—Los tontos chicos vienen hacia acá.–dijo Raven cerrando el viejo libro de hechizos.—Eres cruel.–murmuró Langdon sentándose junto a ella.
Con agilidad, y dejando el libro al lado se subió sobre las piernas de Michael.
—¿No es eso lo que te gustó de mi?–cuestionó moviéndose en círculos.
Sus labios rozandose con deseo, soltando jadeos pesados.
—No tenemos tiempo.–dijo tomandola de las caderas para detener los movimientos.—Recuerda que ellos están viniento.
—Maldición.–pronunció bajándose.—No creo poder aguantar, me está quemando.
—Sólo espera, la luna roja ya está llegando.
Raven acomodó su vestido corto y las medias negras que se habían removido. Guardó el libro y con tranquilidad salió del cuarto junto a Langdon.
En la oficina los esperaba Wilhemia Venable.
—Tienes el don de hacer que lo feo se vea presentable.–murmuró la chica viendo a la mujer acomodar los sillones.
—El orden afuera hace maravillas para mantener el caos adentro con seguridad.
—Sé lo que haces.–dijo caminando hacia ella.—Creaste tus propia reglas. Entiendo por qué. Seguro que era imposible resistirse a la tentación de hacer que este lugar fuera a tu imagen. Sobre todo cuando creíste que nadie más astuto vendría para notarlo.
—No sé de que habla.–se defendió actuando demasiado bien para un incrédulo, pero no para ella.
—¿Abstinencia total? ¿el castigo es la ejecución sumaria?
—Recibí mis órdenes en un comunicado encriptado de la Cooperativa cuando aún había comunicaciones.
—¿Las tienes?–intervinó Michael intentando tomar las riendas de la conversación. La luna roja estaba a unos días y Raven se descontrolaba.
—No las tengo.–respondió con engaño.—La orden era destruirlas después de leerlas.
—Qué extraño. Yo participé en la confección de todas las directivas en cuanto a la administración de los refugios.
—Y nada sería más humillante para un hombre como usted saber que una mujer tuvo más información que él.
La mano de Michael comenzó a descender hasta su entrepierna.
—¿Un hombre como yo?–cuestionó con diversión.
Sin embargo Raven cerró sus ojos con fuerza. Odiaba la luna roja con todo su ser ya que su verdadera naturaleza salía durante el período de duración. Sus incontrolables ganas de tener sexo con el anticristo eran insaciables, a demás de los poderes que surgían con fuerza.
Sin decir nada se giro en dirección contraria a ellos y comenzó a caminar lejos de la habitación. Prefería encerrarse en su cuarto y olvidarse de todo.
Cerró la puerta de la habitación con seguro y sacó el libro debajo de la cama. Comenzó a leerlo como siempre lo hacía cuando estaba aburrida.
Los hechizos reforzaban sus conocimientos y le ayudaban a incrementar su fuerza.—Huiste.–dijo Michael entrando al cuarto después de varios minutos.
—No lo entiendes. Con cada luna es difícil contenerme, no puedo evitar reprimir mis deseos carnales hacia ti.–explicó cerrando sus ojos con fuerza.
—Mañana podrás liberar esa tensión, por el momento necesito que me acompañes.
—¿A dónde?–preguntó cerrando el libro.
—Saben lo que pasó con Gallant. Tú lo hiciste, debes acompañarme.
Raven soltó un suspiro y volvió a guardar el libro antes de salir caminando delante de él.
—En segundos, podemos destruir todo lo que la humanidad creó a lo largo de años.–habló Michael para captar la atención del hombre.—Pero nunca nos libraremos del deseo de ser crueles con nuestros semejantes.
Pasó sus dedos por las llagas de la espalda haciendo que el joven lanzara un gemido.
—No estuvo tan mal. Aunque me hubieran azotado hasta romper el látigo no te habría delatado.
—¿Delatarme?–cuestionó haciéndose el confundido.—¿Por qué?
—Ya sabes. Por haber ido a mi cuarto como lo hiciste. De hecho, sólo podía pensar en nosotros mientras se desquitaban conmigo.
—Nunca estuve en tu cuarto.–dijo rodeándolo para mirarlo a la cara.
—Claro.–dijo con sarcasmo.—No eras tú el del traje de látex que me montó.
—Seré tan claro como me enseñó la señorita Berges.–comenzó a decir de manera que se acercaba a él.—No te follaría ni aunque fueras él último hombre del mundo, y ya casi lo eres. No porque no seas físicamente atractivo. Es tu necesidad. Tu desesperación de que te vean y amen.
—El único hueco que necesitas llegar no está en tu cara o trasero, está en tu corazón y me temo que jamás podrás llenarlo.–dijo Raven recargada sobre la puerta.—Eres patético. Ya veo por qué tu abuela siente asco por ti.
—No sabes nada de mi abuela.–reprochó girando su cabeza para mirarla.
—¿Por qué más te denunciaría? ¿dejaría que te hicieran esto? Seguro que esperaba que te harían sufrir.
—Mientes.–gritó.
—Por ella enfrentas una sentencia a muerte. Haría lo que fuera para aumentar sus posibilidades de salir. Sabes que te odia con todo su ser.–intervinó Michael paseándose alrededor de él.
—Mienten.–reafirmó negándose a escucharlos.
—¿Eso crees? Quizás deberías hablarle en persona.
Raven hizo un movimiento con sus manos y las cadenas liberaron a Gallant.
—Nuestro trabajo está hecho.–le dijo mirándola con una sonrisa.
—Quizás el tuyo, el mío está por empezar.–respondió caminando hacia la habitación para recitar el hechizo.
Movió las cosas que estaban en el suelo y se sentó en él.
—Pater, enervata est anima usque ad offero lunae.–pronunció con la mano extendida sobre el libro.
Justo del otro lado Gallant apuñalaba con rabia a lo que el creía Michael debajo del traje de látex, sin embargo era Raven jugando con su mente. La verdadera persona era Evie, el alma que le ofrecía al padre de Langdon.
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C H A O S
Fanfiction❝ Son almas gemelas, es su destino estar juntos. Ella resurgió después de tantos años sólo para estar con él. Es complicado de explicar, simplemente se necesitan, es como el Ying y Yang, nada puede separlos, sin embargo debemos hacerlo porque juntos...