[Capítulo Dos]🎵"Slow Hands", Niall Horan

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Yo nunca me quedaba más del tiempo del entrenamiento porque siempre me iba a tener sexo, pero sabía muy bien que Carter era de los pocos que se quedaban después de las seis para hacer algo más de pesas. Ayer decidí quedarme haciendo algunos saltos en los trampolines para hacer tiempo y tener un momento para hablar con Carter antes de que se fuera. Él se quedó en el gimnasio de pesas que está al lado de la cancha de trampolines y Mark, otro de los del equipo, se quedó haciendo pesas también.

Ahora yo solo necesitaba que Mark se fuera para quedarme a solas con Carter y así sucedió, una hora después nos quedamos solos. Mark terminó su rutina de pesas, se dio un baño corto, se despidió de ambos y se fue. Media hora luego de eso, Carter terminó la suya y yo disimuladamente lo seguí a las duchas unos minutos después.

Cuando entré a aquel baño lleno de vapor encontré a Carter totalmente desnudo bajo una regadera. Su cabello rizado destilaba en agua que se deslizaba hacia su pecho peludo que húmedo me ponía vigorosamente erecto. Con Carter en lo sexual yo no tenía que disimular ni tantear el terreno. Él ya había estado dentro de mí y viceversa. Yo sabía que solo tenía que acercarme a él, apoyar mi erección contra su pierna, morder su hombro y acariciar su pecho peludo y húmedo. Si él quería, las cosas se darían y sino, pues no. Sin embargo, ahora era distinto. Yo no quería un acostón, yo quería salir con él y hacerlo sonreír e intentar que tuviéramos algo más allá del sexo.

Me desnudé también y me dispuse a darme en una ducha junto a él. En los baños de los gimnasios hay varias regaderas una después de la otra, sin puertas, paredes, ni cortinas. Cuando es el caso en que estamos el equipo completo, todos nos bañamos juntos y desnudos, uno al lado del otro sin problemas. Sin embargo, en caso de que solo hayamos dos o tres, es costumbre que nos bañemos en regaderas que estén muy separadas entre nosotros, usualmente en las esquinas. Anoche yo me coloqué en la regadera que estaba justo al lado de Carter. Estoy seguro de que esa fue la primera señal para él de que yo estaba en busca de algo.

De reojo lo vi sonreír cuando el agua tibia comenzó a bajar por mi cuerpo desnudo también.

—¿Quieres que vayamos a cenar juntos luego de salir de aquí? —le pregunté volteando a mirarlo. Él volteó también y me miró con el ceño fruncido—. Conozco un lugar cerca de aquí donde venden los mejores tacos de Chicago —expliqué.

Carter se veía confundido. Es claro para mí que para hombres como él y como yo, quiénes hemos vivido nuestra sexualidad desde una perspectiva tan casual y con encuentros sin trascendencia de sentimientos, es raro hablar de ir a comer tacos. Nosotros somos hombres de cogernos, irse cada uno por su lado y si te he visto, no me acuerdo. Sin embargo, yo quería intentarlo.

Le sonreí, casi queriendo hacerle saber que no estaba bromeando, que sí lo estaba invitando a salir. Él apoyó su brazo derecho contra la pared de azulejos blancos frente a nosotros y puso su frente sobre dicho brazo, se notaba confundido y volvió a mirarme con una sonrisa encantadora y sin levantar la cabeza. En ese momento yo vi mi problema resuelto. Ese mulato con esos ojos azules tan preciosos estaba destinado a ser el amor de mi vida.

En seguida Carter miró mi pene erecto, se enjabonó la mano y comenzó a masturbarme. Yo recordaba el toque electrizante de aquella mano tan grande y llena de venas. Me estremecí y gemí en seguida. Pensé en detenerlo, sabía que había un gran riesgo de que tuviéramos sexo en las regaderas y que luego no quisiera tener ningún otro contacto conmigo. En todo caso ir a comer tacos y luego coger sería mejor opción. ¿Pero a quién iba a engañar? Ya estaba siendo masturbado por este hombre tan sexy y no iba a negarme a que esta situación sucediera, porque simplemente ya el placer que estaba sintiendo no iba a dejar que lo detuviera.

Me acerqué aún más a él hasta quedar ambos bajo la misma regadera, me apoyé sobre su pecho peludo y lo acaricié con mis manos lentas como el sudor que se desliza por su pecho cada vez que entrenamos. Pellizqué sus tetillas con suavidad y lo besé en los labios mientras él seguía masturbándome y haciéndome vibrar. Enredada entre los pelos de su pecho encontré una cadena de oro que colgaba de su cuello. Nunca la había visto, tiene un dije de un dragón abrazando una espada. Le sonreí como preguntándole de qué se trataba.

—Juego de tronos —me dijo. Yo me eché a reír.

Estando tan cerca de él nuevamente volví a ver cosas que nunca había olvidado... aquellas hermosas pecas sobre la piel canela de sus mejillas y de sus hombros, y su sexy nariz fina y de forma triangular. Lo hice que rodeara mi cintura con sus brazos peludos y nos comimos las bocas, en ese momento sentí que estaba en el cielo. Mientras nos besábamos metí mis dedos dentro de los pelos de su barba y sentí su mandíbula una vez más, allí recordé la primera vez que habíamos tenido sexo en tiempos de Universidad cuando él no usaba vello facial. Ahora todo comenzaba a verse tan claro, yo había encontrado el amor justo después de mi catarsis.

Lo aparté de mí moviendo mis manos y mis labios con suavidad desde su cara hasta sus pectorales peludos y tetillas erectas. Bajo su pectoral derecho busqué aquel lunar tan sexy que solo puedes ver si buscas entre los pelos de su pecho, otro detalle que nunca olvidé y que tanto me gusta de él. Lamí su lunar y continué bajando hasta su abdomen peludo y duro como una piedra, y ya de rodillas llegué a su ombligo donde metí mi lengua. Con una de mis manos llegué hasta su pene y con la otra hasta sus testículos y comencé a jugar con él. Tenía el vello púbico recortado, pero seguía teniendo pelo hasta el inicio del tronco del pene y en los huevos. Seguí bajando con mi boca hasta que finalmente llegué a su falo y comencé a lamerlo sin soltar sus testículos. Lo escuché gemir. Introduje todo lo que cupo de su pene en mi boca, ya que es un pene realmente digno de una estrella porno y es imposible que me entre completo. Comencé a meter y sacar su miembro de mi boca cada vez más y más profundo hasta que comencé a tener arcadas. Entre más entraba más yo movía mi lengua adentro para acariciarlo. Luego lo saqué y me metí sus testículos peludos en la boca, son unos huevos muy grandes pero haciendo un poco de fuerza pude meterme ambos al mismo tiempo y mover mi lengua adentro para masajearlos. Se sentían riquísimos los vellos recortados de sus huevos acariciando el interior de mi boca. Mientras me comía sus testículos comencé a masturbarlo y lo hice gritar de placer. Yo recordaba muy bien que a Carter le gustaba que yo le hiciera esto.

Saqué sus huevos de mi boca y lo miré a los ojos. Carter ya estaba agitado y extasiado, pero en ese momento no había nada que yo quisiera más que satisfacerlo aún más.

—Penétrame la cara —le pedí con lujuria mientras el agua de la regadera seguía cayendo sobre nosotros. 

La Bitácora Homosexual de Rey James Del ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora