[Capítulo Seis]🎵"Shallow", Lady Gaga & Bradley Cooper

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Eros y yo no parábamos de reír al ver la pizza de arúgula que nos sirvieron en Etta.

—Creo que nos tocó comernos el jardín del restaurante —bromeó él haciendo referencia a la montaña de hojas de dicha planta que había sobre la masa de la pizza, y ambos nos echamos a reír.

No podía creer lo que estaba pasando, estaba teniendo una cita. Y sí, no era una cita oficialmente, pero ni durante nuestro trayecto en el batimóvil, ni en el restaurante, ni él, ni yo habíamos pronunciado las palabras nike, dogeball, negocio, contrato o agente. No éramos más que dos hombres que se acababan de conocer y estaban tomando vino y comiendo pizza en una restaurante de Chicago, en una mesa pequeña y con una vela encendida en medio de ambos. Es cierto que el trayecto en el auto fue incómodo y que las pocas palabras que cruzamos fueron referentes a que ninguno conocía la canción que estaba sonando en la radio, también es cierto que mientras esperábamos por nuestra mesa no hicimos más que mirarnos de forma incómoda y que cuando por fin pudimos sentarnos ambos cruzamos los brazos mirándonos en silencio visiblemente incómodos, pero también es cierto que la gracia que a ambos nos hizo la pizza sirvió para relajarnos y romper el hielo entre los dos. La velada se estaba dando como cualquier cita a ciegas, haciéndose épica poco a poco, y no es que yo hubiese tenido alguna cita a ciegas real antes, pero por lo menos así se dan en algunas comedias románticas.

La pizza, sin embargo, nos sorprendió. Simplemente estaba deliciosa y la disfrutamos juntos.

Ya en más confianza me atreví a hacerle conversación a Eros... ¿De qué valía que bloqueara la lujuria e interés que me produjo este hombre desde que lo vi de cerca por primera vez? De todas formas era posible que no fuera gay, que estuviera casado y con hijos, que solo estuviera conmigo por trabajo o que simplemente yo no le gustara y ya. Si eso sucedía al final de la noche yo me encerraría en mi habitación, me masturbaría pensando en él, con suerte nunca estaríamos involucrados en ningún negocio de nada y nunca más volvería a verlo.

Haciéndole conversación descubrí que también tiene treinta años y, que es argentino y posiblemente familiar del escritor también argentino Jorge Luis Borges. Me contó que vivió en Argentina hasta los dieciocho años cuando se fue a Nueva York para estudiar en la Universidad Columbia. Yo, por mi parte, me vi bailando tango con él en las calles de Buenos Aires.

—Te ves tenso —le dije. Era cierto que con el paso de la velada y luego de la pizza ambos nos habíamos relajado un poco, pero seguía notándolo muy nervioso y eso estaba bloqueando mi fantasía en la que Eros y yo teníamos la primera cita y nos enamorábamos. Sí, yo estaba soñando despierto. En ese momento yo no sabía bien que quería que pasara entre nosotros porque de una forma u otra no quería otro acostón en la lista, pero no podía negar tampoco el cosquilleo en mis testículos que provoca ese hombre de cejas oscuras y ojos azules, y me estaba dejando llevar.

Él se hecho a reír, se aflojó un poco la corbata mostrándome los pelos de arriba de un pecho muy fuerte y prometedor, y cambió su posición a una más cómoda casi tirándose en el espaldar de la silla.

—Perdí la cita con mi masajista por venir a verte —dijo entonces.

"Por venir a verte", este hombre vino a verme. Era definitivo que me estaban sucediendo cosas con este hombre, yo estaba perdido, me estaba enamorando nuevamente de un hombre que acababa de conocer y que tiene todo el potencial para romperme el corazón. En plena conciencia me estaba haciendo ideas falsas ya que este hombre vino a verme para hacer un negocio conmigo y yo lo sabía muy bien... el masoquismo sentimental es últimamente como una droga para mí, mi forma personal de autoflagelo, me estaba haciendo daño a propósito.

—Yo también suelo tomar masajes —le dije después de suspirar.

—¿Qué tipo de masajes? —preguntó él entonces.

—Bueno el fisioterapeuta del equipo nos da masajes a cada uno semanalmente, pero en realidad tengo un amigo que es dueño de un lugar aquí donde hacen hammam para hombres y esos son los mejores —respondí y él me miró confundido—. Hammam son baños turcos, es una tradición milenaria, una especie de spa masculino al extremo por así decirlo —le expliqué mientras él me escuchaba muy atento—. Te dan un baño profundo que es excelente para exfoliar la piel y también un masaje intenso, el mejor masaje que te puedan dar. Sales de allí más relajado y limpio de lo nunca has estado en tu vida.

Hubo un silencio largo luego de que dije eso. Eros se notaba más relajado cada vez y me estaba mirando de una manera que parecía mezclar el interés y la fascinación. Interés quizás por el hammam, fascinación quizás por mí... en mis sueños. Volví a sonreírle casi invitándolo a decir algo.

—Disculpa, me quedé... atontado —dijo—. Verás, siempre he dicho que cuando llegue a la cima de mi éxito contrataré una masajista permanente para que vaya conmigo a todas partes como si de mi asistente se tratara y que esté lista para darme masajes en cada momento que yo lo necesite. Con eso quiero decirte que soy fanático obsesivo de los masajes y el hecho de nunca haber experimentado o ni siquiera escuchado sobre uno de esos masajes/baños turcos me parece inconcebible —me explicó sonriendo.

Yo me eché a reír, pero en silencio tuve mil ideas. ¿Una masajista?¿No podía contratar mejor un masajista hombre? Porque si es así que me diga dónde llenar la solicitud y yo en seguida cambio de carrera. Pensé también en Mavi, mi amigo turco dueño de un spa/hammam que conocí gracias a que es fanático de los Chicago Thunderstorms. Constantemente me invita a ir a tomar tratamientos gratis y aunque la única vez que fui salí extasiado de placer y siempre he tenido ganas de volver, nunca lo hice. Quizás podía intentar que esa misma noche me atendiera a mí y a Eros en horario nocturno. Mientras seguíamos hablando de masajes, quiroprácticos, spas y relajación le envié un mensaje a Mavi, sabía que pedir un hammam doble y de improvisto era quizás un abuso, pero nada perdía con preguntar.

—Awww, estoy obsesionado con esa canción —le dije a Eros cuando en el restaurante sonó la canción "Shallow" de la película "A star is born".

—Todos estamos obsesionados con esa canción —dijo él abriéndose ya en muchísima más confianza—. ¿No te parece que esa canción habla de ninguno de nosotros, pero a la vez de todos? —me preguntó.

Yo asentí y en ese instante sentí que me derretía. Pero no iba a permitir caer en el suelo desmayado cuál helado desparramado. Una corriente de valentía y una ansia de transgresión entró en mí en ese momento, me puse de pié y aunque se trata de un restaurante donde todos comen sentados en sus mesas y la gente solo se levanta para ir al baño, me atreví a invitarlo a bailar. Eros se quedó inmóvil, como si no pudiera entender lo que estaba sucediendo y no supiera qué hacer... y a la vez como si las dos botellas de vino que nos habíamos tomado, la pizza y la canción hubiesen sido los causales de ese impulso que ambos habíamos tenido. Porque aunque en un segundo sentí miedo de quedarme en medio del pasillo y ser rechazado por Eros, solo faltó un instante para darme cuenta de que no sería así.

Eros se levantó de su silla y se colocó frente a mí sonriendo en complicidad. En ese momento éramos dos hombres adultos siendo transgresores, haciendo una travesura. Fue raro al principio, no sabíamos si poner las manos en los hombros o en la cintura del otro y eso nos causó más gracia aún. Al final nos sentimos cómodos con tomarnos de ambas manos, entrelazar nuestros dedos y poner los brazos en nuestros costados, miré su sonrisa inmensa que me desarma y suspiré. Me acerqué aún más, apoyé la cabeza en su hombro y bailamos ante las miradas de ilusión de un público que se derretía de amor al vernos.

—"Crash through the surface where they can't hurt us" —canté siguiendo la canción, reposando en su hombro y sintiendo su olor a príncipe de buenos sentimientos.

—"We're far from the shallow now" —continuó él.

Cuando salimos del restaurante recibí un mensaje con la respuesta de Mavi. Pude cortarle las alas a lo que fuera que estaba sucediendo en ese momento entre Eros y yo, pero algo me decía ambos teníamos la misma hambre.

—Si quieres podemos tomar un hammam juntos, ahora mismo —le propuse antes de que entráramos al batimóvil, él me miró incrédulo—. Estoy hablando en serio —aclaré, él me miró a los ojos y volvió a sonreír con la misma sonrisa de siempre, aquella que me hace pedazos.

La Bitácora Homosexual de Rey James Del ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora