seis

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la gente empezó a gritar y con ignacio nos bajamos del auto, yo me quedé a un costado mientras que nacho hablaba con un el hombre del bar.

minutos después ignacio apareció en mi campo de vista con una sonrisa, se guardó algo en el bolsillo de su campera y se acercó a mi.

—gracias. — me sonrió.

—de nada.— le devolví el gesto.

nos miramos a los ojos, sin decir ni una palabra. Ignacio me abrazó, sentía como su corazón seguía latiendo fuertemente.

salimos de aquél lugar y me acordé que había venido en bici. Bueno, ya fue.

—¿te llevo?— preguntó ignacio apuntando su auto. Asentí.

—ahora no me vas a decir más que me aleje de vos, ¿no?—lo miré sonriendo.

—no.— dejó un beso en mis labios.

ignacio empezó a manejar y volví a recordar la primera vez.

puse una mano en su pierna, dando a entender lo que quería y nacho estacionó el auto.

—¿no tenés miedo de los pinches? podrían haber quedado en cualquier parte.— preguntó mientras yo me sentaba encima de él.

desabrochó su cinturón de seguridad y pegó sus labios con los míos.

la intensidad de los besos comenzó a subir, empezó a tocar mi espalda con mucha fuerza y yo mientras le sacaba su buzo junto con la remera.

nacho tiro el asiento hacia atrás para tener más lugar.

baje mis besos hacia su cuello, dejando un camino de marcas hacia su estómago, le desabroche su cinto, baje su pantalón y bóxer, llevé su miembro hasta mi boca, lamí toda su longitud metiendo todo lo que podía en mi cavidad bucal y lo que no entraba lo masajeaba de arriba hacia abajo con mi mano.

el gemía, yo levantaba la cabeza para ver su cara de placer hasta que se corrio en mi boca y me trague el líquido espeso

subí rápidamente, nacho logró sacarme mi pollera y cambiamos de posición, entro en mi de una sola vez, yo gemía de placer, pasaba mis manos con fuerza sobre su pelo y espalda y él gritaba mi nombre.

las embestidas fueron aumentando, el calor de nuestros cuerpos empañaba los vidrios y mis manos quedaban marcadas en ellos.

— ig- ignacio m-me vengo — dije con dificultad

comenzó a acelerar mucho más sus movimientos y en cinco minutos acabé. él salió de mi y se acostó en el asiento del acompañante riendo

—¿de que te reís? — pregunté girando mi cabeza hacia donde estaba el

— mira como me dejaste — señalando su miembro — también me marcaste todos los vidrios.

— bueno, perdón, es que vos provocas esto — dije con un tono tierno

nacho río nuevamente y posó su labios sobre los míos, nos vestimos y, ahora si, partimos rumbo a casa.

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