Eran exactamente las siete cuando el sonido de la moderna cafetera de nuestra habitación de hotel me despertó de aquella fantasía que estaba soñando despierto en la que Eros y yo, en vez de irnos a Las Vegas, nos escapábamos juntos a Argentina en donde él me llevaría a bailar tango en las calles de Buenos Aires y cumbia villera en algún lugar de su pueblo, me enseñaría a esquiar en Bariloche y a como preparar el perfecto asado argentino en el patio de la casa de sus padres luego de haberles confesado que es homosexual y que va a casarse conmigo. Me quedaría dormido recostado en su pecho peludo mientras tomáramos sol en Mar del Plata y beberíamos mate del mismo recipiente. Sin embargo, la realidad es otra. Ambos teníamos el compromiso de estar en la ciudad del pecado, de estar allí juntos pero no revueltos, y sin derecho a pecar de lujuria o de amor de el uno al otro.
Puse los cafés en las mesitas de noche en nuestros respectivos lados de la cama, el suyo con dos de azúcar y el mío con ninguna. Tenía que despertarlo, a las nueve y media salía nuestro avión de San Luis a Nevada y aunque ya no teníamos mucho que empacar el tiempo apremiaba. Sin embargo, verlo dormir con su garbo particular es algo que me deleita, es casi como si de mi bello durmiente personal se tratara, aquel príncipe sobrenaturalmente perfecto que yace con elegancia sobre nubes, esperando que yo, el humilde humano, lo despierte con un beso. Tomé su cámara de fotos vintage de entre sus cosas y no pude evitar tomarle fotos a sus párpados cerrados y sus cejas gruesas, a sus nalgas desnudas, a sus tetillas casi perdidas entre los pelos de su pecho, a los dedos de sus pies y finalmente a la cumbre física de su identidad de macho, su pene que ahora es mío así como el mío es solo suyo. Tenía que documentar aquella mañana tan perfecta porque yo tengo muy claro que algo tan perfecto como el enlace electrovalente entre Eros y yo al ser expuesto a elementos externos dañinos como el darle más valor al oro, al níquel y al cobre que a los sentimientos, tiene el potencial de forzadamente dejar de funcionar, aunque el afecto nunca caduque.
Los clics de la cámara y sobre todo el olor del café colombiano, sin embargo, lo despertaron por mí aunque no abrió los ojos hasta que sintió mis labios besando los suyos. Nos dimos los buenos días, tomamos café abrazados mirando el amanecer a través de la ventana, y nos bañamos juntos, él sentado en la bañera con el agua cubriéndolo hasta su abdomen definido y yo sentado sobre él enjabonando su pecho de macho, sus axilas peludas, su barba, su nariz y su frente mientras su erección salvaje, ansiosa, intranquila y poderosa me acariciaba el perineo.
—Dímelo una vez más —le pedí y mi hombre sonrió haciendo que mi piel se erizara una vez más.
—Sí —dijo sin titubear, seguro de qué era aquello lo que yo necesitaba que continuara repitiendo y lo que aún me hace estremecer de gozo— Sí, sí —continuó diciendo. Eros ha aceptado y vuelto a aceptar ser mi novio, mi chico, mi hombre, solo mío y que yo sea solo y exclusivamente suyo, y yo me siento completo, con un destino interesante, un propósito y mil razones para sonreír.
Tuvimos sexo una vez más antes de salir del baño porque el hambre entre nosotros continúa insaciable y bravía. Le entregué todo mi cuerpo y toda mi alma metidos en aquella bañera llena de agua tibia jabonosa y dos machos ardiendo de amor y lujuria. Luego que se corrió dentro de mi cuerpo y terminamos de bañarnos; nos alistamos, empacamos y dejamos la habitación en donde habíamos consumado nuestro amor por primera vez.
Como no sería sorpresa para nadie el avión casi nos deja, pero aunque fuimos los últimos, afortunadamente logramos abordar en la primera clase del Boeing 737. Desayunamos juntos en el avión y volvimos a discutir los últimos detalles para llevar a cabo nuestro plan romántico secreto para estar juntos en Las Vegas aunque oficialmente estuviéramos hospedados en habitaciones distintas. Luego de eso, ya casi al final del vuelo, y con un cambio en su semblante que para mí fue muy evidente, Eros me habló un poco más serio e indiscutiblemente preocupado.
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La Bitácora Homosexual de Rey James Del Rey
RomanceUn jugador de dodgeball homosexual que en secreto escribe una bitácora de sexo en Wattpad donde detalla sus fascinantes y calientes encuentros y experiencias sexuales con otros deportistas y fanáticos, los pormenores de su vida promiscua, y da conse...