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A Darien sin duda le gustaba el olor de Serena,  era algo a lo que no le encontraba lógica, pero desde que se enteraron de su embarazo. Según el azabache ella había adquirido una fragancia particular, algo así como lavanda, o eso creía él, Setsuna, su ginecóloga, decía que a veces los padres adquirían comportamientos extraños mientras sus parejas estaban embarazadas, pero solo eran mitos, nada confirmado, todos solían reírse de él respecto a eso, a excepción de Serena, ya les había pasado varias veces que él adivinaba que ella venía porque podía sentir "el olor" a una distancia prudente.

Serana estaba entrando en su tercer mes de embarazo, su piel era radiante, y que decir de su mirada, sus ojos destellaban como el mar siendo acariciado por el sol  en su hora más radiante, sin duda se veía muy hermosa, le estaba sentando estar embarazada. Tenia una vida tranquila como su esposo le había prometido, aunque debe aceptar, que nunca ha escuchado un te amo de los labios de él, sin duda le ha dado su lugar y posición, incluso, se ha hecho cargo de la fundación de su esposo  Blue Moon.  Que se encarga de ayudar a las personas con cáncer, en especial mujeres y niños. Si, Darien de cualquier manera hubiera ayudado a Ikuko con su tratamiento, pero eso era algo que su esposa en aquel tiempo no sabía

También había hecho amigos nuevos, entre ellos el tormento de su esposo, Seiya Kou. Aunque él hombre no haya demostrado ningún interés en ella, la sola mención de su nombre al rededor de ella despertaba el demonio que Darien tenía por dentro. Ella y Seiya siempre se reían, sobre todo porque tenía que soportarlo ya que eran socios y se veían seguido.

Serena a penas asimilaba todo, después de no tener nada, ahora lo tenía todo, pero más que el dinero y los lujos, ella apreciaba y quería a las personas que habían entrado en su vida y extendido sus manos para recibirla sin ningún miramiento negativo, sin duda era algo que agradecía. No podía negar que al principio todo fue un verdadero desastre, pero su hijo sin querer llegó a poner todo en orden, como debía ser.

Ahí estaba ella, mirándose en el espejo de cuerpo entero que estaba en el vestidor, con una camiseta de su esposo levantada hasta el pecho, mirando su casi inexistente pancita, a penas un muy pequeño bulto en su abdomen bajo, uno que solo ella percibía, tenía un chongo en su cabeza y se colocaba en diferentes ángulos, cosa que hizo sonreír a su esposo que llegó de la oficina un poco más temprano de las siete.

--por más que la mires no va a crecer antes de tiempo cariño--. La abrazó por la espalda colocando sus grandes manos en el vientre a penas hinchado y olisqueando su cuello como un cachorro. Ella no se asustó, lo vió venir a través del espejo con una perfecta sonrisa.

--hola-- acarició la mejilla de su esposo y luego hizo un adorable puchero --ya quiero que se mueva, que se vea que está ahí, aunque ya se ve solo un poco-- se giró y rodeó a su esposo por el cuello estirando sus brazos y él de inmediato llevó sus manos a la cintura de la rubia. --llegaste temprano, estoy en fachas.

--estás perfecta, estás en casa, me gusta que te sientas cómoda, aunque me estás dejando sin camisetas-- sonrieron y unieron sus labios en un beso lento y sin malicia.

--preparé la cena-- dijo luego de separar sus labios.

--¿y Mina, donde está?-- frunció el entrecejo --puedes quemarte o cortarte.

--frena tu auto toretto, he atendido los deberes toda la vida, y adivina, sigo con vida. Además, quiero atender a mi esposo.

--no eres mi empleada y sabes que Mi...

--shhh-- lo interrumpió colocando un dedo en los carnosos labios de su esposo --calla y vamos a comer, voy a servir, te espero abajo-- salió de la habitación dejando a Darien con una  respuesta en la punta de su lengua.

Él todavía no le había puesto un nombre al sentimiento que sentía por ella, pero sin duda no estaba dispuesto a perderla.


Hagamos un trato Donde viven las historias. Descúbrelo ahora