ALBA
Quedé con Joan en la salida de la universidad para irnos juntos, al ser el primer día nos dejaron salir antes. Solo tuvimos un par de horas de clases, y solo fueron de presentación. En ninguna de esas clases había coincidido con alguien conocido. Bueno, la verdad es que solo quería cruzarme con Natalia. Es un poco triste, sé que si le tuviera que decir algo no sería capaz de articular ninguna palabra.–¡Al fin!– Dijo Joan caminando hacia mí.
–¿Cómo ha ido?–Pregunté.
–Sin más, la gente es la del año pasado, así que nada nuevo. ¿Tú que tal?
–Sin más, no estaba muy atenta, pero bien. Por ahora la gente es normal– Me reí.
–Me alegro, ¿ahora vas a tu casa?–Preguntó interesado.
–Sí, ¿quieres venir?
–Está bien, si insistes...– Los dos nos reímos.Y nos fuimos hacia mi casa, Joan me contó un par de anécdotas sobre algunos estudiantes de mi clase. Me enteré de que el chico que leía el libro se llamaba Damion. También que otro de su clase, Carlos, se había dormido en clase y el profesor le había expulsado de clase. Llegamos a mi casa y le invité a comer, pero él se negó, no quería causar molestias. Según decía. Aunque él sabe que nunca será una molestia para mi. Eran las 12:34 Joan y yo estuvimos mirando la televisión un rato, hasta que se fue.
Y yo me puse a dibujar, por supuesto no sin pensar en ella.NATALIA
África y yo habíamos quedado con Carlos y Miki, Carlos no me caía muy bien, pero a África sí, por lo tanto fui con ella y así al menos veía a Miki. Fuimos a casa de Miki, la casa de la fiesta. Evidentemente no pude evitar acordarme de aquella chica. Al llegar entré con una mínima esperanza de que estuviera allí, pero no. Evidentemente, nada es tan fácil. Para mi nunca ha sido lo ha sido nada.–¡Hey!–Dijo Miki. Abriendo la puerta.
–¿Qué tal todo?–Pregunté sonriéndole.
–Bien, ¿tú?–Preguntó.
Pero justo cuando yo iba a responder apareció Carlos por la puerta, ¡Genial!
–Hola Natalia–Dijo intentando resultar atractivo, a mi me parecía repugnante.
–Hola– Respondí sin más.–Bien, gracias– Dije refiriéndome a Miki para que Carlos tuviera claro que no quería nada con él. Miki me conocía y sabía lo que hacía así que se rió ante la situación.
Continuaron la conversación con África, Carlos y ella tonteaban, me lo esperaba.Entré a la casa, cogí un vaso de agua. No necesitaba permiso, entre Miki y yo había confianza. Sin ser consciente iba mirando al sofá, donde aquella chica se sentaba en la fiesta. La recordaba perfectamente. Su sonrisa hacia todas las personas, ella no parecía divertirse, pero con la sonrisa que ponía me desconcertaba.
Sonó mi teléfono.
–¿Hola?–Respondí.
–Natalia–Era María.
–¿Dónde estáis?– Preguntó sin más.
–En casa de Miki, ¿por?
–Si os aburrís podéis venir a casa de Julia, hay gente por aquí y sé que mejor compañía que Carlos somos...– Se rió antes su propio comentario y yo la acompañé.
–Sí, yo iré, ahora le pregunto a África. Ciao.
–Hasta ahora.Me levanté de la silla y fui a ver que estaban haciendo esos tres, Miki, África y Carlos. Estaban hablando. Agradecí que no se estuvieran morreándose por ahí, Carlos y África. Informé a África y a Miki de la situación y África me dijo que prefería quedarse ahí. A Miki le pregunté por cortesía, ya sabía que no vendría. Me despedí y me fui. Cogí la moto, y fui hacía casa de Julia, ya me aprendí el camino la anterior vez.
Al llegar toqué el timbre, me abrió María.
–Sabía que África no vendría dijo al abrirme.
–¿No te basta conmigo?–Me hice la ofendida.
–Me sobra–Respondió sonriéndome.
–Así me gusta–Respondí y luego añadí,–¿Quién ha venido?
–Mar y Marta. Dave está a punto de venir–Respondió sincera.—Perfecto –Añadí yo.
Las saludé a todas a Marta no la conocía, sin más. Era simpática. Mar estuvo hablando de cómo le habían ido las clases, Julia nos contó que no estaba demasiado a gusto con su novio. María la consolaba y aconsejaba como podía. Después habló Marta, no presté demasiada atención, pero todas se reían. Debía de ser gracioso.
Tocaron el timbre, yo fui a abrir, suponía que sería Dave, así que, como veía que estaban pasándoselo bien fui yo.
Abrí la puerta.
Vi que no era Dave.
Era ella.
Se me paró el corazón.
Me debí de quedar mirándola embobada, pero ella tampoco reaccionaba. Sus ojos brillaban, supuse que los míos también. Ví que se puso roja, se estremeció.
Decidí romper el silencio, no quería ponerla más nerviosa, debía de imponerle mucho para que se pusiera de esta manera.Sacudí un poco la cabeza. –...Perdona, pasa–Soné con la voz plana, segura.
–No es nada, gracias–Tartamudeó un poco articulando esas palabras. Era adorable. Después sonrío.
Cuando iba a pasar por la puerta, puse el brazo impidiéndole el paso. Vi que se asustó un poco, ya que fue un movimiento rápido.
–Soy Natalia, no me había presentado–. Mantuve la misma cara, no mostraba ninguna expresión.
–... Claro, yo Alba–. Sonrió tímidamente al suelo.
–Pues encantada Alba–Dije con la misma actitud, tal vez un poco más pícara.
–Igualmente Natalia– Me miró. En ese momento fui yo la que se puso nerviosa, me miraba con seguridad esta vez.Quité el brazo de la puerta, ella se adelantó y fue a saludarlas a todas. Cuando yo fui vi a María interrogándome con la mirada. Yo aún seguía sorprendida por Alba. Se levantó me cogió del brazo y me llevo un poco aparte.
–Natalia, estás roja.
–No estoy roja.
–Natalia, hacía mucho tiempo que no te veía roja, no me jodas. Te conozco.–Dijo mirándome fijamente.
–María de verdad. No me pasa nada. Tengo calor, tal vez sea eso. Y si me viste roja hace
poco. No te montes paranoias. Estoy bien. Gracias.
–Natalia, eso espero, pero sabes que me lo puedes contar todo y que no va a ser una molestia para mi. No sé por qué me esfuerzo en recordártelo.
–María, de verdad–. Ella asintió y fuimos con las demás.Oí el nombre de Alba entre la multitud. Me gustaba ese nombre, Alba. Aunque puestos a ser sinceros no solo me gustaba su nombre, me gustaba ella.