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-No podemos, la niña.

-Shhh, no hagas ruido y no se despertará – dijo dándome la vuelta y comenzando a besarme mientras iba acariciando mi cuerpo.

Iba entrando en mí una y otra vez, sujetándome con fuerza la cadera mientras yo tenía las manos apoyadas en el espejo y de vez en cuando levantaba la cabeza para ver su cara reflejada en este. Cuando terminamos, siguió un rato dentro de mí, mientras íbamos recuperando la respiración agitada.

-Te quiero – susurró una vez en mi oído mientras salía de mi interior y se marchaba al baño.

Coloqué mi vestido rojo corto y mientras Leonardo se estaba vistiendo yo me peinaba el pelo, colocándome una horquilla roja también. Mi pequeña ya estaba despierta tomando su biberón de leche cuando aparecí con un vestido blanco y una chaquetita roja, a juego con sus zapatitos.

-Estáis ya? – preguntó y yo asentí – Pues vamos.

Bajamos las escaleras y antes de salir, mientras yo sacaba el carrito de la pequeña fuera, con ella en brazos, Leonardo les dio la tarde libre a Mary y su hija.

-Yo guardo la estructura del carro – me hizo saber mientras yo abrochaba el cinturón de Vick y me sentaba delante – vais muy guapas.

-Gracias cariño – por el gesto de su cara me dí cuenta que esa palabra le sorprendió, y a mi también.

Arrancó el maserrati que llevábamos y salimos en medio de otros cuatro coches hacia el restaurante donde había quedado con su cuñada. Llegamos al centro de Roma y paramos delante de una pizzería.

-Mi cuñada cada vez que está en Roma cena aquí siempre.

-Guau, el local es precioso – dije entrando delante de él con el carrito de la pequeña y Leonardo con ella en brazos.

Supe en que mesa nos estaban esperando cuando vi a una mujer de unos 35 años ponerse en pie y quedarse en el pasillo, un niño parecido a Leonardo mirar hacia atrás y al verlo, su cara se iluminó.

-Buenas tardes – saludé y ellos me contestaron.

-Tito – el niño se tiró a los brazos de Leo y este como pudo , ya que llevaba a Vick en brazos – lo abrazó también.

-Leonardo – la mujer lo saludó con dos besos – te presento a Juan.

-Buenas – se estrecharon las manos – ella es mi mujer Victoria.

-No sabía que eras padre.

-No, es mi hija – yo sonreí y ella se disculpó por su error.

Helena, así se llamaba aquella señora. Cuando nos sentamos, los camareros me trajeron un asiento para los bebés y yo me quedé cerca del pasillo para poder estar cerca de la pequeña. En su bolso llevábamos potitos de verdura, así que le pedí al camarero que me lo caliente y darle la cena a la pequeña.

-Quiero pizza – dijo el niño mientras nosotros callados mirábamos la carta.

-Ahora Luciano, mira cuál quieres y te pedimos media.

-Mamá, quiero una entera.

-Si te vas a comer una entera vas a enfermar, recuerda que te ha pasado otras veces.

Cuando el niño comenzó a llorar y a patalear la madre decidió darse por vencida y pedirle una pizza entera de verduras. De hecho, creo que la única que pidió un salmón a la plancha fui yo.

-Como va todo? – le preguntó Leonardo pero sin dejar de mirar como la pequeña comía gustosamente

-Bien, bueno él – Helena hizo un gesto hacia el niño – ahora no lo lleva tan bien, parece que quiere competir por mi cariño. No está llevando bien el tema de la mudanza tampoco. En fin, todo un desafío.

-Me lo creo, además no entiendo por que tienes que irte a España cuando aquí lo tienes todo.

-Leonardo, debo vivir mi vida.

-Sí, hasta ahí llegamos, pero sabes que mi padre no te pondrá las cosas fáciles con llevarte a su único nieto.

-Vale, lo sé pero que hago? – se estaba poniendo nerviosa – tú hermano murió hace cinco años Leonardo, estoy en mi derecho de rehacer mi vida. Yo también tengo derecho a ser feliz.

-Nadie te está diciendo que no lo seas, simplemente te estoy diciendo que al niño no lo podrás sacar fuera del país sin el consentimiento de su abuelo y sabes que no te lo va a dar.

-Bueno pues ya veré lo que hago – dio con la palma de la mano en la mesa – tampoco os están diciendo que no lo volváis a ver.

-Cálmate – le susurró Juan y puso su mano en su rodilla – cariño siempre puedo venir aquí.

Después de eso hubo un silencio en la mesa que solo fue interrumpido por los gritos de mi hija llamando la atención.

-Lo siento – dijo Leonardo – entiendo que quieras ser feliz y vivir tú vida, estás en tú derecho de hacerlo y no te culpo por ello, solo digo que deberías hablar con mi padre y llegar a un acuerdo.

-O deberías tener tú hijos y así a mí me dejaría en paz con respecto a Luciano.- yo me atraganté en cuanto escuche aquella frase – o no le has presentado a Victoria?

-Mi padre sí sabe de su existencia, al igual que sabe lo que su madre significa para mí, lo único es que todavía no la ha visto.

-Pues quizás cuando la vea se enamore de ella y me deje en paz a mí.

-Bueno, cambiando de tema – Leonardo miró a su sobrino – como van las clases campeón?

-Bien, hay una chica muy pesada que quiere ser mi novia – todos nos reímos.

-Y tú no quieres ser su novio?

-Si – asintió contento – pero Juan me ha dicho que me haga el duro – esta vez Helena fue la que miró mal a Juan – por lo visto a las chicas les gustan los chicos malos.

-Hijo, eso es mentira. A las chicas nos gusta que sean detallistas, mañana le llevarás unos bombones y verás que bien y que contenta estará. – nos volvimos a reír cuando vimos la cara que el pobre niño puso – verás cuando tú hija crezca.

-Pues que la enseñaré a golpearle las pelotas a todo aquel que se le acerque.

-Yo me encargaré de eso – afirmó Leonardo y me sonrió para después darme un beso en la mejilla.

Durante dos horas más estuvmimos hablando acerca de como cada pareja se conoció y cuando vi que eran las 11 y mi pequeña tenía sueño, decidimos dar por finalizada la velada, prometiendo volver a juntarnos.

Nosotros al llegar a casa, le dimos un biberón a la pequeña y yo la metí en la cuna cuando se quedó dormida. Volví a mi habitación y Leonardo estaba sentado en el sillón hablando por teléfono. Me quité la ropa y me puse un pijama. Conforme entré en la cama me dormí con la voz de Leonardo de fondo.

Por la mañana cuando me desperté a las 6, tanto Leonardo como Victoria estaban durmiendo. En la cocina se escuchaban ya a las dos mujeres preparando el desayuno. Me metí en la ducha y una vez seca me vestí con unos pantalones negros y una camisa blanca. Me dejé el pelo suelto y solo me eché la capa de maquillaje y un poco de rímel.

-Buenos días – saludé a mi pequeña que estaba de pie en su cuna – vamos a desayunar princesa – le dije después de asegurarme que no tenía que cambiarle el pañal.

Una vez en la cocina y mientras Vick se relamía las manos llenas de papilla de fruta, yo estaba tomando mi café y Leonardo había bajado ya preparado para el trabajo.

-Buenos días preciosas – nos besó a las dos y antes de sentarse el timbre sonó.

-Yo iré – al abrir la puerta me encontré con el comisario. – Buenos días.

-Buenos días señora. Podríamos hablar con usted? – yo asentí haciéndoles pasar al salón y fui a avisar a Leonardo.

Una vez que nos encontramos los dos con ellos en el salón y Mary había servido el café, ellos decidieron hablar.

-Venimos a hablar de su ex marido.

-Sí, dígame.

Hija abandonada por la mafia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora