Tres meses después, estaba llegando a casa junto a Leonardo. Tuve otra cesárea y mi niño Leonardo, sí, se llamaría igual que su padre, estaba perfecto de salud.
Lucia pasó a cuidar a mis hijas y Rosaura, la modelo, como yo la llamaba, estaba en la cocina junto a Mary. Recuerdo que los dos primeros días que había pasado a la cocina, comenzó a dar mucha guerra. A mis hijas las trataba mal, a mi una vez me tiró un plato de sopa hirviendo encima, en fin. Todo hasta que un día los hombres de Leonardo se la llevaron y la devolvieron tres días después con la cara totalmente desfigurada. Ahora, tampoco se la podía llevar a ninguna cena, no con cicatrices y con cortes en su cara, no conforme estaba.
Sí, me dio mucha pena e intenté ayudarla de todas las maneras posibles, intenté hacerme su amiga pero me rechazó. Le daba ropa, intentaba que hiciera un descanso de vez en cuando, sentándose conmigo, pero me escupió y se la volvieron a llevar.
-Está dando problemas otra vez – entré en la casa en silencio y dejé el carrito con el niño abajo para subir los dos corriendo a la habitación de las pequeñas y encontrármela pegándolas con una correa.
-Malditos demonios – las niñas lloraban – eso es lo que soís, unos demonios que habéis jodido mi vida. Esta habitación debería ser para mis hijos, no para vosotras y encima si no sois ya dos, acaban de tener otro.
-Como se te ocurra golpearlas una vez más – hablé cuando vi que levantaba otra vez la correa de Leonardo para golpearlas – te arranco los ojos.
Me acerqué a mis hijas y a las dos las miré, tenían el cuerpo lleno de cardenales y de partes rojas donde la hija de puta esta las había golpeado con la correa. Me las llevé al baño y a las dos las metí en la bañera. Con cuidado las bañé y les puse un pijama suave a cada una.Cuando bajé las escaleras porque ellas se habían quedado dormidas busqué a Mary y a Lucia, que salían en ese mismo instante del sótano frotándose las muñecas. Busqué al primer hombre que me encontré y lo envié a por el médico y me dirigí al despacho donde Leonardo estaba solo, con la cabeza apoyada en sus manos.
-Todo esto – le señalé con el dedo – toda esta mierda es tu puta culpa y no te voy a perdonar en la puta vida Leonardo Conte.
-Lo siento – susurró
-No lo sientas, haz que esa maldita hija de puta pague por lo que a mis hijas les ha hecho.
El solo asintió y yo me marché de ahí pegando un portazo. Me encontré a las dos cocineras mirando el carrito que dejamos a la entrada, ni me había acordado de que mi pequeño estaba ahí.
-Señora, es un bebé precioso. Se parece a usted – habló Mary.
-Que os ha hecho?
-Nos dio un golpe en la cabeza y nos arrastró hasta el sótano. Cuando los hombres nos buscaban decía que estábamos en el hospital y al sótano no se baja al no ser que haya un prisionero.
-Podéis hacerme un último favor? –estas asintieron – Llevaros al pequeño arriba y luego os ducháis y os ponéis un pijama, cenaremos juntos.
-Señora, y nuestro trabajo?
-Se pedirá una pizza Mary, cenareis abajo con nosotros. Ahora venga, daros prisa.
Bajé al sótano.Varios hombres se encontraban ahí custiodando el lugar.Creo que había pasado bastante tiempo desde que un prisionero no había estado aquí por que el lugar olía a limpio. Me acerqué a donde la maldita puta estaba atada en una silla llorando.
-Por qué?
-Porque a mi me trajeron a esta casa para ser su mujer.
-No es verdad y lo sabes.
Me dí cuenta de que la correa con la que mis hijas habían sido golpeadas, se encontraba en el suelo, a su lado. La ayudé a ponerse de pie, aún con las manos atadas y cogí la correa.
-Vas a sentir lo mismo que mis hijas estos días.
Perdí la cuenta de los golpes que le había dado, solo escuchaba sus gritos, solo vi sus carnes enrojecerse igual que mis hijas tenían el cuerpo.
-Para, detente – unos brazos me sujetaron y me apartaron de ella – la vas a matar.
-Leonardo, la mataré a golpes y procura no estar muy cerca de mí no vaya ser que corras con la misma suerte que ella.
-No te ensucies las manos – me acarició la cara – tus manos no deben estar manchadas de sangre aunque sea culpable.
-Muy bien – no tiré la correa, me acerque y le dí el último golpe – mis manos no se mancharán de sangre, pero recuerda una cosa Leonardo, todo esto, es tu puta culpa.
El se quedó callado y yo iba caminando hacia la salida. Iba despacio y tuve el suficiente tiempo como para escuchar los gritos de ella, como pedía perdón y el tiro que Leonardo le pegó cuando cerraba la puerta. Me senté en la cocina y pedí una pizza como si nada hubiera pasado.
Veinte minutos después uno de los hombres de seguridad pasaba con cuatro cajas en la cocina y las dejaba encima de la mesa. Yo seguía ahí apoyada con la cabeza en mis manos. Tenía el corazón en un puño. No me podía creer que durante dos días que había estado en el hospital mis hijas habían pasado por este calvario y todo por culpa de sus padres.Le echaba la culpa a él para yo sentirme mejor pero tenía la misma culpa. Yo me había negado a acompañarle, fui yo quién lo había empujado a traer una psicópata a casa. Fui yo la que se negó apoyar a su marido.
-Señora, no se preocupe – me limpió una lágrima – los niños curan muy rápido. Lucia se hizo tantos cortes de pequeña subiendo a los árboles que pensaba que de mayor estaría llena de cicatrices y no tiene ni una.
-Ha sido culpa nuestra todo lo que ha pasado. No me quiero ni imaginar lo que esa les ha hecho a mis hijas.
-Sus hijas no lo recordarán mañana, son unas niñas alegres, felices y queridas por sus padres.
Dos días después, Leonardo llevaba a mis hijas al colegio y todo en casa volvió a como antes estaba. Lo único que se había resentido fue nuestra relación. Ni siquiera dormíamos juntos. Intentábamos vernos lo menos posible y nuestra vida se había convertido en un infierno. La bronca más gorda que tuvimos fue anoche, me había traído los papeles firmados por él donde reflejaba que Victoria o Leo se casarían con el primer hijo o hija que tuviera Iván.
Hablando de él, de Alba no supe nada más y cuando le pregunté a Leonardo no supo que decirme, él tampoco la había visto.
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Hija abandonada por la mafia.
RomanceVictoria, la niña que Ada y Massimo adoptaron. Victoria, la mujer que hoy recordaba su infancia con una sonrisa en la cara. Victoria, la mujer que comete un error. Un error que se llevará a su madre a tres metros bajo tierra. Un error que la aparta...