E I G H T

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❝Todo lo malo tiene un inicio❞

❝Todo lo malo tiene un inicio❞

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—Cuéntenos sobre Michael.–pidió el brujo con impaciencia.

—Bien.–accedió Constance después de exhalar el humo.—El nació en esta casa. Con una familia y una madre signadas a la muerte.

Miró alrededor. Justo en la sala.

—¿Por qué usted?–cuestionó Madison.

—Porque soy su abuela. Su padre era el joven apuesto de suéter y flequillo que vieron cuando entraron. Tate.

Madison miró confundida al hombre que estaba a lado de ella.

—Michael. ¡Mi Dios, el era un ángel de luz perfecto! Él era mi destino. ¡Un hermoso niño! Con un ánimo tan alegre. Aún cuando cometía actos indescriptibles.

—¿Cómo es eso?–cuestionó el brujo.

—Al principio no era nada importante. Encontré moscas muertas en su cuna sin sus alas. Y a medida que crecía. Pequeños roedores. Él decía que eran obsequios porque me amaba. Y su amor fluía. Y después, claro, fue el incidente de su niñera. Pude convencer a las autoridades de que ella se quitó la vida. Al menos, a esa no la tuve que enterrar.

Bebió de su vaso y masajeo sus sienes.

—Hasta que llegó otra niñera. Una joven hermosa que huía de la maldad de su tío, o eso me hizo creer. La acepté con la condición de que me ayudara con Michael y en la casa a cambio de techo y comida. Rogué a Dios que mi nieto no le hiciera nada, sin embargo no fue necesario.

—La mató.–asumió Madison sabiendo la clase de niño que era.

—No. Michael comenzó a dejar de darme sus obsequios para dárselos a ella.

—Michael.–lo llamó buscándolo con la mirada.—Michael, la cena está lista.

Cerró la puerta del cuarto del niño y decidió buscarlo en la planta baja.
Se detuvo al escuchar los ruidos provenientes de su habitación.

Con lentitud se acercó y abrió la puerta.

Michael la miró mientras sus manos se habían detenido en la labor. El martillo se mantuvo en el aire.

—Quería darte una sorpresa.–murmuró el niño bajando de la silla.—Sé que te guston los gatos.

—Gustan.–lo corrigió tragando el nudo en su garganta.

Caminó hacia él y lo estrechó entre sus brazos. Algunas lágrimas resbalaron por sus mejillas. 

No recordaba que alguien  le diera algún obsequio en su vida. Los recuerdos que invadían sus sueños en la madrugada sólo mostraban tristeza y soledad en el bosque.

—¿Te gusta?–cuestionó con dificultad.

Raven asintió y volvió a envolverlo en un cálido abrazo.

Desde ese día comenzó a tener animales muertos a la puerta de su habitación. Era una manera de hacerle saber que la quería.

Sentía alguien atrapado adentro, lo sentía cada vez que dormía y tenía sueños de ella en otra época. Incluso lo sentía cada vez que se miraba al espejo y veía el lunar rojo en su estómago.

—Raven se convirtió en alguien importante para Michael, quien no dejaba de darle dibujos y obsequios terroríficos. Había algo macabro en el alma de la chica que impedía sentir miedo hacia él.

—Una niñera malvada.

—Un día se quedó dormido para ir a la escuela. Entonces fui a despertarlo. En su cama había un desconocido. No era un desconocido, aún era mi nieto. Envejeció una década durante la noche. Eso fue  más allá del dominio de lo natural.

Cansada de esperar a que Constance bajara con Michael para llevarlo a la escuela, decidió subir y averiguar el porqué de la demora.

—¿Qué sucede?–preguntó con preocupación al mirar el pálido semblante de la mujer.

—Ya no puedo.–susurró antes de bajar las escaleras dejando a Raven parada en medio del pasillo.

Con pasos rápidos se acercó a la habitación de Michael y se asomó con curiosidad.

Sus ojos se fascinaron al mirarlo sentado en la cama. El niño que la noche pasada había dejado antes de cantarle una canción ahora era un hombre.

Caminó hacia la cama y se sentó junto a él. Sus temblorosos dedos rozaron la mejilla del chico. Lo miraba con devoción, algo en ella se había activado.
Algo oscuro despertaba en ambos.

—Era como si tuviera prisa para llegar a un lugar con relación a su edad. ¿Saben lo que quiero decir?

Raven despertó como de costumbre, bañada en sudor como si de verdad las abrasadoras llamas la hubiesen consumido.

Se puso la bata y caminó hacia el baño para refrescarse.

La puerta abierta del cuarto de Constante la perturbó y se dirigió hacia el.

Al ver a Michel apretar el cuello de su abuela corrió intentando detenerlo.

—¡Déjala!–gritó poniendo sus manos en los brazos del chico. —¡Michael mírame!

El joven aturdido miró a su niñera y pronto relajó su agarre. Llenándose de horror.

—¿Abuela?–su tierna voz estaba cargada de miedo.—Lo siento.

Constance se sentó y tomó la cara de su nieto entre sus manos limpiándole las lágrimas.

—¿"Podo" beber un vaso de agua?

—Puedo.–lo corrigió con la voz entrecortada por el dolor en su garganta.

—¿Puedo?–pronunció con dificultad.

—Sí. Sí, puedes.

Él asintió y se levantó caminando torpemente.
Raven se acercó a Constance y la abrazó con fuerza. Era la primera vez que veía a Michael en ese estado y le daba miedo.

—No le daría a él o a cualquier hombre ese privilegio. Siempre viví mi vida en mis propios términos. Entonces, vine aquí. Una prisión donde conocía las reglas y la compañia. Una botella de Whisky y mis píldoras. Es lo que llamo un buen viaje. Desperté para verme rodeada de mis hijos. Menos a mi amada Addie. Que Dios la tenga en la gloria. Pero los otros estaban allí. Conmigo para siempre. En cuanto a mi nieto y la retorcida de su niñera, nunca más quise volver a verlos.

Tomó una calada de su cigarro y suspiro profundamente al recuerdo de su muerte.

—Bueno ahí tienen. La historia completa. ¿Era todo lo qué soñaron, brujitos?

Y se levantó yéndose de la mano de su hija para perderse en alguna habitación de la casa, dejando a los brujos con más dudas que al inicio.

C H A O SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora