Capítulo 24

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Marianne la dirigió por el departamento y allí, Dani se miró al espejo, sus ojos brillaban de forma especial, supo que en su corazón todas las palabras de Marianne se habían clavado como estacas anclando sentimientos que conmovían sus pensamientos. Todo estaba prolijamente ordenado, su perfume estaba allí, lo tomó en sus manos e inhaló su fragancia llenando sus sentidos y de alguna forma tenerlo cerca. Se sintió privilegiada de que él pudiera sentir algo por una mujer como ella. El día que habían estado en el mar, cuando hizo aquella pregunta, le había parecido ver en sus ojos un dejo de tristeza cuando le habló de amistad. Pensó en la profundidad de sus sentimientos y  en la posibilidad de que fueran correspondidos, sintió que se volvería loca. Se apuró en salir y frente a la puerta había un dormitorio, y en la mesita de noche, alcanzó a ver su biblia y aquel lapicero que le había comprado. Sonrió. Dios era tan bueno con ella.

Máximo había preparado un plato especial. Según él, se llamaba "Filete a la Máximo". Marianne y Dani no paraban de reír. Se sentaron en el comedor y les sirvió aquel plato misterioso. Lo probaron y para su sorpresa,  saborearon aquella carne con esa guarnición misteriosa que tenía un sabor especial. Él asintió satisfecho ver sus caras. Rieron toda la noche, Marianne le contaba  aquellas travesuras de Máximo cuando era pequeño, ella disfrutaba conociéndolo más y él avergonzado movía la cabeza de un lado a otro suplicando que no lo ridiculizara más, pero las mujeres estaban tan entretenidas y reían sin parar. Finalmente, la cena terminó y Marianne la saludó con un abrazo y un beso.

—Espero verte pronto Dani. Esta es tu casa...— Sonrió tomándole de la mano y se fue a descansar.

Máximo levantó los platos de la mesa y Dani se dispuso a lavar todo. Él discutió un poco, pero como era de esperar, ella tomó la esponja y no lo dejo decir nada más. Se apoyó en la mesada cerca de ella y la miró sonriendo.

— ¿Qué te pareció?

— ¿Qué cosa?— lo miró divertida.

—El manjar que preparé.

—Pues.... —dijo dudando y arrugando la nariz mientras él la miraba expectante. —Mmm... estuvo un poquito mejor que la otra vez. —Él la empujo levemente con la cadera y sonrieron.

—De verdad... —suplicó. Parecía que había descubierto en la cocina un hobby y quería su aprobación a como dé lugar. Ella lo miró feliz de saber que tenía el control por una vez y que podía hacerlo sufrir un poco, pero finalmente asintió.

—Estaba muy bueno. Tienes que decirme el gran secreto, el toque "a la Máximo". — Él la miró moviendo la cabeza de un lado a otro en negativa.

—Lo lamento, pero un buen chef jamás revela sus secretos. —Rieron a las carcajadas.

Terminó de lavar y buscó sus cosas para volver a  casa. Salieron al balcón donde había dejado su chaqueta y allí se detuvo un momento a mirar la ciudad. La noche estaba hermosa, cálida, llena de estrellas. Máximo se acercó y se paró por detrás de ella apoyando sus brazos en la baranda, rodeándola.

—Dime si no es la mejor vista de la ciudad.

—Sí... Realmente tienes una casa hermosa y una vista preciosa. — Miró de reojo aquellos brazos y sintió unas ganas enormes de que la abrazaran. Cerró los ojos tratando de alejar el pensamiento, pero su cercanía y su voz no la dejaban.

—Mira... Esa que esta allí es tu casa —levantó su mano y señaló con su dedo una de tantas luces a lo  lejos. Ella sonrió. 

—Mentira... 

—Es verdad. Esa es. ¿Sabes como lo sé? —ella movió su cabeza en negativa y sonrió curiosa. —todas las noches salgo al balcón y cuando miro en la oscuridad mi corazón ve esa luz  y sonríe. —Dani sonrió conmovida por esas palabras simples que llenaban su vida de amor. 

Él levantó los brazos haciendo amague de irse, pero cuando ella se volteó para salir de allí, volvió a apoyarlos rápidamente y quedó a pocos centímetros de su rostro. Sonrió. La miraba de forma tan intensa que su corazón parecía que se saldría del pecho. Trató de contenerlo, pero esos ojos parecían traspasarla, llegar hasta allí, y acariciar su corazón. Se miraron fijamente. Máximo no podía alejarse de aquella mirada temerosa y ese brillo que podía percibir en ellos que lo atraía más y más.

— ¿Qué sientes por mí Martin? —Aquella pregunta nuevamente entre los dos. No sabía que decir, estaba tan cerca que sentía que le faltaba el aire para hablar. No podía contestar. Tenía tanto miedo. Miedo de decirle la verdad que su corazón gritaba, dudaba de lo  que encontraría después. Ya había confiado una vez...  Él seguía esperando una respuesta que no llegaba. Levantó su mano tomando su barbilla y con el pulgar acarició sus labios clavando sus ojos en ellos, deseándolos intensamente. Dani no podía pronunciar palabra. Su corazón enmudecido se había rendido a sentir, y aquella caricia despertó en ella un deseo que pensó imposible. Él se acercó aún más — ¿Puedo besarte?— preguntó con una voz que parecía un susurro. Aquel susurro acarició su piel, le parecía escuchar su corazón latir en sus manos y así era, porque sin si quiera notarlo, había apoyado sus manos en aquel pecho firme y masculino que se movía con cada respiración. — ¿Puedo besarte Dani? Por favor... — suplicó.

Ella asintió y  sus labios atraparon los de ella en un beso ahogado, fuerte y suave a la vez. La sensación que la invadió era tan maravillosa que se rindió ante aquella boca dulce, dejando que atrapara la suya una y otra vez. Rodeó su cuello con los brazos y él la abrazaba sin soltarla, dejando en aquel beso su corazón. Sus brazos la rodearon atrayéndola  y aquella boca atrapaba la suya con una pasión contenida y avasallante. Mordió sus labios suavemente y deslizó su mano por su espalda rozando su piel, sintiendo como  ella se estremecía. La amaba demasiado, no podía dejar de acariciarla y besarla, el deseo por ella superaba todo lo que conocía y soltó sus labios, besó sus mejillas, sus ojos y apoyó su frente contra la de ella, si continuaba, supo que no sería capaz de detenerse. La tomó de la cintura con sus manos apartándola levemente y suspiró. Se tomó un segundo para recuperar la compostura y afirmar su convicción, que parecía flaquear teniéndola tan cerca.

—Creo que es mejor que te lleve a casa Dani. —Ella fijó sus ojos en él temblorosa  y deseando no apartarse, besar su boca para siempre, pero asintió.

Bajaron por el ascensor y él tomó su mano suavemente. Abrió la puerta del coche, volvió acercarse y la besó nuevamente, un beso suave, tierno, lleno de amor. Acarició su rostro. Subieron y la llevó a su casa. Durante el viaje no hablaron mucho, Dani lo miraba concentrada en sus facciones, en su porte masculino, en los ángulos de su rostro y él de vez en cuando desviaba la mirada del camino para sonreírle. Tomó su mano y ella la atrapó entre las suyas entrelazando sus dedos. Cuando llegaron a su casa, el aparcó el carro y se bajó para abrirle la puerta y ayudarla a bajar. Cuando cerró nuevamente, con sus manos tomó su rostro, la acercó a él y sonrió. Ella sonrió también y él la besó tan tiernamente que creyó que su corazón se iba en aquel beso. Soltó sus labios y besó sus ojos, su nariz respingona, y acarició sus mejillas con tanta suavidad que ella supo que él se llevaba su corazón para siempre. Se abrazaron, la despidió  y lo vio alejarse en el coche.

Entró rápidamente a la casa, sus labios estaban rosados y tibios por la intensidad de aquellos besos. Notó su rostro húmedo y se dio cuenta que estaba llorando. Era la primera vez que se sentía así. La fuerza de todo lo que sentía, la conmovía por completo.

Máximo condujo a casa con la mente nublada por la suavidad de esos labios. Lo traía loco. Es que no sabía cómo haría para no besarla cada vez que la tuviera cerca. La amaba con todo su corazón, que se había entregado ciegamente, sin pensar en las consecuencias.

Lo torturaba la inquietud de no tener respuesta,  aunque sí había devuelto  sus besos con amor. Tal vez estaba confundida, no lo sabía. O quizás había pensado en otro mientras lo besaba a él y la idea lo enloqueció de celos. Le había costado tanto separarse de ella, pero quería respetarla, amarla con un amor especial. Quería conservar su pureza, no quería manchar con un momento lo que ella había guardado y cuidado como un tesoro especial. Condujo a casa envuelto en dudas, en deseo y en temor. Mucho temor. 

Todo Fue Diseñado Antes que un Sólo Día PasaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora