Capítulo 8: Revelación

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Ámbar

Dos semanas se pasaron. Yo ya no hablaba con Simón y hacía de todo para que no nos quedarnos solos. Luna siempre estaba allá, pendiente de él, de lo que pasaba en su vida, pero yo intentaba no meterme. Si ella quería mantener una relación con él, yo tendría que aceptar como eran las cosas. El nuevo miembro de nuestra casa, el gatito que Luna puso el nombre de Salem, también se quedaba todo el tiempo cerca de ella, como si ya la conociera durante años. El gatito parecía no gustar tanto de mí porque siempre se alejaba cuando yo me acercaba. Simón se llevaba bien con Salem y Bernie también. Creo que yo y mi padre éramos los únicos que no caían bien a Salem.

Era el primer día de clases y Benicio me fue a buscar para que yo no me fuera junto a Simón. En el camino hasta la escuela, Benicio me confesó que seguía celoso y que se quedaba feliz en ver que yo ya no hablaba con su amigo. Él intentó besarme, pero lo rechacé. Las cosas entre nosotros seguían las mismas. Todo era una gran mentira. Benicio me amenazó hablando otra vez que su padre quitaría los beneficios de mi papá, pero lo encaré. Nuestro trato era fingir y yo estaba haciendo todo bien, entonces, no había motivos para que él perjudicara a mi padre. Benicio se quedó furioso, pero yo sabía que tenía la razón y que Maurizio no haría nada para cumplir los caprichos de su hijo.

En la escuela, encontré a Delfina y escuché la presentación de Simón a todos. Finalmente, el último año de la escuela había empezado. Luna no habló conmigo todo el día y se mantuvo pendiente de Simón y de todo que él la necesitaba. Delfina se dio cuenta que la situación ya estaba poniéndome enojada y decidió no decir nada. Yo estaba a punto de explotar, aunque quisiera aceptar la relación de Simón y Luna, no podía. Me parecía muy equivocada toda la situación.

En aquella noche, después de la cena, mi padre pidió para hablar conmigo y con Simón. Todo en mi temblaba porque tenía miedo que él supiera de la verdad. Mi padre se detuvo frente a nosotros y suspiró, mirando a Simón de una manera muy rara.

- Simón, yo sé que sos el hijo de uno de mis socios y que no debo involucrarte en mi familia, pero necesito de un favor. – Rey dijo y Simón desvió la mirada a mi y yo balanceé mi cabeza como si dijera que tampoco estaba entendiendo. – Te tengo mucha confianza, Simón. Sé que podrás hacerme ese gran favor.

- Sí, claro. – Simón acordó, aunque no supiera lo que era ese gran favor. – Me diste una casa para vivir y me siento en divida contigo.

- Necesito que cuides a mi hija. Que la acompañes en todo lo que haga afuera de la casa. – Mi padre reveló su pedido y yo me reí irónicamente. – Ámbar, ese es un pedido muy serio, te pido que no te rías.

- ¿Por qué debo tener un guardaespaldas, papá? – Cuestioné y Rey desvió la mirada. – Quiero entender porque Simón, un chico que no conocés, debe cuidarme.

- Sé que, a veces, ella es muy dura, pero hágame ese favor. – Mi padre forzó una sonrisa a Simón y yo rodeé mis ojos.

- No necesito de un guardaespaldas. – Volví a quejarme. – Decíme una razón, al menos, para que yo tenga un guardaespaldas para protegerme, papá. – Encaré a Rey y él bajó su cabeza. - ¿Eso tiene que ver con los papeles que siempre estás escondiendo de mí? ¿Qué está pasando, papá?

- No te puedo contar, Ámbar. – Rey puso la mano en mi hombro. – Yo lo único que quiero es protegerte. Ya sabés como son las cosas en el mundo de los negocios.

- Sea lo que sea, ya sé cuidarme sola. – Afirmé. – No necesito de nadie detrás de mí.

- Simón es de mi confianza, Ámbar. – Mi padre intentó convencerme. – No veo nadie que pueda cuidarte sin despertar sospechas.

CUANDO NADIE VE | Fanfic Simbar (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora