F O U R T H E E N

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Sus ojos contemplaron la enorme casa que había delante de ella

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Sus ojos contemplaron la enorme casa que había delante de ella. Llevó su tembloroso dedo hacia el timbré y lo presionó por unos segundos.

Esperó a que alguien saliera, sin embargo las puertas se abrieron por si solas. Miró esperando una señal y al no verla comenzó a adentrarse.

El lugar era demasiado colorido, colores que transmitían paz y tranquilidad, todo lo opuesto a donde ella había crecido.

Subió los escalones y por un segundo dudó en tocar la puerta, antes de girarse y marcharse la puerta se abrió dejando ver a una mujer rubia.

—¿Necesitas algo?–interrogó la mujer sin perder la sonrisa de su rostro, aunque eso no le quitan el cansancio en sus ojos.

—Busco a Cordelia Goode.–susurró abrazándose a sí misma. Era perfecta para la actuación.

—Soy yo. ¿Quién eres tú?–preguntó con curiosidad. Tener a una nueva bruja era una bendición para los tiempos que se acercaban.

Raven dudó unos segundos antes de hablar. Debía parecer indefensa y asustada para ganarse la confianza de la suprema.

—No debí venir.–dijo y se dio la vuelta.

—Espera, no te vayas.–Cordelia se apresuró a detenerla.—Puedo ayudarte. Tal vez esto es nuevo para ti, tienes miedo, lo sé. No es fácil saber que eres una bruja, pero aquí vas a poder encontrar tu camino.

—No lo entiende. Si me quedo él les hará daño.–bajó la cabeza.—Soy Raven Berges.

Cordelia la miró con asombro. Madison ya le había contado la historia de la chica y el anticristo.

—Con mayor razón no debes estar sola. Es peligroso.–entrelazó su brazo con el de ella y comenzó a guiarla hacia la casa.—Aquí estarás mejor.

Raven contuvo la sonrisa de satisfacción. Había sido más fácil de lo previsto.

La actual suprema la guió hasta la cocina y sirvió un poco de café para las dos.

—Lo sé todo.–admitió tomando las manos de la chica.—Se lo que pasó entre ustedes. Una de mis chicas fue hacia la casa maldita y los fantasmas de ese lugar se lo dijeron.

Raven miró un punto fijo en la mesa. El verse indefensa era lo que necesitaba, lo demás sería muy fácil de conseguir. Podía sentir el poder debilitándose en las brujas.

—¿Cómo escapaste de ese lugar?–cuestionó con una enorme curiosidad.

—Él lo hizo. Mandó a esa mujer por mi. Ella me da miedo.–ahogó un sollozo y llevó la taza a sus labios.

—No tienes nada de que preocuparte. Esa mujer ya no esta. La hemos quemado y no hay forma de que vuelva.

La joven bruja apretó sus manos en puños por debajo de la mesa. Aguanto las inmensas ganas de enviar el cuerpo de la rubia sobre alguna pared. Debía pagar por haber matado a Miriam.

C H A O SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora