[Capítulo Once]🎵🎄"Navidad sin ti", Marco Antonio Solís

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ESPECIAL DE FIN DE AÑO 2018 - PARTE 1 

Nos quedamos en silencio por un par de minutos, ambos sin saber qué decir y haciéndonos reír el uno al otro. Es imposible negar la complicidad que está naciendo entre ambos. Yo me reía nervioso y a él le causaba gracia y se reía también de forma tierna, con esa sonrisa que me pone las piernas débiles y que me hace suspirar y soñar con que Eros y yo quedamos juntos al final de la película sobre mi vida. Aún sin hablar Eros se sacó unos calzoncillos del bolsillo y me los pasó. Había rescatado mi ropa interior de algún lugar del hammam, lo cual me causó tanta gracia que no pude hacer más que guardar mis calzoncillos en el bolsillo de mi gabardina y continuar riéndome.

Cuando las barreras y la cautela habían caído decidí ser yo quién rompiera el hielo, ya que el hielo de la Fuente de Buckingham era irrompible, pero el hielo entre Eros y yo no era más que una falacia que disimulaba el hecho de que la tensión sexual y sentimental entre nosotros se sentía como chispas de fuego ardiendo entre nosotros y que solo él y yo podíamos ver.

Saqué mi celular y le mostré el mensaje que me había enviado y su foto de perfil.

—No tienes barba en esta foto —señalé y Eros volvió a echarse a reír haciéndome suspirar y confirmar que yo definitivamente estoy enamorado de su sonrisa y de todo él. Se tocó y rascó la barba de una forma tan involuntariamente sexy que me hizo tambalear y entonces volví a escuchar su voz algo rasposa, tan profunda y sexy que parece evocar los sonidos de mi felicidad, mi seguridad y mi plenitud.

—En realidad dejarme la barba es algo nuevo que estoy intentando —me dijo—. No sé, supongo que quería un cambio de look.

¿Un cambio de look? No sabía que se necesita cambiarse el look cuando ya se es perfecto. Sin embargo, agradezco el cambio también, temporal o no, es bueno saber que este hombre con barba o sin barba, cuando sea y donde sea, en la noche mas larga y en el día más corto, en el calor de las tradiciones turcas o en el frío intenso del invierno de Chicago siempre me llena de ganas de vivir y de disfrutar la vida con él. Yo seguía con miedo a equivocarme nuevamente, pero con Eros todo es distinto, porque sus ojos azules me dejan ver que está tan ilusionado como yo, y esta vez yo no tengo que forzar ese pensamiento, porque esto que ambos sentimos, es palpable e innegable.

—Me gustas de las dos formas —le dije entonces.

"Me gustas", se lo dije. No sé que tanto hacía falta que le confesara lo evidente, pero con mis palabras disipé cualquier cabida a la mínima duda. Sin embargo, mentí, porque gustar es una cosa y amar es otra, y yo me he enamorado de Eros a primera vista. Él se quedó paralizado por unos segundos y como un niño que por primera vez se enamora en el kínder no pudo disimular un poco de vergüenza y sus mejillas sonrojadas. Pero nosotros no somos niños, somos hombres adultos de pelo en pecho y yo soy uno con hambre de vivir, sin miedo y sin tiempo para andarme con rodeos; a estas alturas de mi vida y con esta tormenta de cosas que me está provocando mi hombre argentino tengo que decir las cosas de frente aunque pueda incomodarlo. De hecho, pensé en corregir mi frase y decirle que en realidad lo amo, pero las psicofonías del desamor me hicieron retroceder un poco.

Nos seguíamos mirando a los ojos y lo vi buscar desesperadamente las palabras correctas sin poder encontrarlas. No esperaba que me dijera que yo le gustaba también, ni siquiera lo necesitaba porque yo lo sabía, pero si esperaba que me dijera algo que por lo menos no me cortara las alas.

Eros no encontró las palabras y bajó la cabeza.

Lo que yo menos quería era que se sintiera mal o con la obligación de decir algo que yo estaba listo para decir, pero que quizás él no, aunque sintiéramos lo mismo. Casi por instinto lo tomé de la mano y él volvió a mirarme a los ojos. Sonreímos nuevamente. Sin decirle nada comencé a caminar y lo saqué del área de la fuente, él me siguió sin preguntar y sin decir nada, como si confiara en mí. Yo sabía adonde quería estar con él, quería llevarlo a un lugar donde aunque durante varios fines de año quise visitarlo acompañado de una pareja siempre lo visité solo, porque ningún hombre fue lo suficientemente importante para mí como para compartirlo con él. Ese era el único lugar donde por unos minutos yo podía despertar y recordar que yo era más que un ser únicamente sexual. Tenía todo el sentido visitarlo con el hombre que me había hecho despertar por completo.

La Bitácora Homosexual de Rey James Del ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora