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-Papá? – mi padre descolgó el teléfono – soy Victoria

-Hola – su voz era muy apagada – sucede algo Victoria?

-Papá, he dado a luz, tengo una niña.

-Enhorabuena Vicky, en nada de tiempo estaré ahí – me colgó y una alegría inmensa me rodeó.

Mi padre vendría a verme y mi hija estaba durmiendo en mis brazos. Joder, Diego, pensé antes de llamarlo y decirle en que hospital estaba.

-Lo siento – dijo al entrar – puse el teléfono en silencio y lo dejé en la cabina.

-Como haces eso sabiendo que saldría de cuentas?

-No me acordé, perdona – miraba maravillado a nuestra pequeña.

-Como se llamará?

-Pensé en Ada, pero quisiera saber lo que mi padre opina de ello.

-Va a venir? – yo asentí

Me quedé dormida, estaba exhausta y me desperté cuando noté una mano acariciar mi cabeza. Perezosa, abrí los ojos y vi a mi padre mirándome con cariño aunque parecía una sombra del hombre que fue hace unos meses.

-Hola hija.

-Papá – me eché a llorar

-Tu hija es preciosa, se parece mucho a ti.

-Papá, que te ha pasado? - cansado se sentó en el sillón que hace unos momentos estaba Diego.

-Que estoy envejeciendo.

-No papá, tu no envejeces, no así. Es mamá, le echas de menos – asintió – yo también papá, yo también. Ve a mi casa y descansa, creo que nos darán el alta en unas horas.

El asintió y se fue unos momentos después y a nosotros nos dieron el alta. De camino a casa Diego estaba serio y creo que era por la llegada de mi padre pero no estaba segura y tampoco preguntaría, después de tantos meses necesitaba a mi padre, quería que estuviera aquí, al fin y al cabo él fue quien me crio.

Una vez en casa Diego se fue con nuestra pequeña a su habitación decorada en tonos blancos y rosas y yo me quedé en el sofá con mi padre.

-Lo siento papá.

-Te culpé durante mucho tiempo pero sé que no tienes culpa alguna de la decisión que tú madre tomó. Ella tenía una depresión y realmente fue eso lo que le arrebató la vida. Pienso que ya lo tenía todo planeado desde antes de pedirme el divorcio.

-Que pasaba papá? Que pasó con ella?

-Pienso que se culpó en todo momento de como mató a tus padres pero aparte de eso cuando tu hermana comenzó a jugar con las drogas y tu hermano entró en la mafia se hundió. Fue una buena madre aunque ella pensaba todo lo contrario y se culpaba de las decisiones que sus hijos tomaron.

-Vuestra relación iba bien? – negó con la cabeza y suspiró

-Llevábamos 27 años juntos Victoria aunque siempre supimos manejar nuestros problemas y superarlos sin que vosotros siquiera supierais de que había un problema. Tu madre comenzó a faltar a las cenas, se negaba a acompañarme y cuando llegaba a casa me decía que la había engañado. Comenzó a perder autoestima y siempre se veía fea.

-Pero mamá nunca fue fea, de hecho era muy guapa.

-Cierto. Hija – cogió mi mano entre las suyas – de entre los jefes de la mafia yo era el único que llevaba tanto tiempo casado con la misma mujer, los demás aunque tenían hijos y estaban casados, siempre encontraban a una más joven pero yo no, nunca quise a ninguna otra, siempre quise a tu madre y fui fiel a ella.

-Mafia? Tu madre mató a tus padres? – entró Diego – Quién cojones eres?

-Diego? Cuanto rato llevas ahí?

-El suficiente como para saber que aquí hay gato encerrado. Quien demonios eres? – estaba nervioso

-Siéntate – le dijo mi padre – soy el mayor mafios de Italia y ella es mi hija.

-Me he casado con la hija de un hijo de puta?

-No insultes Diego. Papá, no debiste decirle nada.

-Tarde o temprano lo va a saber.

-Soy un policía, creo en la justicia y estoy casado con la hija de un narcotraficante, un asesino?

-Diego.... – no me dejó seguir.

-Me has engañado, llevamos más de medio año casados y me has engañado – se acercó a mi pero mi padre se puso delante.

-Como le toques un solo pelo te mato.

Diego se fue de casa y no volvió durante una semana. Una semana en la que mi padre se quedó conmigo ayudándome a cuidar a la pequeña princesa. No me dejó ponerle Ada y decidí ponerle Victoria, se llamaría igual que yo.

-Hola – Diego entró en casa – necesito que me firmes esto.

-Me estás pidiendo el divorcio? – asintió – pero vamos a hablar Diego, tenemos una niña.

-No, juro por mi hija no decir nada de a lo que tu padre se dedica pero no quiero estar casado contigo, va en contra de mis principios.

-Tu hija también?

-No, prometo pasarte una pensión por mi hija y verla cada quince días, pero por favor fírmame el divorcio.

-Estás seguro de esto? – el asintió – Muy bien, pero si abres la boca ya sabes lo que va a pasar no?

-Si, que acabaré tirado en una cuneta

-Si, pero seré yo misma la que te mate.

Me senté delante de la tele durante una hora que fue lo que mi padre tardó en pasear a mi hija y al volver, cuando le conté todo lo que había pasado durante su paseo con mi pequeña, me pidió volver a casa y sinceramente es lo que mejor podría hacer para mi niña y para mi.

Dos días, dos días en los que yo no pude cerrar los ojos ya que mi pequeña no paraba de llorar. Después de comprobar que no le sucedía nada, varias visitas al médico, descubrimos que eran las ganas que tenía de ver a su padre.

-Pequeña – la abracé más fuerte – yo también le echo de menos pequeña, pero por favor deja de llorar.

Llegué al que fue mi antiguo piso y después de abrir las ventanas para ventilarse y deshacer la maleta mi padre me ayudó a ir a comprarle todas las cosas que se quedaron en Suiza.

Era de noche cuando por fin me puse a cenar algo de pizza delante de la tele, como ya lo hacía antes de casarme y tener a esta pequeñita que estaba durmiendo en la habitación de al lado. Mi padre se fue dejándome sola, ahora si, estaba sola y en menos de una semana no tenía marido tampoco, solo una niña que ahora mismo requería toda mi atención. Mi padre, fiándose de la palabra de Carla, nuestra nana, me consiguió también una niñera, su nieta Marina y aparte de eso también tenía una entrevista en una empresa farmacéutica, según mi padre, su amigo era limpio y nada del otro mundo, del de la mafia, me afectaría o me vería involucrada.

Por la mañana me puse un vestido negro ceñido al cuerpo y luego me peiné. Cogí mi coche y me acerqué a la empresa, mi puesto sería el de jefa de ventas. Cuando llegué a las oficinas, me pasaron al despacho de la secretaria del jefe que me informó que sería el hijo quien me atendería y ella se retiró para dejar entrar en el despacho de su secretaría a un hombre alto, fornido y castaño

Hija abandonada por la mafia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora