3

1.6K 163 13
                                    

--Señorita Tsukino, es usted conciente que no admito errores-- frotaba sus sienes --Odio los errores.

--Lo siento señor, puedo corregirlo, solo debo redactar un correo explicando que me equivoqué de destinatario-- mi voz era vacilante, estaba evitando a toda costa no tartamudear.

--además, ha llegado tarde estos últimos días, es inaceptable.

--verá, señor mi madre ha estado muy enferma y por eso me ha retrasado un poco en este tiempo.

--Si usted no era lo suficientemente capáz de cumplir con este empleo no debió suplicar por el de forma tan humillante como lo hizo, solo para después ser una total incompetente-- se levantó de su silla y suspiró --no creo que usted pueda continuar trabajando para mí.

no podía creer lo que ese hombre me estaba diciendo, ni si quiera había entendido el hecho de que mi madre estaba enferma y ese era el motivo de mis descuidos y llegadas tarde. Sabía que él tenía razón, pero yo necesitaba quedarme aquí, tenia la necesidad impoluta de mantener este empleo y no estaba dispuesta a perderlo.

--Señor-- trató de que su voz no se quebrara al pasar de sus palabras, necesitaba hacer entrar a ese hombre testarudo y de pésimo carácter en razón, así que inhalé todo el aire que mis pulmones podían recibir, tenía que volver a suplicar e incluso quizá utilizar mis encantos femeninos para persuadir al señor Chiba--haria cualquier cosa que usted me pida-- mi voz sonó un tono más agudo y mis ojos eran un poco más brillante, ridículo, soy patética.

--Está despedida y sus insinuaciones no me afectan en absoluto. Usted no me atrae ni un poco como mujer-- Se levantó de su cómodo sillón de cuero negro y caminó hasta el gran ventanal que regalaba una magestuosa vista de aquella ciudad vanguardista como lo era Londres. --pase por recursos humanos y recoja su liquidación por estos tres meses.

Un par de lágrimas traicioneras brotaron de mis ojos, eran lágrimas de impotencia y frustración, quizá un poco de ¿decepción?. No podía creerlo, en tan poco concepto me tenía que no era capaz de verme como mujer. Y entonces ahí  comprendi que el dolor de perder el empleo no era tan doloroso como ser rechazada de una forma tan vergonzosa y humillante.

Él, ese hombre frente a mi contemplando la inmensidad de Londres, ese hombre frío e imperturbable, era inalcanzable para mi, porque si, en este tiempo le había entregado mi corazón sin si quiera ser notado alguna mísera vez, cada esfuerzo por hacer las cosas bien, todos mis sacrificios fueron en vano.

Me enamoré de cada gesto, su forma tan meticulosa de analizar las cosas, esos hermosos cabellos azabaches, me había preguntado tanta veces como se sentirá ante el tacto, esos penetrantes ojos azulados que jamás le habían regalado una mirada innecesaria, me enamoré sola, en la lejanía, me enamoró de aquello que Darien  le entregaba a otros, como pequeñas sonrisas que dejaban a la luz de sus ojos sus hermosas perlas y me encontré pensando una que otra vez, que se sentiría ser besada por él, como se sentirían sus manos. Pero  hoy más que nunca estaba conciente que ese hombre era más lejano que el horizonte y mi corazón se rompió en mil pedazos, aún cuando yo me sentía que no era merecedora de tanto sufrimiento.


Hagamos un trato Donde viven las historias. Descúbrelo ahora