Capítulo 50

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Quedé sin palabras. Yo seguía llorando. Me daba temor con solo saber que Christopher seguía enamorado de mí. Está loco, definitivamente es un psicópata. Lo único que me quedaba de consuelo, era saber el por qué de todo lo que me hizo. Y no es que yo quiera excusarlo, pero ahora que lo pienso bien, quizá el chico tenía un trauma de su niñez que lo hizo tener esa mente criminal.

Escondí la carta en mi armario, y después de eso, mi mente no hacía más que pensar y darle vueltas al tema. Recordarlo todo también provocaba que llorara. Es que solo alguien con problemas mentales diría y ejecutaría esas terribles cosas tan fácilmente.

Otra de las cosas que pensé fue en Jazmín. Mi pobre mejor amiga, fue usada como un juguete por ese bastardo. Él solo quería acercarse a mí, y por eso tuvo que ilusionar y hacerle daño a ella. Creo que Jaz nunca se llegó a imaginar que su crush, su primer amor, en realidad era un psicópata obsesionado por su mejor amiga. Decidí nunca comentarle eso a Jaz, ni a Evan, ni a nadie. Eso sería un secreto para mí. Si le decía eso a Jaz seguramente le vendría mal, ella le entregó todo a Christopher, y aunque en estos momentos se encontraba enamorada de Abel, siempre recordaría su romance con Christopher.

Esa noche tuve horribles pesadillas, imaginando una y otra vez cosas espantosas que Christopher me hacía. Él me perseguía en medio de un bosque, tenía un arma en su mano, yo iba descalza, chocando con las ramas que me provocaban rasguños en la piel, casi sin aliento. De repente me caí y él me alcanzó. Justo cuando pensé que me haría daño, desperté llorando, sudada por completo.

El sol reflejaba un nuevo día. Menos mal y todo había sido un mal sueño. Me levanté de la cama, me duché y me vestí. Bajé a desayunar, encontrándome con la sorpresa de que Evan estaba en la cocina preparándose un sándwich. Él ya tenía confianza con mi familia, mamá lo dejaba hacer lo que quisiera, como si estuviera en su casa.

-Buenos días cariño, te preparé el desayuno- Me contó al momento que me acerqué para besarlo.

Atrapé sus labios con los míos. Necesitaba relajarme por lo sucedido la noche anterior. Su beso me libró de la tristeza que llevaba.
Se fue tornando desenfrenado. Me senté en la encimera, aún besándonos, cuando un carraspeo de garganta nos interrumpió;

-No tienen que hacerlo en la cocina, asquerosos- Ironizó Harper.

Yo empecé a reir separándome de Evan y él por su parte lucía avergonzado. ¡Debería ser al contrario! Me daba más risa la expresión de Evan que el propio comentario de Harper.

Seguido a esto, desayunamos y salimos para mis lecciones de manejo. Lo último que quería hacer antes de irme a la universidad era aprender a manejar la motocicleta.

Primero Evan condujo hasta una parte alta de la montaña para así poder enseñarme asegurándose de que yo no hiciera algún daño.

Al llegar a una parte desolada, Evan paró y me entregó las llaves. Me enseñó a encender la moto y algo básico para arrancarla.

Justo cuando aceleré al principio y creí que todo iba a salir perfecto, al pensar que por fin conduciría una de esas...

Me caí hacia la derecha, al perder el equilibrio. Lo peor y más chistoso del asunto, seguí acelerando en el suelo por unos instantes.

Evan al principio se asustó tanto que su cara hizo que yo estallara en risa. No sólo eso, el hecho de saber que soy tan torpe como para seguir acelerando en el suelo, no sé ni en qué estaba pensando.

Mi novio corrió a ayudarme, mientras él estaba con cara de pánico, yo seguía riendo. Fue tanto así que él terminó por reir también.

-Definitivamente veo que las motos no son lo tuyo- Se burló.

Mi Perfecta CasualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora