, entré en el habitáculo y me agaché buscando algo.

- ¿Qué buscas René? – Dijo Dani mientras paraba de hacer tonterías.

- Hmmm...- dije desde el suelo. – Vuestra madurez, pero ni rastro por aquí.

- Cierto... ¡Que poca vergüenza tío! – respondió tirándole un peluche a la cabeza a Miguel, que sonó cuando impacto en su cara. Ambos empezaron a correr. Me reí. Estaba tocando la parte baja del mostrador cuando una tabla suelta se calló a mis pies. En el hueco que dejó había una pistola de bastante calibre. Estaba cargada y la guardaban junto con una caja de balas.

Me incorporé y cogí el arma y la caja. La coloqué en la encimera. Cuando ellos se dieron cuenta de que les miraba fijamente pararon al pensar que les estaba a punto de echar la bronca. Pero no era sí.

- ¿Qué demonios es eso? - exclamó Miguel poniendo los ojos como platos.

- ¿Cómo sabias que eso estaba ahí? – preguntó Dani mientras se acercaba entusiasmado.

- No lo sabía, pero es normal que tengan armas, es frecuente que roben en sitios como este.

- ¿Y qué vamos a hacer? – dijo Miguel mirándonos. Dani me miro como esperando que yo decidiera.

- Nos la llevamos. – Dije saltando el mostrador y cogiendo la pistola y la caja.

Ellos me siguieron, Miguel cogió una bolsa de patatas. Guardé la caja en la guantera del coche y me metí la pistola en el pantalón. No dije nada, pero me sentía bastante poderosa, un poco sexy con el mango de la pistola asomando por el pantalón. Ellos se sentaron en el capó del coche mientras comían patatas.

- ¿Qué os habéis pensado? ¿Qué esto es un crucero y os podéis sentar en cubierta a que os de la brisa marina en la cara? – dije me ponía delante de ellos y les soplaba la cara. Los tres reímos.

- Tampoco hay prisa jefa. – respondió Miguel

- Me gustaría dar una vuelta por el pueblo antes de irnos.

- ¿Para qué? ¿Por si nos encontramos a otro modelo de calzoncillos al que socorrer? – dijo sarcásticamente. – Deberíamos montar una ONG: PrayForTíosBuenos sin fronteras.

- Lo que te faltaba – crucé los brazos. – Otro pretendiéndola. – dije riendo y dándome la vuelta, de camino al pueblo.

- ¡Lo sabía! – dijo dando un salto y corriendo tras de mí. – Ese cabrón va detrás de ella.

- Yo no he dicho nada... - sabía que ese comentario me acabaría pasando factura a la vuelta.

- ¡Ey! Esperadme. – Soltó Miguel

Llegamos a la que parecía la calle principal.

- ¿Cómo lo hacemos? – preguntó Dani

- Cada uno que se vaya por una calle, nos vemos aquí dentro de una hora. – terminé mientras me metía en la primera calle que había.

Inspeccioné unas cuantas calles, había muchos cadáveres por las aceras, escaparates reventados, tiendas saqueadas, lo normal en estos casos, supongo. Me sentía observada, no paraba de mirar hacia atrás y de escuchar pasos y cosas extrañas, pero era demasiado desconfiada y pensé que era producto de mi imaginación.

Entré en una cafetería que hacia esquina en una calle. Estaba todo tirado, había cristales por el suelo, me acerqué a la barra y me asomé, no había nadie en el suelo. De repente escuché pasos sobre cristales, esta vez eran totalmente reales. El pulso se me disparó, la adrenalina no me dejaba escuchar más que la respiración acelerada de mis pulmones. Intenté tranquilizarme. Saqué la pistola y me acerqué al escaparate, lo salté intentando no hacer ruido. Alguien se acercaba con paso desenfadado, conté hasta tres y doblé la esquina rápidamente. Se topó de bruces conmigo, como si no se esperase encontrar a nadie allí.

- ¡Dios! – dijo llevándose la mano al pecho. - ¿Qué quieres, acabar conmigo?

- ¡Dani! – dije volviendo a guardar la pistola mientras me temblaban las manos. – Podría haberte matado.

- Si, pero del susto. – dijo apoyándose en la pared.

- Lo siento, pero llevo todo el rato sintiéndome vigilada.

- Cosas tuyas, yo no he notado nada. – dijo reponiéndose.

- Claro, porque tú vas con las manos en los bolsillos como si estuvieses de paseo. Chico, solo te falta dar saltitos y silbar. - Ambos reímos

Volvimos a la calle principal y seguimos el camino que tomó Miguel. Llegamos a una pequeña plaza peatonal. Dani se alejó de mí un instante.

- Mira – dijo cogiendo algo del suelo.

Era una bolsa de patatas como la que tenía Miguel.

- ¿Qué pasa?

- La ha tirado

- Puede no ser suya

- Es suya. Miguel nunca abre bien las bolsas, siempre las rompe por el mismo lado. – dijo señalando una grieta que tenía la bolsa.

- Pues entonces la ha tirado.

- ¿Miguel? Es muy suyo con estas cosas, nunca tiraría nada al suelo

Dani me miraba muy preocupado, esto parecía tener más importancia de la que le estaba dando.

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