Capítulo 40

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Narra Evan

No puedo decir con exactitud el tiempo que nuestros ojos se miraron. Pero si algo sé, es que no fueron unos simples segundos, sin duda fue mucho más tiempo.

Ya nada existía a nuestro alrededor, sólo nuestra conexión. Las personas se esfumaron y la única que quedó a parte de mí, fue ella.

-Evan- Susurró ella mirándome fijamente a los ojos.

Maldición su voz. Es tan dulce y tan sensual. Fue ahí donde no pide controlarme y me entraron las ganas de besarla.

No dudé otro segundo más, y con mi fuerza la atraje hacia mí. Ella no se quejó ni tampoco hizo algún movimiento. Se quedó quieta, aún sin despegar nuestras miradas.

-¿Qué haces aquí? -Pregunté absorto.

-Nada, sólo disfrutaba del concierto.

-No sabes mentir, de hecho nunca has podido hacerme creer una de tus mentiras. -Reclamé.

-Me descubriste, vine a buscarte.

Mi corazón empezó a latir desenfrenadamente al escuchar sus palabras. ¿Vino a buscarme? Nunca me lo esperaría. He de admitir que yo también quería ir a buscarla, pero ese temor al rechazo era inmenso.

Durante todo este tiempo creí que ella no me recordaba. Irónicamente en estos momentos me estaba diciendo todo lo contrario. Simplemente no podía creerlo.

-¿Es en serio? Sólo dime que me quieres y seré capaz de dar mi vida por ti.

Ella rio. Diablos, eso fue música para mis oídos.

Nuestras frentes se juntaron y nuestras narices se rozaban. Ambos sonreímos, compartiendo en esa burbuja de amor en que nos encontrábamos.

-Evan, no te quiero. Yo te amo.

¿Podía ser más encantadora?

-Si tú me amas, entonces no sé qué siento por ti. Porque lo que yo tengo aquí en mi pecho, es más fuerte que todo lo que existe. Algo que va más allá de lo que el ser humano puede definir. Más allá de todo lo bonito que puede haber en la tierra. Yo te amo más que la distancia del sol a la tierra ida y vuelta. Sólo quiero que me perdones por ser tan idiota y no pensar en las consecuencias antes de cometer mis actos. Sé que no soy una buena persona y mucho menos hago las cosas bien. Pero por ti, intento ser cada día una mejor versión de mí mismo. Si no es mucho pedir y sin abusar demasiado, pido una última oportunidad. Te garantizo que esta vez nos saldrá mejor que en las anteriores. ¿Qué dices? ¿Lo intentamos?

Ella sonrió ampliamente y junto nuestras bocas. Nuestros labios empezaron a moverse con total limerencia, que el calor se apoderó de mí. Introduje mi lengua en su boca y ella me correspondió. Era un beso apasionado, exquisito y deseado. Extrañaba sentir sus labios combinándose con los míos.

El beso se fue tornando en una necesidad. Necesitábamos sentir el calor del otro, los labios del otro, la textura y la sensación. La cargué y ella entrelazó sus bonitas piernas a mis caderas. Mi mano tuvo el placer de recorrer su delineada cintura hasta llegar a sus piernas. Se sentían igual que se veían, duras y trabajadas. El beso continuaba haciendo que la pasión entrara en mi cuerpo. Sólo espero que no se haya fijado abajo, porque sentía que los pantalones me quedaban más estrechos.

Luego de unos minutos, nos separamos sin conservar una mayor distancia. Seguíamos con nuestras frentes unidas. En un descuido mordí su labio inferior haciendo que ella se bajara de mi regazo y me diera una palmada en el pecho.

-Aush, eso dolió. ¿Qué le hiciste a la Amanda debilucha?

-Já, como ves, no estuve perdiendo mi tiempo en tu ausencia. Ahora soy como tú, entregada al ejercicio.

Mi Perfecta CasualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora