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La despedida fué tranquila, Lita prometió cuidar de mamá el tiempo que estuviera fuera, y yo estaría en contacto cada día con ellas, en el avión me detuve a pensar en el tren de sucesos que me habian atropellado y  a penas había reaccionado.

--me había casado.

--quiza esté embarazada muy pronto.

-- iba en un avión, a mi luna de miel con Darien Chiba.  el hombre amaba.

Me di una bofetada mental, por pensar así, el no me amaba, no me quería, no me deseaba, era un trato de mutuo acuerdo. Dejé caer mis ojos a la mano de Darien,  dónde reposaba un anillo de oro sólido, no tenía necesidad de llevarlo pero aún así lo hacía, y yo tontamente me agarraba de cualquier hilo de esperanza, aunque pronto el peso de la realidad rompiera lo que sostenía mi fè. Miró mi mano y un hermoso anillo de oro, adornado por un pequeño y solitario diamante, sencillo y sofisticado, hermoso.

Hiperventilé, todo se me vino de golpe alterando mi ser, no podía, pero ya era tarde para arrepentimientos y remordimientos, había firmado mi sentencia en tinta negra sobre ese papel, le había mentido a todos, era la peor mujer del mundo, me merecía todo el dolor que estaba sintiendo en ese instante, fué un error, pero tenía la opción de salvar a mi madre, entonces no fuè tan mala. Quería gritar, gritar y desahogarse, deshacer el nudo que tenía atorado en la garganta desde que acepté esta locura de semejantes proporciones y luego, el me había besado y yo podía recordar cada milésima de segundo que duró ese beso, cálido, su aliento mentolado sus labios esponjosos, sin duda estaba enredada en una maraña de pensamientos que no me llevaban a ninguna parte, hasta que la voz un poco ronca de Darien me sacó de su trance o más bien crisis donde quería quedarme para siempre y revolcarme en mi miseria.

--Serena, calmate por favor, puedo entender un poco tu situación, no te preocupes, no soy malo, no pretendo tratarte mal, solo digo la verdad sin filtros, pero eso no es malo, yo no siento amor por ti, así como tú no lo sientes por mí-- dió justo en el centro de la diana, él desconocía totalmente mis sentimientos, y así seguiría por mucho tiempo. Asentí a lo que él decía con labios tembloros --Todo estará bien, estarás en un lugar muy bonito pasear, conocer, comprar ..

--¿Y tú qué harás?-- pregunté bajito.

--tengo una sucursal allá, aprovecharé para dar una vuelta y trabajar estos días, por su puesto te acompañarè a algunos lugares, no es necesario que vayas a la compañía, aquí no tengo amigos, así que puedes divertirte.

Intenté sonreír, pero no pasó de una mueca, que Darien ignoró para volver a mirar por la ventanilla del avión.

Dios,  deseaba tanto caminar de la mano de Darien por algún lugar con la luna como testigo y si, pasar las madrugadas llenando de besos húmedos el torso desnudo de mi esposo, porque ante los ojos de todos, incluso de nosotros mismos eso somos, marido y mujer, los señores Chiba. Quería amarrarme, anclarme a la cintura de este hombre desesperadamente ¿A qué horas me había lanzado a ese abismo? ¿En qué momento me perdí en esos flameantes ojos azulados?. Ni yo lo sabía a ciencia cierta, pero era algo que no sabía cómo iba a ocultar por tanto tiempo, necesitaba una estrategia y pronto.

Un rato más tarde había aterrizado el avión, el calor me abrazo y la brisa fresca me envolvió, sonreí, todo era maravilloso a pesar de las circunstancias, luego, al llegar al hotel, todo era mejor, la suite tenía un hermoso balcón con vista a los campos frutales, pintado de un blanco inmaculado y adornos sutiles, tal como a mi me gustaban, lo malo, tenía dos habitaciones, obviamente Darien no iba a compartir sábanas conmigo, un pinchazo a mi acongojado corazón, pero era lo lógico, no debía ilusionarme, sin embargo recordé que tenía un propósito, así que por ahora sonreíria siempre y aceptaría todo sin protestar.

Los días habían pasado rápido, había conocido muchos bonitos lugares al lado de la señorita Donovan, mi guía y de vez en cuando con mi esposo, nos tomaron fotos que subiemos a nuestras redes, igual las de la boda, la familia de Darien, estaba entre histérica y eufórica, él les prometió que pronto iríamos a visitarlos.

La mañana del día cinco, no me había levantado de la cama y eso que ya eran   las diez de la mañana y esto preocupó al azabache que no dudó en acercarse y tocar su frente --No tienes fiebre, Serena ¿Qué tienes? ¿Te sientes mal?-- me limité a asentir--llamarè a un doctor-- se levantó de inmediato pero lo tomé de su brazo deteniendo su andar. --No es necesario-- susurré.

--¿Entonces que tienes?-- hubo un minuto de silencio --Dime que tienes que me estás poniendo nervioso por el amor de Dios.

--colicos

--¿Cólicos?

--Si, cólicos

--¿¡cómo que cólicos!?

--¿¡Cómo que como que cólicos!?-- Las hormonas no estaban de buen humor. --Tengo cólicos, vino mi mi p-periodo-- iba bajando la voz a medida que hablaba, Darien perdió el color de su rostro, él tenía todo planeado, yo debía estar embarazada, no con el maldito periodo.

Se levantó rápidamente y dió dos pasos --Le diré a la señorita Donovan que te traiga algo para el dolor-- dió dos pasos más --Ah y cuando te sientas mejor empaca, volveremos a Londres, llamaré a Diamante-- salió de la habitación dando un portazo, mientras mi mundo  se venía abajo y yo no podía hacer nada para evitarlo. No era mi culpa ¿cierto?.

Deja vu

Hagamos un trato Donde viven las historias. Descúbrelo ahora