La casa estaba en completo silencio y eso me resultó malditamente extraño pues no había muchos días así cuando se tiene a dos adolescentes, una niña de diez años y un revoltoso de seis. Después del nacimiento de Santi, Camila y yo habíamos decidido que ya era suficientemente. Las habitaciones de la casa estaban en su mayoría ocupadas así que nuestra misión estaba hecha y solo nos quedaba terminar de formar al clan que habíamos creado. Aún después de seis años mi mejor amigo sigue presumiendo nuestra decisión de nombrar a él último de nuestros hijos con su nombre, y es que son tal para cual.
Cuando el juego de básquetbol se terminó, apague el televisor y me puse de por dispuesta a inspeccionar la casa para asegurarme de que todo estaba en orden. La cocina estaba despejada, también la sala y el estudio de mi esposa quien se encontraba en el jardín descubriendo la magia de la naturaleza junto a Santiago manchado de barro y césped. Subí las escaleras de dos en dos hasta estar de pie en la segunda planta preparándome para recorrer las habitaciones.
-Princesa, ¿Estas ahí?.- Golpeé dos veces la puerta color rosa.
-¡Sí, mamá!.- Oí desde el interior y entonces abrí la puerta asomándome dentro del cuarto.
-¿Qué es todo esto?
-La tía Mani me dio un nuevo set de barniz para uñas, ¿No son colores hermosos?.- Sus brillaron al decir aquello mientras no dejaba de ver todo lo que estaba esparcido por el piso de su habitación.
-A mamá no le gustará el desorden y a mí no me gusta que te relaciones con el maquillaje y las cosas parecidas.- Dije cruzándome de brazos y ella rodó los ojos- ¡Hey! No hagas eso.
-Solo le pondré un poco de color a mis uñas mamá.
-¿Por qué mejor no vas abajo y te diviertes con tu hermano en el jardín?.- Propuse con exagerado entusiasmo y ella me vio como si me hubiese vuelto loca.
-No tengo siete años.- Ya lo sé y eso es jodido como la mierda porque estás creciendo, pensé.
-¿Qué tal un helado?.- Solo quería lograr sacarla de esta habitación, como si eso fuese a evitar que se convirtiese en adolescente muy pronto.
-Lo siento, ¿Puede ser otro día? Quiero terminar esto ahora.- Señaló sus uñas a medio pintar con un llamativo color púrpura.
-Claro.- Intenté ocultar mi descontento y deje su cuarto de una vez- Voy a matar a Dinah por permitir que su esposa de esos obsequios.
La habitación que seguía es la de Leo, mi chico come libros. Leo había resultado ser el más aplicado de todos, le gustaba leer, investigar y podía pasarse horas encerrado en su habitación analizando cosas nuevas. Para tener catorce años resultaba ser un chico ejemplar con grandes aspiraciones y estaba muy orgullosa por eso.
-Hola amigo, ¿Qué tal todo por aquí?.- El castaño sentado frente a su escritorio dejó de leer para mirarme acomodando sus gafas.
-Es un nuevo libro de inmunología.
-Eso suena......interesante.- Murmuré pensativa y él alzó una ceja- Bien, lo admito para mí suena aburrido pero de seguro a ti te causa sensación.
-Lo hace.- Asintió volviendo la vista a su libro por algunos segundos- Creo que quiero estudiar medicina.
-Eso es genial campeón.- Lo alenté dando un apretón en su hombro- Puedes hacer lo que tú quieras. Mamá y yo siempre estaremos ahí para apoyarte.
-Sé que quizás esperabas que me interesara en la música como Lennon pero.....no es lo mío.- Se encogió de hombros mirándome como si se disculpara.
-No hagas eso. No me importa que no te guste la música o que no te vayas a dedicar a ello.- Aclare de inmediato- Solo quiero que seas feliz al igual que el resto de tus hermanos. Si quieres ser médico pues sé el mejor ¿Vale?