8. OBLIGACIONES

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Minseok se sentía traicionado. Era la forma más acertada para describirlo. Pero de nuevo, Jongdae no era más que su mentor. ¿Por qué habría de confiarle la historia de su vida o sus razones?

Ese sabor amargo se empeñaba en llenar su boca y Minseok intentó ignorarlo. Algunas gotas golpearon el grueso cristal polarizado que los aislaba del exterior, era una suave llovizna pero Minseok podía ver las gotas con claridad y, sobre todo, podía sentir su frialdad. 

Jongdae concentró su mirada en el cielo nocturno. Qué idiota había sido. Había pensado que era libre y no pudo haberse equivocado más. Sus padres siempre supieron en dónde estaba. Solo habían esperado por el momento oportuno para arrastrarlo de vuelta a casa. Y no pudieron encontrar una mejor forma, llevándose a Minseok. 

Los reyes no invitaban, ellos ordenaban y su aprendiz no había tenido opción de negarse.

Luego de una noche interminable, colmada de un absorbedor silencio, el largo auto negro se detuvo.

Minseok observó la fortaleza a través del cristal e intentó esconder su temor; Jongdae era el hijo de los reyes vampiro. Qué maldita suerte, no pudo evitar sentirse pequeño e insignificante de nuevo. Sus esperanzas de convertirse en la pareja formal de su maestro, algún día, se fueron por el maldito caño real. Por supuesto que Jongdae —aún en caso de que así lo quisiera— no podría estar con él.

—Abandoné este lugar porque no quería, ni quiero todas las ataduras —Jongdae susurró con la mirada perdida.

Minseok bufó. ¿Quién podría no querer ser un príncipe?

—No es algo a lo que puedas decir que no —Minseok repitió las palabras de la reina. Jongdae tensó su mandíbula.

—Debimos haber escapado —Jongdae murmuró, —debimos haber partido al alba.

Minseok escuchó sus palabras vagamente. Antes de poder decir algo, el auto se puso en movimiento de nuevo. Pasaron a través de unas enormes rejas que se cerraron inmediatamente después de que ellos entraron. Unos doscientos metros más adelante se detuvieron frente a las gradas que llevaban a unas enormes puertas, como las de una catedral. Ahora Jongdae respiraba de forma irregular. Minseok sintió el impulso de ofrecerle consuelo, pero algo le dijo que no debía hacerlo, no frente al vampiro fortachón sentado frente a ellos.

Jongdae se bajó primero y rodeó el auto con rapidez, en un parpadeo estaba del otro lado abriendo la puerta de Minseok antes de que alguien más lo hiciera.

Minseok observó a su maestro con los ojos entornados, parecía esperar a que él tendiera su mano para que lo ayudaran a salir. Un atisbo de una sonrisa conquistadora se dibujó en el rostro del príncipe vampiro y Minseok se apresuró a salir del auto antes de ponerse en ridículo a sí mismo. Jongdae cerró la puerta y alcanzó a Minseok.

Dos guardias que estaban parados al pie del graderío miraron a Minseok con desaprobación. Cuando pasaron a su lado, uno de aquellos enormes vampiros puso una especie de lanza sobre el pecho de Minseok, obligándolo a detenerse.

—Un paso atrás —el guardia murmuró su orden contrariado, como un adulto reprendiendo a un niño frente a otros adultos. Luego dio un paso hacia atrás, volviendo a su posición. Y Minseok notó que Jongdae se había detenido un paso delante de él, sin mirarlo. Con su cuello erguido y mirando hacia el frente. Cuando Minseok dio un paso para avanzar, Jongdae también lo hizo. Por lo que ahora ya no caminaban uno junto al otro; ahora Minseok seguía a Jongdae como si fuera un guardia o un sirviente más. Uno irreverente y muy desaliñado.

Los pasillos eran enormes. Los muros eran enormes. Las ventanas eran enormes y las cortinas que las cubrían también. Minseok se sentía cada vez más pequeño. La grandeza le daba cierta belleza al lugar. Había lámparas de luz suave por aquí y por allá, iluminando lo suficiente pero no demasiado. No encontraron a muchas personas durante el trayecto, pero aquellos pocos con los que se cruzaron inmediatamente se inclinaron ante la presencia de Jongdae.

2. KING [Chenmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora