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Estos dos meses el médico había decidido ponerme a dieta ya que había aumentado bastante de peso y tenía azúcar en la sangre. Victoria solo preguntaba por su padre y la pequeña con 7 meses ya empezaba a gatear. Ahora tenía a Victoria corriendo delante de Cassandra que en vez de gatear parecía que iba a una maratón.

-Mary, ayúdame a levantarme por favor – estaba en el sofá tumbada y me costaba mucho esfuerzo ponerme en pie debido al peso que había cogido

-Señora, quizás debería irse a la cama.

-No, voy a atacar el frigorífico por que estoy hambrienta.

-Nada de comer fuera de horas señora. Espere un poquito, en media hora le toca la merienda.

-Si, una mandarina – dije de mala gana

-No, hoy es un zumo de tomate.

-Joder que asco, déjalo.

Fuera se escucharon un montón de coches entrar y aparcar en la puerta, así que con la mano apoyada en la parte baja de mi espalda, salí a ver que pasaba. Leonardo, estaba bajando del coche cuando mis ojos se cruzaron con los suyos, esperaba cualquier cosa menos lo que me dijo.

-Estás enorme – efectivamente, aquello me sentó como una patada en el estómago y directamente me eché a llorar.

Entré en casa y si hubiera sido hace más de un año, había corrido a la habitación pero esta vez tuve que conformarme con subir los escalones uno por uno.

-Lo siento, no quise ofenderte – me dijo en el primer descansillo de las escaleras.

-Ya lo sé vale, ya sé que estoy gorda y fea pero no te quejes, no te has enterado ni de la mitad de las cosas que me han pasado en este embarazo – me limpié las lágrimas con orgullo.

-Cariño – me acarició la mejilla – nunca has estado más hermosa que llevando a mis hijos en tu vientre, solo quise decir que....

-Déjalo, no lo estropees ahora.

El asintió y diciéndome que iría a ver a las niñas, comenzó a bajar las escaleras.

-Voy contigo, pero necesito ayuda.

En vez de darme la mano y ayudarme a bajar, me cogió en brazos aunque hizo un gran esfuerzo con llevarme al salón por que una vez que estaba al lado del sofá no me dejó suavemente sino que prácticamente me tiró.

-Lo siento – se acercó rápidamente a mí – te hice daño? – yo negué con la cabeza.

-Necesito ayuda para sentarme, si me tumbo no me puedo levantar.

-Pero si en el embarazo de Cassandra no engordaste tanto, que ha pasado?

-Señor – interrumpió Mary – el niño es grande pero la señora atracaba el frigorífico de tal manera que solo se nos ocurrió ponerle un candado.

-Cállate Mary – volví a llorar – y tú no me mires así, era comer o tirarme a los brazos del primer hombre que pasaba por esta casa. Donde cojones has estado?

-Victoria, las niñas – señaló hacia ellas e ignorándome se fue a saludarlas y jugar un rato con ellas, hasta que ellas se cansaron – Victoria – me despertó, me había quedado dormida en el sofá – ven, vamos.

Pensaba que iría al dormitorio con él pero no, me llevó a la cocina donde había un plato de acelgas esperándome. Comí con mucha hambre ya que la merienda no me la había tomado y hasta mañana a mi no me tocaba comer. Una vez que terminamos, Leonardo puso los platos en el lavavajillas y me ayudó a subir arriba a nuestra habitación.

-Que te ha pasado?

-Joder – lloré – que sí, que estoy gorda, que ya lo sé.

-No digo eso, digo que por que dijiste que o comías o te tirabas a los brazos del primero que veías.

-Por que necesitaba – me quedé mirándole, me daba vergüenza decírselo – Leonardo, mis hormonas están por las nubes.

Se acercó a mi y comenzó a besarme el cuello mientras yo suspiraba y mojaba mis bragas como hace tiempo no me había pasado. Después de quitarme el vestido y unos pocos preliminares más, Leonardo entró en mi. Esta vez, con las manos apoyadas en el colchón y el empujando una y otra vez desde detrás, le sentía mejor que nunca. No tardé mucho en llegar al orgasmo y notarme agotada, de hecho cuando conseguí tumbarme, estaba que me moría de sueño, pero aún así no quise dormir.

-No eras tú – le acaricié la cara.

-Quién?

-El de la cabaña, no eras tú – este me miró con los ojos abiertos – era Marco.

-No lo vuelvas a repetir.

-Por qué Leonardo?

-Porque era la única manera. Eres libre y nuestra hija ya no corre ningún peligro.

-Deberías haber confiado en mí.

-Hubieras querido hacerlo ¿ Te habías acostado con Marco aunque supieras la verdad?

-No, ni de coña, pero aún así me sentí engañada cuando me dí cuenta de ello. Está muerto de verdad?

-Duerme.

-Leonardo, dime la verdad, por favor – le supliqué.

-Pero vamos a ver, que te digo? Que las veces que tú lo disfrutabas pensando que era yo, me sentía feliz, que estaba bien? Quieres saber que todas aquellas veces que estabas con él iba y pegaba mi saco de boxeo mientras escuchaba de fondo como otro hacía disfrutar a mi mujer. Que cuando me enteré que era estéril quise morirme por fallarte a ti, ya no por lo que los demás esperaban de mí, sino por fallarte, porque nunca te podría dar hijos – puse mi dedo en su boca haciéndole callar.

-Me has dado una maravillosa hija y otro que tenemos en camino. Lo siento.

-Duerme – me lo volvió a decir y yo cerré los ojos recordando aquellas veces que otro hombre se había acostado conmigo y él estaba en otra habitación o fuera, sabiendo que cada vez que él salía de la habitación era porque se habían follado a su mujer.

Cuando me desperté Leonardo estaba dándoles el desayuno a las dos y Victoria comenzó a llorar cuando Cassandra le quitó el peluche.

-No entiendo, si les compramos los juguetes iguales para que no lloren – Leonardo estaba estresado.

-Ya, pero Cassandra quiere el de Victoria, y esta no quiere que su hermana le quite los juguetes. – contesté entrando en la cocina.

-Debo irme – se levantó de la mesa – por favor no salgas de casa, las cosas están un poco mal por aquí.

-Qué sucede?

-Nada, ahh - se dio la vuelta antes de salir de la cocina – esta noche tenemos una cena con unos socios, es importante que vengas.

-Pero como voy a ir así a una cena? – señalé mi cuerpo enorme.

-Estás preciosa. Buenos días

-Bueno, pues niñas hoy toca elegir vestido.

-Señora, llamaremos a una tienda que traigan la ropa aquí y usted elija uno.

-Si, creo que eso haremos Mary, pero antes debo bañar a estos bichos – las dos tenían sandía del desayuno en todo el cuerpo.

-Las bañará Lucia, el señor nos ha dicho que usted no debe hacer esfuerzos.

Resoplé y escuchando los gritos de Mary de que me estaba saltando el desayuno me fui al despacho de Leonardo. Abrí la caja fuerte, me quedé con el código cuando la abría tantas veces delante de mi y aparte la pistola y los dos fajos de billetes que ahí había para sacar los papeles.

Si, solo me faltaba aplaudir cuando vi la carpeta con el nombre de Marco y no, no estaba muerto, simplemente Leonardo le había dado otra identidad y lo mandó a Brasil. Volví a dejarlo todo tal y como estaba.

Hija abandonada por la mafia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora