S E V E N

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Los golpes en la puerta despertaron a Raven, regresandola al mundo real, fuera de su pesadilla

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Los golpes en la puerta despertaron a Raven, regresandola al mundo real, fuera de su pesadilla.

Adelante.–pronunció con la voz ronca. Pronto tendría un gran resfriado por la lluvia de la noche pasada.

Arriba jovencita, éste no es un hotel.–reprochó Constance desde la puerta.—Cuando estés lista baja, necesito hablar contigo.

Cerró la puerta dándole el espacio necesario para que pudiera arreglarse.

Raven quitó las pesadas sábanas, el frío del piso la hizo estremecer enviando escalofríos a su cuerpo.
Su cabeza estaba a punto de explotar. Pasó la noche intentando recordar más allá del "accidente automovilístico", sin embargo había algo que se lo impedía.

Cansada se levantó y caminó al baño, enjuago su rostro y trató de peinar su cabello, no hubo problema, tenía una larga cabellera muy lacia.

De regreso al cuarto miró a su alrededor, los caballos de madera y color rosado abundaba. Fruncio el ceño, no recordaba haber visto a una niña.

Con cansancio bajó las escaleras, el aroma a huevos con tocino impregnaba el lugar e incrementaba cada vez más al acercarse a la cocina.

Ahí estás.–murmuró la mujer sin necesidad de girarse a verla.

¿Necesita ayuda?–preguntó con timidez tratando de ignorar el dolor de garganta.

Siéntate.–le ordenó señalando la silla.—Vamos a hablar con mayor claridad.

El chirriante sonido de la silla al ser arrastrada produjo una sensación de irritabilidad en Raven, sin embargo lo dejó pasar.

¿Cómo has llegado aquí?, ¿acaso no tienes familia que te ayude?

Mi tío intentó venderme, por eso escapé de su casa.–las palabras salieron por si solas antes de llegar a procesarlas.

Constance dejó lo que hacía para mirarla. La vulnerabilidad que desprendía la joven era perfecta para pasar inadvertida.

¿Va a llamarle?–preguntó sin saber por qué lo había hecho. Simplemente actuaba como robot al cual le habían programado.

La rubia se mantuvo en silencio, su vida había cambiado con el niño a su lado, sin embargo el pequeño no era lo que había esperado, sus genes estaban impregnados con los de Tate. Aún así no podía dejar a la chica sola y vagando por las calles.

¿Cuántos años tienes?–inició el interrogatorio.

Diecisiete.–respondió dando por hecho que Constance la recibiría.

Dime, Raven Berges, ¿alguna vez has cuidado de alguien?–preguntó nuevamente.

Solo de mí.–respondió jugando con sus manos en un acto de vergüenza.

Te quedarás.–admitió Constance soltando un suspiro.—En esta casa hay reglas así que espero logres acatarlas al pie de la letra, no porque te haya dejado quedarte significa que seré dulce contigo. Yo no soy ese tipo de persona.

Raven asintió frenéticamente, algo le decía que debía mantenerse ahí. Era la misma sensación que la hizo detenerse y tocar la puerta de Constance Langdon la noche pasada.

Te pregunté si habías cuidado a alguien antes porque yo soy una mujer muy ocupada y a veces necesito que alguien cuide del pequeño Michael.

¿Es su hijo?–cuestionó con curiosidad.

No, ya estoy grande para eso. Es mi nieto y conformate con eso, no más preguntas.

Sí, señora.–respondió asustada por el carácter de la mujer.

Tiene cinco años, es algo especial y tiene un don.–explicó antes de salir de la cocina.—Ahora lo conocerás.

La chica se quedó sentada en su lugar mirando a todos lados, siempre lo hacía, como si las cosas fueran extraordinarias por muy simples que parecieran. Era como si fuese de otra época y todo a su alrededor la asombrara.

Después de unos minutos el eco de los tacones de Constance se escucharon anunciando su regreso.

Detrás de ella pudo ver unos pequeños pies que la seguían, sin embargo la altura de la mujer le impedía ver al pequeño.

Este es mi nieto, Michael Langdon.

Se movió a la derecha dejando ver a un niño de cinco años, cabello rubio y ojos azules. Era hermoso y algo en él la hizo sentir paz, quizás fue su profunda mirada.

Se acercó con tranquilidad hacia él sin dejar de mirarlo a los ojos.

Soy Raven Berges, y seré tu niñera.–pronunció sintiendo que por primera vez su vida tenía sentido.

–pronunció sintiendo que por primera vez su vida tenía sentido

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