No debo decir mentiras

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Narras tú

Aquella mañana, teníamos por primera vez Defensa Contra las Artes Oscuras y me temía que, con la cara de cerdo al mando, no íbamos a entusiasmarnos por aprender.

Como todos los años, tomé asiento junto a Sherlock que me dedicó una dulce sonrisa mientras un pajarito de papel revoleteaba por la sala.
-¿Sigues con ese sueño?- habló.
-Si- suspiré -pero no te preocupes-
-Hey- sonrió agarrando mi mano que estaba sobre el pupitre -sabes que siempre voy a estar contigo pase lo que pase-
-Gracias- sonreí.

De pronto escuchamos un ruido de ignición y vimos caer el pájaro calcinado sobre el pupitre de Rebeca y Priya, las gemelas de Gryffindor.

Kettelburn caminó por el amplio pasillo mientras en la pizarra aparecía la palabra TIMO.
Todos soltamos un suspiro de pesadez mientras la horrible voz de pito de la mujer resonaba en la sala.
-En este curso no vamos a utilizar la práctica de encantamientos mágicos- sonrió -ya que el ministerio considera que es muy peligroso-
-¿Cómo se supone que vamos a defendernos entonces?- protesté.
-Los alumnos que quieran hablar en mi clase tienen que levantar la mano- protestó -además no hay nada ahí fuera. ¿Para qué necesitaríais defenderos?-
-¡No sé!- chillé -Tal vez porque Voldemort está reclutando un ejército y puede que en cualquier momento entre en esta escuela-
-¡Castigada señorita Potter!- gritó tan roja como un tomate -después de clase nos veremos en mi despacho y abandone esta clase de inmediato-
-Perfecto- dije lanzando el libro al pasillo de un manotazo y levantándome bruscamente.

Todas las miradas volvían sobre mí, está vez algunas con admiración y otras atemorizadas.

Caminé hasta la puerta, salí al pasillo y cerré dando un portazo.
Bajé las escaleras de la torre y me senté en un banco de piedra en el pasillo para leer un libro de criaturas mágicas.

Estaba tan sumergida en mi libro que no me había dado cuenta que mis compañeros ya habían abandonado la clase.
-¡Has estado increíble (T/N)____!- sonrió Longbottom.
-Pero no se lo ha tomado nada bien- respondió John -este año va a ser una mierda-
-Y si lo que dicen es verdad- habló Mary -tendremos problemas-
-Tengo que ir a su despacho- suspiré -nos veremos en la sala común-
-Yo te espero- respondió Holmes -no tengo nada en mente-
-Vale- sonreí mientras subía los escalones.

Al entrar en aquel despacho, el tono azul pastel me mareaba.

En las paredes había muchos retratos de cachorros de diversas razas ladrando, jugando... no me molestaban pero me parecía excesivo.
La profesora estaba sentada detras de su enorme escritorio tomando una taza de té con leche.
-Siéntese Potter- habló para que me sentase en un pupitre -y saque un pergamino-
-Vale- dije sacando una hoja y mi pluma.
-Usara la mía- dijo cediéndome una bella pluma de faisán.
-¿Y la tinta?- pregunté.
-No la necesita querida- sonrió cínicamente girando un retrato de mi tía Hermione que descansaba en el lado derecho de su escritorio -escribirá No debo decir mentiras-
-¿Cuántas veces?- pregunté con un suspiro de pesadez.
-Las que sean necesarias- respondió.

Comencé a escribir en aquel pergamino y ví como una tinta roja salía de la pluma a cada trazo que hacía.

De pronto mi otra mano comenzó a dolerme, como si algo se estuviese clavando en ella.
Al fijar mi vista, vi como la sangre comenzaba a salir de ella mientras se formaba la frase "No debo decir mentiras" con la misma letra de mi pergamino.
El horror comenzó a invadirme, aquella mujer era una maldita sádica.

Al ver que no continuaba escribiendo, los ojos de la mujer mostraron un brillo de satisfacción.
-Siga- sonrió sádicamente.
-No, gracias- respondí levantándome -pero que sepa que la ministra terminara enterándose de esto tarde o temprano. Se ha metido con la persona equivocada profesora-

Rápidamente abandoné el despacho y me apresuré a bajar de la torre.

Al entrar en el pasillo, Holmes me esperaba con una sonrisa.
Envolví mi mano en un pañuelo y sonreí fingiendo que nada había pasado.
-¿Qué te pasa en la mano?- preguntó.
-Nada- sonreí -es un corte-
-Déjame verlo- dijo agarrando el pañuelo.
-No es nada Sherlock- dije intentando deshacerme de su agarré pero me sujetó con firmeza atrapando mi brazo con una llave -¡Au Holmes!-
-¡¿Qué narices es esto?!- protestó -¿Ha sido ella?-
-Sherlock- susurré -cálmate, vayamos a nuestras salas-
-McGonagall tiene que enterarse de esto- bufó -no puede torturar a los alumnos así-
-Lo sé- suspiré -espero que no prohiba también el quidditch por ser un deporte de alto riesgo-
-Eso ya sería demasiado- dijo pasando su brazo por mis hombros -¿Me prometes curarte esa mano?-
-Si papá- reí.
-Me preocupo- dijo para abrazarme cuando llegamos a las escaleras -espero que logres dormir esta noche-
-Eso espero- sonreí para besar su mejilla -Buenas noches-
-Buenas noches- dijo para devolvérmelo con sus mejillas sonrojadas.

Cada uno tomamos un camino diferente y nos fuimos a nuestras salas.

Tras pasar el cuadro de la sala de Gryffindor, el calor de la chimenea crepitante golpeó mi rostro.
Algunos alumnos estaban aún despiertos haciendo deberes, entre los cuales se encontraban mis amigos sentados frente al fuego.
Dejé mis libros sonre la pequeña mesita y me senté a su lado.
-¿Ya hubo beso?- preguntó Watson con una risa.
-¡John!- dije golpeándole con un libro en la nuca.
-Eso es un no- respondió Mary con una carcajada.
-¡Mary!- protesté.
-¿Cuándo se lo vas a decir?- suspiró John -habéis tenido un verano para ello ¿Y no habéis aprovechado nada?-
-No todos somos como tú rompecorazones Watson- bufé golpeando los libros con la mano vendada.
-¿Y eso?- dijo Mary al verlo -antes tenías la mano bien-
-No es nada- respondí -es un corte-
-Aún sangra- habló tomando mi mano para destaparla y el horror se reflejó en su mirada -¡Oh Dios mío! ¿Esa cara de cerdo te ha torturado?-
-¿Qué dices?- respondió John para ver mi herida -¡Santo Dios! ¡Esto es ilegal!-
-Ya vale chicos- suspiré.
-Ven- habló el muchacho -voy a curarte eso-

La magia de la deducción (Parte 5) (Sherlock Holmes y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora