D I E C I N U E V E

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EMMA SUSPIRÓ aliviada cuando escuchó a Maria Hill decir por el comunicador que lo habían logrado

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EMMA SUSPIRÓ aliviada cuando escuchó a Maria Hill decir por el comunicador que lo habían logrado. Con el tiempo justo al límite, Steve había logrado insertar la tarjeta en el último helicarrier. Ahora, solo quedaba la última parte del plan, que era hacer pedazos a los helicarriers. Si las armas no existían, el peligro de que se usaran de mala manera desaparecería.

—Cap, sal de ahí —ordenó Hill. No obtuvo respuesta.

—Steve —intervino Emma, hablando por el comunicador—. Tienes que salir de ahí.

—No puedo —respondió Steve, jadeando. Sonaba cansado, como todos lo estaban—. Hill, tienes que disparar ahora.

—¿Qué? —Exclamó Emma—. Steve, no. Sal de ahí.

Emma tragó saliva, evitando la mirada de Sam. Se recargó contra la pared, y lentamente comenzó a bajar hasta quedar sentada en el suelo, abrazando sus rodillas.

—Emma, ¿lo que dije antes de que te marcharas? Lo dije en serio —musitó Steve gravemente.

—¿Es esto por salvarlo a él? —susurró Emma, un nudo formándose en su garganta.

—Sí —susurró de vuelta Steve. Emma asintió, aunque no pudiera verla, entendiéndolo

—¡Hill, hazlo ahora!

Hill no tuvo más opción que obedecer, volando los helicarriers en pedazos.

Emma corrió hacia la ventana, observando cómo los helicarriers comenzaban a desplomarse. Se llevó una mano a la boca, incapaz de creer lo que veía. Sabía que el tiempo era poco, pero Steve debía de haber podido encontrar la manera de salir antes de que explotaran. No supo que estaba llorando hasta que sintió la mano de Sam en su hombro, apoyándola silenciosamente.

Steve tenía que estar bien. La vida no podía ser tan injusta. No podía hacerla perder todo tan rápido. Llevaba meses tratando de reunir el coraje para hablarle a Steve, y ahora que habían pasado por tanto en un par de días, y las palabras que le había dicho... No. No podía ser tan injusto todo. Tenía que sobrevivir. Tenía que hacerlo. Emma no podía perderlo.

No tuvo tiempo de reaccionar cuando una parte de uno de los helicarriers se estrelló donde ellos estaban, solo supo que Rumlow había quedado olvidado y que Sam la tomaba del brazo, jalándola mientras corrían.

—¡Dime que el helicóptero está volando! —gritó Sam para escucharse por encima del ruido, por los comunicadores.

—¿Dónde están? —exclamó Natasha, preocupada.

—¡En el piso 41, esquina noroeste!

—¡Vamos por ustedes!

FALLEN | steve rogers [moonstone series #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora