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T H E B E G I N N I N G O F T H E E N D
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〘 CUATRO AÑOS ANTES 〙
Michael miraba a la chica desde su ventana, vivir con la señora Mead le resultaba agradable, por primera vez en mucho tiempo sintió que pertenecía ahí, que era su hogar.
- Michael - sonrió la chica, el rubio se sonrojó al instante. Torpemente saludó a la pelirroja antes de ser llamado por la señora Mead avisandole que la chica estaba afuera.
Por alguna extraña razón, a la señora Mead no le parecía buena idea su amistad con la chica, había algo en Amelia que le desagradaba por completo, sin saber por qué, aunque no podía negar que ver a Michael feliz, esa chica era un obstáculo para él.
- ¿Estás listo? - preguntó al chico es asintió devolviendole la sonrisa, ya pasado una calle, Michael entrelazó sus manos mientras caminaban por la vereda.
Ambos eran vecinos, sus casas quedaban una enfrente d ela otra, por lo que si uno necesitaba ayuda solo tenía que gritar para que el otro estuviera en menos de cinco minutos en casa. Por las noches lograban escabullirse de sus habitaciones, escapando de casa para verse tan solo unos minutos, o si la suerte estaba de su lado poder ver el amanecer, aunque a la mañana siguiente estuvieran agotados.
- ¿Qué crees que opinen tus padres sobre mi? - preguntó jugando con los dedos de la chica.
- Que eres la persona más encantadora que hayan conocido. Tendré que hablar con ellos primero y te aseguro - acarició su cabello sedoso - que cuando vayas a casa podré decirte "novio" - ambos chicos sonrieron, las manos del rubio se posicionaron en la cintura y la acercó a su cuerpo antes de besarla.
- Eres increíble, Mel - murmuró cerca de su oído antes de comenzar a caminar. En poco tiempo habían llegado a clases, el chico hizo un pequeño gemido al tener que separarse de la pelirroja.
- ¿Te veo luego, cielo? - preguntó besando el dorso de su mano. La chica asintió dándole un último beso antes de ingresar a la materia de Biología.
Durante el resto del día, ambos chicos no se pudieron ver, a excepción del receso. Se limitaron a hablar de ellos y a repartirse uno que otro beso. Las materias eran muy pesadas, sobretodo las de ellas. Por lo que cada minuto para ellos parecía ser una hora juntos.
- Amelia - el chico la miró desde su regazo.
- ¿Qué sucede? - preguntó dejando de acariciar su cabello.
