Capítulo 13.

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- Aquí mi problema eres tú, desde que te conocí me hiciste la vida un caos. Eres una niñata caprichosa que finge ser inocente, pero no es más que una máscara, solo eres una zorra disfrazada.

Justo cuando termino de pronunciar la última palabra, mi corazón se quebró. Estoy segura que todos los presentes lo escucharon partirse. Me duele el pecho, se siente horrible.

Salí rápidamente de la cafería, sin decir nada más. Escuche unas voces que me llamaban, pero fui más rápida y me encerré en un cuarto que encontré en el pasillo. Era el cuarto de aseo. No había nadie, sólo yo. Me recosté en la pared, y me deje caer en el suelo. En segundos estaba empapada en lágrimas y mis ojos ardían. Sentía una mezcla de odio, amor y tristeza.

No sé cuánto tiempo paso, cuando escuche pequeños golpes en la puerta. No pensaba abrir por nada del mundo. Sin embargo, esa persona insistía, y pude ver por su sombra que se sentó y recostó su cuerpo en la puerta.

-Algún día me vas abrir, lo sé- Dijo una voz grave que me hizo retumbar.

Manuel.

Levanté la mirada y me dispuse a escuchar.

- Cuando discutía con mis padres me escondía en el baño por horas. Lloraba tanto, como si con hacerlo se iba a solucionar todo. Pero te entiendo, a veces debemos expulsar todo lo que tenemos en el pecho.

Me puse de pie y abrí la puerta, la cerré cuando sentí su cuerpo cerca al mío, entrando al pequeño cuarto.

Lo miré a los ojos, y él me miro a mí. Mis ojos no soportaron más y volví a explotar en llanto. Me sostuvo antes de caer y me atrapó en sus brazos. Fue el abrazo más acogedor que había sentido en mucho tiempo y sí que lo necesitaba. Ahora se sentía reconfortante su calor corporal.

-Shh, estoy aquí. Y mientras este contigo te voy a proteger, pase lo que pase. ¿Somos amigos, no?

Asentí. Sus palabras fueron hermosas y de seguro permanecerán en mi mente por largo tiempo.

-Gracias-Termine diciendo en un susurro.

**
Manuel y yo pasamos juntos todo el día. Su compañía no era incómoda o aburrida, sino cálida y protectora. Comimos helado y nos sentamos en un parque hablar, después de pasar largas horas charlando de nuestras vidas, caminamos hasta mi casa.

Le conté todo lo que había pasado entre Evan y yo. Me dio su opinión, la cual era que Evan también estaba enamorado de mí, pero su arrogancia hacía que se comportara como un completo idiota. -Algún día dejara su orgullo y te buscará. -Fue su conclusión.

Manuel tenía muchos problemas, que lo habían hecho un chico tímido, alejado de todos y con una personalidad fría. Sus padres habían fallecido hace pocos meses en un accidente automovilístico, pero antes de que estos falleciesen su relación no era muy buena con ellos. Su madre tenía problemas con el alcohol y su padre no pasaba tanto tiempo en casa. Tenía muchas aventuras fuera de su matrimonio. Eso hacía que toda la carga emocional de sus días la recibiera Manuel.

Mientras me lo contaba, se liberó y lloro en mi pecho.

-Amanda, todo es mi culpa. Yo desee que nunca más regresaran de sus vacaciones cuando salieron de la casa. Si tan sólo no hubiera dicho esas malditas palabras mis padres podrían estar vivos, yo los mate. Yo, y-yo necesitaba decirles tantas cosas antes de morir, sólo, só-lo los quiero ahora.

Manuel no paraba de llorar y todo lo que me contó hizo que yo también lo hiciera. Era muy fuerte como para soportar todo lo que le estaba pasando. Yo pasaba mis manos por su espalda, intentando calmarlo.

-Manuel, no tienes la culpa de nada. Su destino ya estaba escrito y morirían en ese viaje. Ahora tu misión es demostrarle a tus hermanas que tu eres su hermano mayor y siempre vas a estar ahí para cuidarlas y protegerlas. Eres la persona más fuerte que he conocido y quiero que lo sepas. Shh amigo, estoy aquí, no estás solo.

Mi Perfecta CasualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora