Un jugador de dodgeball homosexual que en secreto escribe una bitácora de sexo en Wattpad donde detalla sus fascinantes y calientes encuentros y experiencias sexuales con otros deportistas y fanáticos, los pormenores de su vida promiscua, y da conse...
Luego de mi catarsis he tenido dos encuentros cercanos del tercer tipo:
1. Un alien viejo conocido a quien de repente en un mareo vi vestido de príncipe azul y por eso dejé que me abdujera y que hiciera experimentos dentro de mi cuerpo para que luego me tirara de su nave espacial como si fuera una bolsa de basura.
2. Un extraterrestre de un planeta celestial que se mostró como mi eros, para luego quitarse la máscara y mostrarme que no solo es mi eros, sino también mi philia, mi ágape y todas las formas de amor que un humano pueda sentir.
Con el primero me acosté y con el segundo no. No me arrepiento de ninguna de las dos situaciones, si no hubiese cometido el error con el primero, lo hubiese cometido con el segundo y entonces me sentiría peor de lo que me siento ahora.
La realidad es que aquel ser que es tan perfecto que no me queda más que llamarle extraterrestre de un planeta celestial me asustó. Estuve tan cerca de dañarlo todo con él que tuve miedo y huí. Lo alejé de mí. Y aunque me enorgullece haberme cuidado a mí mismo, me pesa no tenerlo ahora conmigo. Debo confesar también que todas las veces que me burlé del amor a primera vista regresaron a mí como un karma ineludible, porque he sido yo ahora quien ha caído en su sortilegio, porque sí, me he enamorado a primera vista.
Sin embargo, he marcado el contador de relaciones en menos uno, porque siento que aunque él si tiene el potencial para que tengamos una relación seria, ya lo perdí.
Xx.
P.D.: A todos los hombres a los que durante una eyaculación y entre jadeos les grité "te amo", debo decirles que retiro lo dicho (perdón). Nunca sentí el amor de pareja por nadie antes de este hombre a quien acabo de conocer.
No dormí casi nada, después de que llegué al apartamento no pude dejar de pensar en lo que había pasado con Eros. La escena final se repetía una y otra vez en mi cabeza. Yo había salido del cuarto de baño corriendo, no tomé la ducha que se recomienda luego del hammam, entré a los vestidores enseguida y comencé a vestirme sin ni siquiera secarme. Lo hice tan rápido que cuando llegué a mi habitación y comencé a desvestirme me di cuenta de que mi camiseta me la puse al revés, nunca me subí la cremallera del pantalón y mi ropa interior la dejé en algún lugar porque no la tenía puesta.
Eros me había seguido a los vestidores en toalla mostrándome ese cuerpo que me tiene loco y esos ojos azules que me tienen hipnotizado.
—¿Puedes explicarme qué sucedió? —me preguntó—. Me siento tan mal, ¿Fue tan incorrecto besarte?
¿Incorrecto? No, en realidad fue perfecto, fue demasiado perfecto y por eso me eché a correr. Quería ser sincero, si lo hacía sonaría como un enfermo mental, un mentiroso, un obsesivo o un hombre patético, pero yo suponía que la impresión que había dejado en él cuando corrí ya era demasiado mala y no podía empeorar. Además era posible que no volviéramos a vernos nunca, así que decidí hablar porque necesitaba ser sincero con él.
—Escucha Eros —le dije deteniéndome un segundo y casi sin mirarlo—. Yo sé que te han de haber dicho que yo soy el hombre más fácil y promiscuo del mundo deportivo y quizás tengan razón, también es cierto que no me cuesta nada tener sexo casual contigo esta noche cuando es lo que... —me detuve un momento, tomé una bocanada de aire y continué hablando—, cuando es lo que más quiero ahora mismo porque ni siquiera quiero mirarte porque me voy a desmayar de lo mucho que me gustas. Pero no es solo eso, siento que en tan poquitas horas de conocerte me he enamorado de ti y me he pasado la noche entera imaginándome que tú y yo nos casamos y vivimos juntos para siempre y como sé que tú no sientes lo mismo porque acabamos de conocernos, prefiero huir de ti antes de salir herido —lo miré y él estaba completamente inmóvil y sin palabras o expresión—. Puedes salir corriendo —dije finalmente.
Le pedí que huyera de mí pero no lo hizo, se quedó en frente mío, mirándome sin decir nada por varios segundos que fueron interrumpidos por una notificación en mi celular. Mi Uber había llegado. Caminé hacia la puerta sin decirle nada y él me detuvo sosteniéndome del brazo.
—¿No vas a esperar a que diga algo? —me preguntó—. Puedo llevarte a tu casa.
—No —respondí, me solté de él y abandoné el lugar.
La siguiente mañana volví a evitar a Brooklyn y me fui al entrenamiento donde volví a evitar a Carter. No fue mi mejor día en lo físico ya que me pasé el entrenamiento con sueño, pero sobreviví y abandoné el gimnasio tan pronto como pude. Antes de salir el entrenador me preguntó cómo me había ido con el representante de Nike.
—Bien, estamos negociando —le mentí sin dar muchos detalles y me marché.
Cené solo en un restaurante de ensaladas mientras escuchaba tangos de Gardel en mi celular, tangos que yo aún quiero bailar con mi hombre argentino aunque quizás ya no se pueda.
Llegué muy temprano esa noche al apartamento. Cuando estuve en la puerta apunto de abrir recibí un mensaje de texto de un número desconocido y lo leí inmediatamente.
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Suspiré al leer el mensaje. Es él, y aunque sale con la barba afeitada, se ve tan hermoso, sexy y distinguido en su foto de perfil que volví a tambalear. Quise decirle que sí al instante porque me muero de ganas de volver a verlo. Pero también quería decirle que no porque me muero de la vergüenza por haberle declarado mi amor justo cuando acababa de conocerlo. Decidí que era mejor entrar al apartamento, tomar una decisión sobre Eros mientras tomaba una ducha y luego responderle. Sin embargo, al entrar, me llevé una gran sorpresa: Brooklyn estaba en medio de la sala de pie, de espaldas y solo vistiendo calzones de hilo de dental que dejaban ver unas nalgas perfectamente redondas y firmes. ¿Cómo es esto posible? Tantos años viviendo juntos y nunca haberlo visto ni siquiera en toalla porque es de los que entran a bañarse y salen ya vestidos... ¿Para que hoy precisamente me enseñe las nalgas así sin avisar?
—Oh, hola —me dijo con su acento scouse que aveces me cuesta tanto entender, y muy quitado de la pena a la vez que se volteó cuando sintió que abrí la puerta—. Supuse que ahora la regla es caminar en ropa interior en medio de la sala —continuó, dejándome atónito y sin palabras, mirando el imponente bulto que deja ver la pequeña tanga en la parte delantera.