Capítulo 18

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El sol se estaba escondiendo y Máximo había llamado al móvil de Dani varias veces pero no obtenía respuesta. La había buscado en la habitación, en la piscina, en el hotel y no la encontraba. Su preocupación crecía. No quería agobiarla, tal vez estaba de compras o conociendo la ciudad, pero estaba oscureciendo y los peligros aumentaban como así también la extrañeza de no tener respuesta a sus llamadas.

Salió del hotel y caminó por la playa tratando de distraer su mente de la preocupación y con la ilusión de encontrarla.

El cielo tomaba colores naranjas, y el mar acariciaba la playa calma, las estrellas comenzaban a aparecer pálidas a medida que la oscuridad avanzaba y a lo lejos sentada en la arena una silueta oscura que se mecía acariciada por las olas que mojaban su ropa. Se acercó sonriente.

—Pero que traviesa Martin, ¿no sabes que mi tiempo vale oro? ¿Crees que puedes preocuparme de esta manera sin recibir castigo? —y cuando se acercó a ella, vio su rostro transformado por tanto llorar y sus ojos hinchados. Se apresuró al suelo delante de ella. — ¿Qué pasa Dani? ¿Qué sucedió? —preguntó impresionado de verla en ese estado y antes de poder pronunciar nada más, se abalanzó sobre él tomándolo del cuello, escondiendo su rostro allí. Máximo la abrazó fuerte desconcertado por su actitud. Sólo la abrazó sin entender que le sucedía, estaba temblorosa, húmeda y fría.

—¿Qué pasa?, Por favor, dime... —dijo sumamente angustiado de verla en ese estado.

Ella no respondió nada, lo abrazó más fuerte, tratando de refugiar su corazón cerca de él.  Máximo la ayudó a ponerse de pie, tomó su mano y la abrazó mientras caminaban hacia el hotel. Subió a su habitación, la acostó en su cama, la arropó y se recostó a su lado.

—Necesito que me digas si te sucedió algo malo. ¿Alguien te hizo daño? —Ella abrió sus ojos  rojos de tanto llorar y sólo movió su cabeza en negativa. Máximo se acercó más  y la abrazó en la oscuridad, cuando dejó de temblar la miró y estaba dormida.

Buscó una pastilla en la mesa de noche pidiendo a Dios que le permitiera dormir como lo había hecho el día anterior. Se puso de lado y observó como la luz de la luna que entraba por el ventanal iluminaba el rostro de Dani, sintió una ternura inmensa que lo invadía. Se acercó, apoyó su frente con la de ella y supo que no podría apartarse de allí nunca.

Por la mañana el sol asomó sus primeros rayos, abrió sus ojos y el cabello de ella rozaba su rostro, acariciando su piel, lo corrió delicadamente y la contempló dormir. Sonrió porque era la primera vez que dormía al lado de una mujer, despertar y ver su rostro era un privilegio que no se comparaba con nada, y estaba feliz de poder regalarle eso a ella. Le encantaba la sensación de su cuerpo cerca del suyo, de su brazo debajo de su cabeza abrazándola y sus rostros tan cercanos. Miró su boca, sus labios carnosos, sintió unas ganas incontrolables de besarla. Con el pulgar de su mano acarició sus labios suaves, apenas rozándolos y recorrió su rostro suavemente. La miró largo tiempo disfrutando esa sensación tan preciosa de tenerla solo para él, y asaltándolo la intriga de saber qué había sucedido esa tarde.

Dani abrió sus ojos despacio y sus rostros estaban frente a frente. Sintió su presencia cercana que la escudriñaba,  el calor de su cuerpo y la tranquilidad que sentía entre sus brazos.

—Buenos días. — susurró.

—Buenos días. —Sonrió levemente, un poco confundida por todo lo sucedido.

—Te ves muy bien dormida, hasta angelical, salvo por ese ronquido insufrible. —dijo arrugando la nariz.

—Yo no ronco.

—Sí Martin, roncas como un hombre muy gordo, sedentario y con alergia crónica. —ella lo miró y sonrieron, cubrió su cara con la almohada y él rió brevemente.

Todo Fue Diseñado Antes que un Sólo Día PasaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora