Capítulo 27

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Se hizo de noche y Dani seguía preocupada por Máximo que no había respondido mensaje ni llamada, por lo que tomó valor y llamó a su casa.

—Marianne disculpe el atrevimiento y la hora por favor... Soy Dani.

—Sí querida dime.

— ¿Máximo está allí?

—No, querida, no está aquí... Su padre no está bien y ha ido a verlo, pensé que sabías, me dijo que pasaría a buscarte.

—Sí, me avisó mi tía que pasó por aquí, pero no nos encontramos y estoy preocupada porque no devuelve mis llamadas ni contesta mis mensajes.

— Qué extraño... Ya lo llamaré, veré si puedo contactarme con él.

—Muchas gracias... Por favor, si no es molestia, llámeme en cuanto sepa algo.

—No te preocupes Daniela, te llamaré.

Terminaron la llamada e inmediatamente Marianne llamó a Máximo, insistió dos veces hasta que contestó.

—Sí Marie. ¿Sucede algo?

—No querido, sólo que Dani llamó, está preocupada porque no te ha visto ni contestaste sus llamadas. ¿Qué sucedió? — Máximo hizo silencio mirando hacia otro lado al escuchar el nombre de Dani, había visto sus llamadas pero simplemente no podía contestar porque sus emociones estaban a flor de piel.

—Nada, es que estoy con todo lo de mi padre y no he podido contestar. Me quedaré con él. La doctora ya lo revisó y lo están rehidratando,  está muy débil, no sé si es consciente de que estoy aquí, de lo que sucede...—Marianne notó debilidad en su voz, una tristeza profunda.

—Hijo, sé fuerte. Él va a estar bien.

—Eso espero, que pase la noche y mejore... —Marianne se llevó la mano a su boca, cubriéndola al notar la tristeza que invadía la voz de Máximo.

—Pediré a Dios por él y por ti hijo. Te amo y te mando todas mis fuerzas.

Terminó la llamada sintiéndose turbado, no le gustaba mentirle a Marianne, pero tampoco podía explicarle todo en ese momento y pensó que era lo mejor.

Marianne llamó a Dani para contarle lo sucedido y ella se afligió tanto de no poder acompañarlo y a la vez aliviada de saber que no le había pasado nada malo. Quería abrazarlo, dale su apoyo.

—Dani, lo sentí tan mal. Hace mucho que no notaba esa tristeza en su voz. Por favor, no lo dejes solo. Te necesita...

—No se preocupe Marianne. A primera hora estaré allí para acompañarle.

Ella asintió y se despidieron.

Apenas pudo dormir algo, quería y necesitaba estar a su lado.

Aquella mañana el cielo amaneció encapotado, parecía que llovería en cualquier momento. Dani se levantó con las primeras luces del día, preparó café, compró algo para desayunar y se fue a casa de Santiago. No tenía llamada de Máximo, y seguía sin contestar sus mensajes, pero no importaba. Entendía que su mente había estado tan ocupada con su padre e imaginaba lo que estaría sintiendo. En el viaje, las primeras gotas salpicaron los vidrios, todo parecía triste y una punzada de angustia abrazó su corazón y lo estrujó. Cuando llegó a la casa, la lluvia era copiosa, bajó corriendo con el café y golpeó a la puerta. Esperó y esperó pero no abrían, la impaciencia la hizo llamar nuevamente y abrió Agnes.

—¡Señorita Daniela! Pase por favor... pase que está lloviendo a cántaros. —entró sacudiendo un poco de agua de su cabello y dejando el paraguas a un costado.

—Gracias Agnes...

En ese instante levantó la mirada al sentir voces y Máximo bajaba las escaleras, la sonrisa en el rostro de Dani se disipó como niebla, Claudia bajaba con él.

Se incorporó inmediatamente,  creyendo que el piso se movía. Él levantó la mirada y al cruzarse con la de ella quedó parado a medio camino. Sintió un escalofrío que recorría su cuerpo y cerró los ojos, confundida, dolida, profundamente lastimada. Claudia sonrió levemente al notar la tirantez del momento y apoyó su mano sobre el hombro de él pronunciando un "hola" que no recibió respuesta.

— ¿Cómo está tu padre? —dijo apenas en un susurro.

—Bien, gracias a Dios pasó la noche y se está recuperando. Todavía no se ha despertado, pero siento que está mejor. — ella a pesar de todo, notó la preocupación en su voz.

—Me alegro entonces. — El silencio se apoderó de aquel momento. —Se volvió sobre sus pies. —Que todo siga bien... —tomó el paraguas y salió dejando la puerta entreabierta.

Sintió el impulso de correr tras ella, abrazarla, decirle la falta que le hacía, pero sintió sus pies anclados al piso. No pudo, no era el momento, ni siquiera sabía qué le diría. 

Todo Fue Diseñado Antes que un Sólo Día PasaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora