Capítulo Diecisiete.

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1/4.

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Su ceño estaba ligeramente fruncido, concentrado al cien por ciento en la tarea que estaba haciendo.

Trataba de no derramar ni una sola gota, pero era realmente difícil con la diferencia de pesos en la bandeja. 

—¡TaeIl! —su jefa se asomó por la puerta de la cocina, sudorosa y cansada. Él tampoco debía tener un aspecto mejor que ella—. Cariño, ¿puedes venir un momento? Déjale la orden a A-Cheng.(1)

El omega asintió, pasándole la orden a su compañero y caminando hacia la cocina. Allí, los cocineros estaba tan ocupados que ni siquiera voltearon a verlo. Yuta estaba parado a un lado de un bowl enorme cociendo un montón de arroz, tan concentrado que se mordisqueaba los labios sin saberlo. 

—Ven, por aquí. —su jefa lo guió hasta las oficinas de administración y una vez allí, lo instó a sentarse en una de las sillas giratorias negras que habían. Cuando ella ocupó su lugar, un brillo de preocupación nubló sus ojos oscuros—. No quería decírtelo frente a los demás porque sé que es un tema delicado para ti, pero, ¿ha estado todo bien en tu casa? Te noto más pálido de lo normal.

TaeIl suprimió un pesado suspiro. Habían pasado ya tres días desde el incidente y ya John se encontraba en casa, descansado adecuadamente. TaeIl siempre había sido un chico muy activo, lleno de energías y dispuesto a llevar sobre sus hombros todas las responsabilidades que podía, pero entre el final de semestre en la universidad, su trabajo, KinJong, y los cuidados de John iba a volverse loco. Era más de lo que su cansado cuerpo podía soportar.

Además, había algo, como una espina, clavada en su cabeza desde hace unas horas, y por más que quisiera, no podía sacársela de encima. 

Habían confirmado que la explosión había sido un atentado. 

Lo extraño del asunto era que no tenían idea de qué banda y cuáles serían sus razones para hacerlo. Suponían que lo que querían hacer era llamar la atención de las autoridades antes de hacer su siguiente movimiento. Todo el grupo estaba con los nervios de punta por el más pequeño de ellos: Mark, pues él y su amigo habían sido víctimas de este famoso grupo que secuestra omegas y betas para su venta ilegal. Ninguno del grupo dejaban que los dos salieran solos. 

—Sí, jefa, estoy bien. —el omega sonrió—. Sólo estoy bastante preocupado por lo que ha pasado últimamente.

La beta hizo un pequeño sonido de comprensión.

—Sí, cierto. Me dijiste que tu alfa fue uno de los heridos en la explosión, ¿cierto? ¿Cómo está él? 

—Bastante estable. —suspiró; había sido una suerte que los genes alfas de YoungHo lo ayudaran a curarse más rápido, sino, su reposo hubiese durado muchísimo más tiempo. Apenas habían pasado tres días y ya las quemaduras de las manos estaban ampolladas. Era cuestión de tiempo para que terminaran por reventarse y sanar. 

—Eres tú el que lo está cuidando, ¿no es así? —antes de que pudiera afirmar, su jefa sonrió. Se agachó para buscar algo debajo del escritorio y lo arrastró por la superficie amaderada del mismo, una sonrisa confidencial adornaba sus labios bermellón—. Ten. Es la paga de este mes. Por hoy te dejaré salir temprano para que te cuides y cuides de ese alfa tuyo. ¿Me escuchaste bien? Cuídate tu también. No quiero verte deteriorado de salud, y estoy seguro que tu alfa tampoco querrá eso. No te acostumbres. 

Bitter. [JohnIl] [CANCELADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora