CAPÍTULO 17

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Narra Mel

El día había comenzado frio, me costó hacerme a la idea de romper aquel idílico momento. Esa atmosfera creada bajo las sábanas, el calor envolvente de su abrazo, sus pies fríos buscando el calor de mis piernas...

Bajamos las escaleras, ya se escuchaba el bullicio del desayuno. Me encantaba ese momento, estaba lleno de vida, todos hambrientos, devorando sus desayunos y riéndose unos de los otros de sus caras de sueño. Nos unimos al grupo llamados por el delicioso olor que desprendía la comida.

- ¡Mirad ya están aquí! – exclamó Ángel al vernos. – Estábamos comentando lo del viaje a Valencia.

- ¿Qué viaje a Valencia? – Pregunté

- Tal y como vosotros, o sea Kail, Fer y tú, Mel, fuisteis a Barcelona a por vuestras cosas y a por Min y Pol, Miguel, Ángel y Dani necesitan sus cosas, además que nos vendría bien a todos el viaje. – Respondió René.

- Cierto, ya no me acordaba. - dije mordiendo una tostada

- Pero - empezó Ángel, - René propone que ir los tres sería perjudicial para los demás, y que yo debería quedarme aquí. Por si acaso alguno se pone enfermo.

- Me parece lógico – dijo Dani. – Además yo podría encargarme de recoger tus cosas. - ¿Pero, tu vendrías con nosotros verdad René?

- Claro, no tengo inconveniente, Aron se quedará encargado de mis tareas en mi ausencia.

Pasamos el rato animadamente, por supuesto, no faltaron los ya habituales piques por tonterías de los primos, los comentarios graciosos de Aron y Fer y... un momento aquí falta alguien.

- Dani, voy a subir un momento a ver que hacen Joel y Laura, tardan bastante en bajar

- Esta bien. – dijo dándome un beso en la mejilla

Abrí lentamente la puerta. La luz de la mañana, amarillenta, me inundó las retinas. Crucé el pequeño pasillo y vislumbré la cama. Las sábanas estaban a los pies de la cama. Ella estaba tendida en el colchón bocarriba con los ojos cerrados, su boca entornaba una pequeña sonrisa.

Su piel, extrañamente blanquecina, había perdido su brillo. Joel estaba en posición fetal, abrazándola, apoyando su cabeza en el pecho de ella, creando una pequeña cascada entre sus ojos, vidriosos, y el abdomen de Laura.

Intenté decir algo, lo que fuese, pero no pude. Sentí las lágrimas apoderarse de mis ojos, le escuché suspirar, coger fuerzas para decirme...

- Ella... no va a volver...

Bajé de inmediato y me quedé petrificada ante los demás. Ellos estaban quitando la mesa.

- ¿Qué te pasa? Estas pálida. – dijo Fer

Todos se quedaron parados, callados, expectantes ante mi respuesta.

- Es Laura...- sollocé

- ¿Está bien? – dijo preocupado Ángel

- Ella... está muerta. – solté

Se escuchó como alguien soltaba un plato del susto, calló y se rompió en mil pedazos.

- ¿Cómo?

- ¿Pero si ayer estaba bien?

Todos empezaron a preguntarme cosas, a mí, que solo la vi allí inerte, pálida... Todos quisieron subir a comprobarlo, pero René paró aquel alboroto.

- ¡Todo el mundo quieto!

Aquel grito petrificó a todos, el silencio callo de inmediato.

- No podemos subir todos a curiosear, Mel, Ángel, subid conmigo, los demás ni se os ocurra pisar la segunda planta.

Subió muy decidida hasta llegar a la puerta de la habitación, que estaba abierta, se quedó pensativa un segundo, nosotros nos quedamos detrás de ella, sin saber qué hacer. Por fin entró, había controlado su actitud, entró despacio, con cuidado; como si temiera romper algo. Cuando pudo ver la cama tragó saliva, nosotros la seguíamos muy de cerca. Vi que Joel estaba sentado al lado del cuerpo de Laura, cogiéndole la mano y observando su pálida piel. Giró la cabeza y cuando vio a René rompió de nuevo a llorar.

- René... - sollozó entre lágrimas

Ella subió rápidamente a la cama y lo abrazó con todas sus fuerzas.

- ¿Qué voy a hacer sin ella? Me ha dejado solo ...- llorando

- Tranquilo, estoy aquí, no estás solo – le respondió René sin dejar de abrazarle.

Pasaron varios minutos así, hasta que Joel se repuso un poco.

- Sabes que no se puede quedar aquí para siempre, ¿verdad? – dijo René con una voz dulce y calmada.

- Lo sé. – afirmó él ¿Qué... - tragó saliva- ¿Qué vamos a hacer?

- Tenemos que llevarla al ambulatorio, de momento ese es el mejor lugar donde podría estar, está aquí Ángel, él la puede...

- No – le interrumpió. – Yo la llevaré.

Ambos se incorporaron, Joel cogió a Laura e indicó a Ángel para que fuese delante. Bajó despacio las escaleras, todo estaba en silencio, un sepulcral silencio que solo se veía ahogado por los pasos de Joel, que parecían entonar una siniestra marcha fúnebre.

Nosotros bajábamos detrás de él, los demás estaban esperando a los pies de las escaleras. Cuando nos vieron bajar, todos se incorporaron, se habían quedado mudos ante aquella estampa. Para Joel fue imposible mantener la compostura y derramó unas cuantas lágrimas. Llegamos al ambulatorio, Ángel preparó una camilla y Joel dejó tiernamente el cuerpo sobre ella.

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