ALBA
Mi corazón debía de ir a mil por hora, pero estaba cómoda, a la vez nerviosa. Una sensación extraña, pero agradable. Permanecería así mucho tiempo. Físicamente estaba como siempre, saludándolas a todas. Pero no hace falta decir que sabía que su mirada estaba clavada en mí y si ella no mirara, la mía lo estaría en ella. Era imposible no mirarla, si tuviera que describirla con una palabra sería arte. Toda ella lo era y no la conocía, pero no necesitaba hacerlo para saberlo.
Estaba actuando, sonreía, sabía que su mirada seguía fija en mi. Intentaba sonreír de la manera más interesante y seductora posible. Me cuesta admitirlo, pero así es. Lo hacía.
Quería volver a hablarle, pero no sabría entablar una conversación con ella. Era demasiado. Y me sentía extraña, normalmente era muy insegura, pero en su compañía estaba segura. Con nervios, pero segura. Tal vez sea raro de entender, era una sensación muy extraña, especial.–¿Y a que clases vas?– Me preguntó Mar. Ni sé cuando empezamos a hablar de este tema.
Yo contesté con una larga lista de todas las asignaturas.
Y justo después oí toser a Natalia. La miré y apartó la mirada, se puso roja y yo la miraba con atención. Preciosa.
Se fue, con la mirada en el suelo a la cocina.
Esperé un poco y la seguí, si iba a la cocina tendría excusa para hablarle, supongo.
Vi que cogió un vaso de agua y me miró.–Estoy bien, gracias por preguntar–Dijo con un tono algo superior.
–No tenía pensado hacerlo– Mentí. Y ella se rió.–¿Qué?– Dije un poco ofendida.
–Sí tenías pensado hacerlo– Bebió agua. Yo me sonrojé, tenía razón.
–Simplemente quería saber si me mirabas por alguna razón.–Fui sincera–No si estabas bien.–Volví a mentir. Ahora se sonrojó ella, pero seguía manteniendo la mirada clavada en mí, inspeccionando mi rostro.
–Te miraba porqué siempre sonríes.
–¿Siempre? Es la primera vez que me ves, ¿verdad?–Sonreí con un toque de superioridad.
–Ambas sabemos que no es la primera vez que nos vemos, ¿verdad?–Enarcó una ceja.
Me callé, las dos sabíamos que ella tenía razón.
–¿Me dejas coger un vaso de agua?–Cambié de tema.
–Toma–Me dio el suyo. Enarqué una ceja. Ella sonrío.
–Gracias–. Bebí y llamaron a Natalia. Me miró, sonrió sin mirarme por última vez y se fue. Sin decir nada.NATALIA
Aquella chica, Alba, me había tenido embobada desde que entró. Sabía que ella lo sabía, pero también sabía que le gustaba que lo hiciese. Ella hacía que prestaba a la conversación, la que estaba teniendo con Mar, pero tenía bien claro que no estaba pensando en eso, sino en mí. Estaba actuando normal, sonreía por todo, con su provocativa mirada, ella la provocaba por qué sabía que la miraba, de vez en cuando me miraba y yo hacía que no le prestaba atención. Me encantaban estos juegos, más bien diría que nos encantaban. Las dos sabíamos que estábamos jugando. Apenas nos conocíamos, pero aquella tarde se me hizo entretenida gracias a ella. María me miraba con cara de "qué está pasando aquí" pero la ignoraba un poco, aunque era peor, después me interrogaría, la conozco muy bien.Cenamos todos juntos, Dave llegó después de que llegara Alba, ni le saludé. Pero me interrumpió cuando estaba con Alba y estuve con él un rato. Hizo bastantes de sus bromas, a mi siempre me resultaban graciosas. Era el chico más gracioso que conocía y cuando se juntaba con Miki era una combinación humorística total.
Al cabo de un tiempo fuimos a cenar, se me pasó el tiempo muy rápido. Encargamos unas pizzas, cuando llegaron Alba fue a abrir la puerta, se dejó el dinero en la mesa así que lo cogí y se lo llevé.
–¿Dónde tienes la cabeza Alba?–Le dije retóricamente.
–Gracias.– Cogió el dinero y se lo dio.
El repartidor se fue y nos dejó las pizzas.
Alba llevaba todas las pizzas solas, eran mucho más grandes que ellas.
–¿Te ayudo?– Me reí.
–Puedo sola, gracias.–Dijo intentando mantener el equilibro como podía.
Ignorándola, cogí la mitad de las cajas y las llevé. Puso cara de enfadada, pero seguía siendo adorable. Las puse en la mesa y le ayudé con las suyas.–De nada.–Dije sonriendo.
–No necesitaba ayuda.
–Sí la necesitabas–Dije abriendo una caja.
–No la quería.
–Sí la querías.
–Gracias.–Dijo poniendo los ojos en blanco.
–Un placer–Contesté sincera.–¿Es la tuya?–Pregunté refiriéndome a una pizza.
–No he pedido–Contestó y yo enarqué una ceja.
–¿Por algún motivo?–Pregunté sorprendida.
–No tengo hambre– Contestó.
–¿Te preparo algo?
–Sé cocinar
–Pero todo es mejor si te lo dan hecho, ¿no crees?
–Lo es, pero no quiero que te molestes. Además no tengo hambre.
–Si cambias de opinión, soy una experta culinaria.Me fui a la mesa oyendo su risa, segundos después vino sonriendo.
–¿No cenas?–Dijo Julia.
–No me apetece pizza y no me apetece cocinar– Me miró y sonrió. Yo le devolví la sonrisa mirando al suelo.
María lo vio y me volvió a interrogar con la mirada. Era común en María. Me gustaría contarle lo que pasaba, pero no tenía ni idea de lo que estábamos haciendo.El resto de la cena sucedió sin nada importante, un par de miradas. Pero nada más.
Al acabar de cenar María y yo decidimos irnos, más bien, ella decidió que nos iríamos, pero no quería contradecirle. Me despedí de todos y dejé a Alba para la última.
–Adiós Alba– Dije acercándome a darle dos besos.
–Adiós Natalia– Dijo cuando acabamos de despedirnos.
Yo me volví a acercar y le dije– No me eches demasiado de menos Alba.
Se sonrojó. –No lo haré Natalia
Le dediqué una última mirada y me fui, pensando en nuestro juego. Decíamos nuestros nombres al final de cada frase, ¿por qué? El caso es que sé que me gustaba. El juego.Me fui con María en la moto y afortunadamente no pudimos hablar durante el trayecto, pero cuando bajásemos empezaría a preguntar. Lo entendía, yo también lo haría. Éramos las dos unas cotillas.
–¿Nada que decir?–Preguntó María al fin.
–Pregunta.
–¿De qué la conoces?
–La vi por primera vez en la fiesta de casa de Miki. Después la vi en la universidad y pues hoy ha sido la primera vez que hemos hablado.
–Y me dirás que esas miradas eran normales?
–María, no lo sé. No te montes paranoias– Puse los ojos en blanco.
–Te gusta– Dijo con superioridad.
–No– Negué aún pensando la respuesta.
–Natalia, te conozco desde hace mucho, no me la torres.
Me reí y dije–Me voy a mi casa.Y eso hice, planteándome si realmente sentía algo por esa chica, la verdad es que era obvio que sí, pero me resignaba a contárselo tan pronto a María, a pesar de que seguramente ya lo sabía.