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El azabache entró a su casa un poco más tranquilo, la mitad de sus problemas se habían solucionado, pero aún faltaba una parte realmente importante. Su esposa, hace casi un mes no dormían en la misma habitación por qué ella no lo permitía y él para no hacerla enojar en su estado habia aceptado ser hechado de su habitación de no muy buena gana.

Pero ya era suficiente, había aceptado el profundo amor que sentía por ella, y no había podido acercarse a menos de dos metros de distancia. Terrible.

Entró a su habitación y encontró a Serena peinando sus largos y rubios cabellos sentada frente al espejo. Por un momento deseó que su hija naciera con el mismo color de cabello de su amada, volvió al mundo bajo sus pies cuando la voz seria de su esposa lo hizo aterrizar.

--que quieres-- no fue pregunta, fue una orden, pero él era Darien Chiba y no temblaba ante nadie, excepto ante la mirada gélida que le daba su esposa a través del espejo.

--tenemos que hablar, ¿no crees que ya es tiempo? Te extraño y...

--anda con Beryl, ella te necesita más que yo-- fue interrumpido abruptamente.

--Sere-- habló en tono suave, se sentó en el borde de la cama aflojando su corbata. --hablé con ella, su hijo es mío.

--vete de aquí-- escupió en respuesta, estaba dolida, triste, abatida y derrotada, no veía salida en su vida, todo lo malo que podría pasarle a alguien le estaba pasando a ella y se sentía como una bola de hierro sobre su cabeza.

--dejame terminar de hablar y si quieres luego me iré, por favor-- solo le respondió el silencio y pudo ver la duda bailando en los ojos azul tormentoso de su esposa, así que prosiguió a hablar

--Ella tiene unas semanas de embarazo más que tú, no te engañé, mi amor te lo juro, créeme por favor.

--Eso no cambia nada Darien Chiba.

--ademas, ella tiene una relación con Seiya Kou.

--¿qué?, ahora va de arrastrada con mi mejor amigo-- siguió peinandose, trenzando su cabello.

--¿por qué dices eso?, tú no eres así Serena.

-¿qué no soy así? Y dime Darien ¿cómo quieres que sea?-- Se levantó de la silla para encarar al hombre. --desde que nos casamos he luchado con uñas y dientes para ganarme tu amor y que he recibido a cambio, dolor, estoy sufriendo desde el primer día que te conocí y cuando pienso que estamos bien siempre pasa algo peor.

--lo sé, no te merezco pero soy egoísta, no quiero perderte, cariño por favor, vamos a intentarlo--. Nunca en la vida él había sentido la necesidad asfixiante de no perder a un ser querido, la agonía palpable de la distancia impuesta por el ser que más amaba y entonces comprendió que el amor duele, pudo entender muchas cosas que de manera egoísta e ignorante critico muchas veces en su perfecto pasado, ese donde su vida estaba perfectamente organizada, pero sin amor.

--¿sabes? A veces le pedimos tanto a un Dios que nos de eso que más anhelamos y él al ver nuestra insistencia nos permite equivocarnos-- creo que eso fue lo que pasó contigo, te amaba tanto que dejé pasar muchas cosas por alto y este es el resultado, entonces lo acepto, estoy pagando por lo que pedí con tanto afán.

--mi amor, no, no digas eso, yo te amo-- se arrodilló a los pies de su esposa-- Dame una sola oportunidad-- su voz quebrada era atisbo de que había empezado a llorar. Ella no podía verlo desde arriba, pero el cuerpo tembloroso y desesperado que se aferraba a ella era la fiel evidencia de que el llanto era invitado a la dolorosa reunión.

--ya lo he perdido todo, solo me queda mi hija, no creo que nada pueda dolerme mas que todo lo que me ha pasado, no quiero y no por que no te ame, si no por qué estaré obligada a convivir con un niño que aunque es inocente siempre estará en medio, siempre irás cuando enferme, en ocasiones como su cumpleaños, incluso lo traerás aquí por qué será hermano de mi hija, ¿sabes como me siento?-- ahora ella era la que no podía contener sus lágrimas. --me siento como la peor de las personas, la más egoísta al no querer compartirte con él.

--Sere, perdóname, por favor, por favor, no puedo desamparar a mi hijo con Beryl, pero prometo no obligarte a nada que no quieras, mi amor, además ella no va a molestarte, te lo juro-- se levantó ahuecando las mejillas rellenas de la mujer que ama. --dejame demostrarte que todo estará bien una vez, solo una vez más, te extraño, me muero por ti, te necesito en mi vida, a ti y a nuestra hija, déjame consolarte Serena-- la abrazó y ella correspondió, estaba triste, pero lo amaba, y esa era una verdad irrefutable.

--una más, mi embarazo no ha sido para nada tranquilo, necesito paz, quiero paz Darien ¿es mucho pedir?.

--Es lo menos que te mereces, eres un Ángel. Gracias, gracias por confiar en mí una vez más, soy lo peor del mundo, pero sin ti vengo a ser peor que nada. ¿puedo dormir aquí preguntó titubeante.

--si, creo que si vamos a hacer esto debemos hacerlo bien.

Se fueron a la cama, en medio de te promesas y miles te amo, algunos cuantos besos, con la esperanza instalada en los corazones de ambos de que todo iba a mejorar.

--¿te parece si mañana salimos a comprar cosas para la bebé-- Darien acariciaba la panza redonda de su esposa, dándole mimitos.

--me parece bien, Darien, me debes muchos helados.

--extrañaba tu olor, no volvamos a pelear nunca.

--esa es la idea--. Al final el cansancio les ganó, el peso de las emociones los hizo dormir profundo, ambos en los brazos de quién ama a pesar de todos.

Hagamos un trato Donde viven las historias. Descúbrelo ahora