Capítulo Dos.

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Habían pasado varios días desde que John y TaeIl tuvieron su primer contacto.

En el transcurso de éstos, YoungHo se sentía más y más atraído hacia el pequeño con voz de ángel y personalidad cerrada, sin mencionar que su lobo se alborotaba cada vez que lo veía. Se sentía seguro con su aroma dulce, como si ya reconociera al omega dentro del muchacho. El humano y el animal estaban igual de intrigados por descubrir qué escondía el omega.

Por supuesto que había empezado con el cortejo sin darse cuenta, y si seguía a ese paso, iba a terminar el primer semestre completamente enamorado del chico; sinceramente, estaba bastante asustado.

A YoungHo no le gustaba el amor a medias. O amas con todo y te destruyes al final o no das nada y quedas a salvo pero insatisfecho. El amor era un apocalipsis, un desastre medido, el único poder lo suficientemente fuerte como para derrumbarte.

Desgraciadamente, en pleno siglo XXI, donde el sexo se volvió fácil de conseguir en cualquier parte, el amor se había vuelto una estupidez ante los ojos de todos. Encontrar a una persona que aún dedicaba cartas, que aún veía magia en el universo, que aún disfrutara una canción con los ojos cerrados, no era muy común.

A pesar de que TaeIl no era muy hablador, John se había dado cuenta que no necesitaba hablar cuando su cuerpo lo hacía por él. TaeIl era lo que a él le gustaba describir como personas lumínicas.

Las personas lumínicas son como un golpe en el pecho. Como la fuerza, sonido y magnitud de un rayo al impactar la tierra. Como un suspiro de alivio luego de horas de tensión. Como un beso robado, o como una larga y cariñosa carcajada con el amor de tu vida; este tipo de personas suelen iluminar la vida de los demás sin darse cuenta, sin fijarse que alumbran hasta su propia existencia. Especímenes como él ya no habían por ninguna parte, por lo que YoungHo decidió que la única persona lumínica en su vida era y siempre sería aquel precioso chico llamado Moon TaeIl.

Desde aquella tarde en el patio, la primera vez que ambos habían hablado como tal, hicieron una promesa muda: encontrarse allí todos los días. Cuando algún profesor faltaba, en los descansos e incluso durante algunas horas después de clases, ellos disfrutaban su tiempo ahí, creando su propia galaxia donde el omega estuviese a salvo, cálido y alejado de su dura realidad. El alfa removía y hacía lo posible por hacer sentir al chico lo más cómodo posible. Cortejándolo a pasos lentos y seguros. Ganándose su confianza.

Lo cierto es que el alfa no esperaba un mensaje de texto que ahora lo tenía corriendo por toda la facultad con el corazón en la garganta.

Shawty.

¿Puedes venir, por favor? Yo... no me estoy sintiendo bien.

El norteamericano, bajo sus instintos animales, se estrelló contra la puerta que daba paso a su guarida y la abrió de golpe. Se le secó la garganta y un cúmulo de lágrimas pugnaron por salir al exterior ante la escena que sus ojos presenciaron. Su lobo aulló con dolor.

TaeIl estaba arrodillado en el suelo, doblado sobre sí mismo, respirando con dificultad. Apenas se sostenía, como si tuviese miedo a romperse. Su brillante cabello rojo estaba alborotado, sucio de tierra y su bonita camiseta azul celeste estaba manchada de sangre en los costados, el líquido traspasaba la tela y le manchaba los dedos.

¡Alguien lastimó a mi omega!

El castaño dejó caer su bolso mientras se precipitaba hacia el mayor, arrodillándose a su lado y tratando de levantarlo de allí con manos temblorosas. TaeIl respiró hondo al sentir las feromonas del alfa. Su olor a canela y pino canalizando su dolor un poco.

Bitter. [JohnIl] [CANCELADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora