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-Su ex marido se ha suicidado – la noticia me calló igual que un jarro de agua fría en pleno invierno.

-Como? Cuando? Por qué? – solo pude articular esas palabras.

-No sabemos por qué. No ha dejado ninguna nota. – habló el comisario.

-El juicio fue programado para mañana. Suponemos que decidió quitarse de medio antes que terminar en la cárcel – habló el otro.

Cuando ellos se fueron diez minutos después Leonardo llamó a la empresa y avisó de que nosotros hoy no iríamos. También informó a mi padre y hermano de lo sucedido y media hora después le avisaron de donde era el duelo.

-Quieres que vayamos? – yo asentí – lo siento mucho Vick, siento mucho lo que le ha ocurrido a Diego – yo lloré y le abracé.

Me fui a la cocina donde mi pequeña estaba jugando con una muñeca y me senté junto a ella en el suelo para luego abrazarla y llorar. Sé que estuve ahí una hora mientras Leonardo nos miraba desde la puerta de la cocina y las dos mujeres también, solo que la mirada era diferente.

-Debemos irnos Victoria – asentí y besé por última vez a mi hija antes de salir y subirnos al coche.

No hablé durante todo el trayecto, de hecho no recuerdo ni haber saludado a mi padre cuando lo vi. Si, estaba dolida, era el padre de mi hija.

Entramos los tres dentro, mi hermano estaba de viaje. Nos acercamos al ataúd antes de saludar a sus padres. Creo que el único que me reconoció fue su padre, pero aún no estoy segura. Su madre, con los ojos hinchados de lágrimas, no era consciente de quien le daba el pésame y quién no. Estuvimos un rato más y decidimos volver al entierro que sería al día siguiente.

Al día siguiente volvimos al tanatorio antes de ir al cementerio directamente y enterrarlo.

-Tú – gritó su madre hacia mí – tú eres la única culpable de esto.

-Yo no hice nada señora – le contesté – fue su hijo el que secuestró a nuestra niña.

-Tú – volvió a gritar – eres un monstruo que le ha puesto la vida patas arriba a mi hijo con tus idas y venidas.Quiero que te vayas de aquí, lárgate, asesina.

Leonardo y mi padre me agarraron cada uno de un brazo y me sacaron de ahí.

-Lo siento hija pero es mejor que no vayas – yo asentí, no quería volver a pasar por aquella humillación.

Volvimos a casa e igual que ayer yo estuve sin hablar, solo mirando a mi hija mientras jugaba y dormía. Leonardo estaba de mal humor y así pasó la semana.

El miércoles volví al trabajo y para el fin de semana mi humor no estaba ya tan resentido. Me disculpé por como las cosas habían salido con Diego, cuando fui a verlo al cementerio y prometí cuidar de nuestra niña siempre.

-Podríamos ir al parque con la niña – le dije el viernes a Leonardo mientras nos subíamos al coche para volver a casa de la empresa.

-No puedo, tengo unos asuntos que atender.

-Que sucede? Estás raro.

-Nada – el me contestó pero sabía que cinco minutos después explotaría asi que decidí dejarlo estar – lo que no puedo entender es que si tanto le quieres, que haces conmigo?

-Perdón?

-Si, que si tanto querías a Diego o lo sigues queriendo, que haces conmigo Victoria? Joder que lo he apostado todo y esto es lo que me llevo?

-Quién te ha dicho que lo quiero?

-Me lo vas a negar ¿ Te vi mientras le llorabas – daba golpes al volante del coche.

-Leonardo – puse mi mano encima de la suya – lloraba al padre de mi hija, solo eso. No le quiero cariño. – su atención estaba puesta en la carretera – cariño – volví a acariciarle – aparca el coche.

Él me hizo caso cuando vio un aparcamiento subterráneo, en la zona en la cual nos encontrábamos no podíamos aparcar donde quisiéramos. Una vez que apagó el motor yo me senté encima suya en el asiento del conductor y cogí su cara entre mis manos, consiguiendo con ello que me mirase.

-Te quiero a ti Leo. Nadie, solo mis padres me han protegido y cuidado como tú lo haces. Solo mis padres me han brindado el amor que tú me das, aunque claro está que de manera distinta – sonreí y vi como sus ojos brillaban – te quiero cariño y sí lloraba, lloraba por Diego porque era el padre de mi hija. Porque el día de mañana, quizás mi hija no le perdone cuando sepa el error que cometió.

-Nuestra hija Victoria, porque me encantaría adoptarla y – sacó una caja pequeña de su bolsillo – que tú fueras mi mujer.

-No jodas – miré asombrada aquel anillo con un diamante rosa en medio – si ya soy tú mujer.

-Pues esta vez amor quiero que sea delante de todo el mundo, de la ley, de todos.

-Pero si es solo firmar un papel.

-Pues quiero que firmes ese papel donde diga que yo soy tuyo y tú eres mía. Quieres casarte conmigo? – asentí dejando que pusiera en mi dedo ese anillo.

Comencé a besarle mientras le desabrochaba la camisa gris que hoy eligió y le acariciaba los pectorales.

-Vick – me advirtió cuando accedí a los pantalones y se los desabroche para dejar libre aquello que tanto me gustaba – no podemos – no le hice caso y me senté encima de su miembro – joder – susurró cuando comencé a moverme lentamente para luego aumentar el ritmo. – Nos podía ver cualquiera – dijo mientras me quitaba de encima suyo y me bajaba el vestido que llevaba por debajo de las axilas, vestido que él me había subido para tener acceso a mis pechos.

-Me da igual, quería celebrarlo – le sonreí y le besé. – La pequeña nos espera señor Conte.

En nuestra nube de felicidad, entramos en nuestra casa, no sin antes ver que un coche desconocido estaba aparcado ahí.

-Mary – grité al entrar – Mary

-Leonardo – una mujer con rasgos japoneses salió del salón – hola querido – le dio dos besos y esta vez me miró a mi sin entender nada.

-Qué haces aquí Agatha? – en mi prometido, sí ahora le podía llamar prometido , no quedaba ningún rasgo de la felicidad que hace un momento compartíamos.

-Cariño – le acarició la cara – llevo mucho tiempo sin saber de ti y vine con nuestra niña a verte.

-No es mi hija Agatha. Y ya te puedes ir.

-Quien es la niña? – Leonardo se acercó más a ella intimidándola

-Donde está mi hija Agatha?

-Está en el salón – yo pasé dentro y saludé a la otra niña que había jugando con la mia pero me sentía más tranquila si tenía a Vick en mis brazos. – Quien es?

-Mi mujer, ahora coge tus cosas y a la niña y vete.

-Leonardo, es nuestra hija. No puedes tratar así a una niña que no es tuya y a la que sí lo es, tratarla mal.

-Que no es mi hija. Si no sabes ni tú quién es el padre, me vas a decir que es mía.

-Leonardo – la mujer se tiró al suelo de rodillas – lo siento amore mio. Lo siento, prometo que no volverá a pasar.

-Agatha deja de humillarte de esa manera y vete. Lo mejor que puedes hacer es no volver por aquí, ya te pago dinero suficiente como para que encima te presentes en mi casa.

Ella, no sin mirarme a mí por última vez salió de aquella casa, llevándose a su hija consigo.

-Señor, señor – minutos después varios gritos de fuera y un golpe se escucharon.

Hija abandonada por la mafia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora