Capítulo Dieciocho.

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Todo estalló justo frente a sus ojos.

El fuego se desató y subió del infierno al cielo, elevándose en frenesí y llevándose consigo las almas sorprendidas y atormentadas que recién habían soltado su prisión de carne.

Personas corrían encendidas como antorchas humanas, enloqueciéndose por el dolor que no los dejaba pensar en otra cosa que no fuera o morir, o dejar de sentir.

Los gritos se escuchaban incluso a través de sus oídos maltratados por el principal sonido de la explosión. Todo a su alrededor se borroneaba y luego volvía a verse nítido, como si sus ojos se desenfocaran a cada rato. Lo extraño era que, además del largo y sufrible pitido que no lo dejaba escuchar, no podía sentir nada. No dolor, no calor, nada; ver a las personas sufriendo un mismo destino que él pudo haber pasado le dejó un nudo enorme en la garganta.

En medio de toda esa locura logró dislumbrar una silueta.

Esta silueta era tan alta como el mismo John. Su cabello rubio cenizo se movía al son de las enormes y flameantes llamas que lamían los límites del cielo. Su ropa estaba manchada de sangre que provenía de varias heridas en su cuerpo: una en su pecho y otra en su frente. A pesar de esto, la persona se veía tranquila y calma, como si todo el revoltijo de su alrededor no lo afectara en absoluto.

Un repentino mareo hizo que John se tambaleara de un lado a otro. Los movimientos desesperados de las personas se hicieron más violentos, sus brazos chocando y moviéndose enloquecidamente en todas las direcciones. Tratando de acercarse a la única persona que se veía cuerda, el alfa trastabilló y tropezó con sus propios pies, dándose de lleno contra el suelo de la carretera. El golpe lo mareó aún más.

Estiró el brazo para tratar de alcanzarlo, pero parecía que mientras más se esforzaba, más lejos la persona se veía. Quiso gritar. El extraño sentimiento familiar asentándose en su alma lo hacía querer acercarse y preguntarle qué le había pasado, y porqué estaba allí.

Sin embargo, cuando esa persona volteó, y el alfa pudo notar las heridas de bala en su frente y en su corazón, se paralizó por completo.

John... conocía ese rostro. Aunque en ese momento no pudo determinar quién era.

Entonces, despertó.

Los erráticos jadeos percutaban en su costilla lastimada. No sabía si recuperar el aire o sostenerse el pecho. Su corazón latía tan fuerte que también dolía. Todo su cuerpo dolía.

Bitter. [JohnIl] [CANCELADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora