Andrea estaba sumergida en sus quehaceres, muy concentrada, cuando tocaron la puerta. – Hija, ve a atender- le pidió Blanquita, mientras trapeaba la cocina- ¡Andrea!- le grito- ¿Qué no oyes, niña? Te estoy diciendo que vayas a abrir la puerta. Pero Andrea seguía sin responder a su tía, solo tarareaba una canción. Blanca suspiro, y le quito los auriculares: -¡Andrea!- le dijo, al oído- ¡Que vayas a atender la puerta, por Dios, mi niña! Andrea la miro sorprendida y se tapo el oído: -Ay, pero no era necesario que me gritaras así, con decírmelo una vez y bien tranquilita, me basta y sobra. - ¡Cielo santísimo!- exclamo Blanquita, mirando al techo, ante la mirada asombrada de la joven- ve, por favor, ve a abrir la puerta. Andrea así lo hizo, cuando abrió, su sorpresa fue grata, al ver como entraban corriendo tres niños de lo más enérgicos. –Buenos días- saludo la señora que venía con ellos- Soy Margarita Mendoza, la hija mayor de Don Gustavo- se presento- ellos son sus nietos. Imagino que eres nueva, porque nunca antes te había visto- noto. Andrea le sonrió y asintió: -Así mismo, señora, este es apenas mi segundo día en esta casa. Mi nombre es Andrea Pacheco Ocampo, para servirle a usted y a todas las madrecitas santas- le extendió la mano, y Margarita le retribuyo el gesto. Apenas entrar a la casa, se oyó un grito de Giselle, bajando las escaleras, echa una furia: - ¡Quien fue la tonta que plancho mi blusa! ¿Fuiste tú, verdad? ¡Mira lo que hiciste!- le señalo, mostrándole el agujero quemado- ¡eres una completa inútil!- le soltó. Los niños miraron a su tía, asombrados, y Margarita cerró los ojos por un instante, a veces se le olvidaba como era el torbellino Gigi. –Tranquila, hermana. ¡No es para tanto! Seguro fue un accidente, además si más no lo recuerdo, esta blusa ni siquiera te gusta, tu odias el color salmón- le señalo. – Eso no quita que sea una completa inútil- remarco. -¡Tía Gigi!- gritaron los tres niños, al unisonó, cuando la vieron, lanzándose en sus brazos. - ¡Ay, mis preciosos polluelos!- los saludo a besos. De pronto, Andrea escucho un sonido inconfundible avisándose en las rejas de la mansión, era su primo Freddy, con su carrito de helados. - ¡Si, es él!- grito, Andrea, totalmente entusiasmada, y dando brincos, al verlo por la ventana. Quiso salir corriendo rápidamente, pero Giselle la detuvo: -Un momento, ¿A dónde vas?- le pregunto, jalándola del brazo- Que yo sepa, tú no estás en hora de descanso. –Disculpe, señorita- le explico Andrea- es que ese es mi primo Freddy, es vendedor de helados. Seguramente andaba vendiendo con su carrito por aquí, y paso a saludarme. Ande, déjeme ir a saludarlo... ¡Por fis!- le suplico, como niña. -¿Helados? ¿Alguien dijo helados?- pregunto Matías, el niño mayor. - ¡Si, yo también escuche un carrito de helados!- respondió Teresita. –Tu sola no lo oíste, yo también lo oí- agrego Timmy. Los tres se miraron y salieron corriendo, al grito de: -¡Vamos! Margarita los observaba bien seria: -¡Alto ahí, jovencitos!- los freno- yo no les he dado permiso para que salgan a la calle. Giselle lanzo una mirada cínica -Ya ves lo que causas, eres una niña más- le reclamo. – Permítales ir por ese helado, seño- le pidió Andrea a Margarita- el chico del carrito es mi primo, es totalmente indefenso. Un poco animalito de lo brutito que es, pero indefenso. Vamos, lo saludamos y nos regresamos con los helados. Es solo un ratito. Margarita suspiro: -Está bien- les dio el permiso, abriendo su cartera y dándole a Andrea el dinero- pero salen, compran los helados, saludas al muchacho y enseguida se regresan, ¿entendido?- les ordeno. - ¡A sus ordenes capitana!- bromeo Andrea, llevándose a los chicos. – Es totalmente una inútil- le dijo Giselle a su hermana, en cuanto se fueron- mi papá está teniendo consideración con ella por el aprecio que le tiene a Blanca, pero no creo que dure mucho. No sabe hacer nada- sentencio, mientras observaba por la ventana al chico de los helados...No está nada mal- comento, casi sin darse cuenta, en voz alta. - ¿Eh- pregunto su hermana Margarita, sorprendida- de que hablas? ¿A quién miras?- quiso saber. Pero ella volvió a su tema, enseguida, volteando a mirarla: - A nadie importante, solo el tal Freddy ese, es un tipo vulgar y corriente, como ella. Y dime, hermanita, ¿Cuál es el inconveniente que te trajo hasta aquí? ¿Con que sorpresa nos honraras ahora? Papá nos dijo a Luz María y a mí que necesitabas hablarle porque tenías algo importante que contarle. Una noticia que no le iba a gustar, y que probablemente cambie toda tu vida. ¿A qué te referías? Papá nos pregunto a Luz María y a mi si sabíamos algo pero no estábamos al tanto de nada, ni ella ni yo. Así que, cuenta, ¿Qué es eso tan importante? Margarita se puso seria: -Voy a divorciarme- le confió- David y yo estamos separados. Y es muy probable que me regrese a vivir a la casa. Giselle se quedo perpleja. No sabía que decir. –Lo siento mucho, hermana- consiguió soltar, mientras la abrazaba- es algo totalmente inesperado. Me has dejado sin palabras. –Lo sé- respondió ella, con pena- para mí también lo fue. Pero David es otro hombre, yo lo desconozco por completo. Después de lo que me hizo, jamás volvería con él. No podía quedarme un segundo más en esa casa. –Entiendo- dijo Giselle, con una sonrisa compasiva- con lo que me dices puedo imaginar lo que paso. –Fue terrible- dijo Margarita- jamás en mi vida voy a olvidar cuando lo vi con la otra. Y lo peor, ni siquiera me lo negó. El muy cínico me lo escupió todo en la cara. Por eso, ya no quiero regresar, voy a quedarme aquí con mis hijos. No soportaría verlo, ya no quiero saber más nada de él. Giselle la abrazo, y muy pronto, Luz María se les unió a la charla, cuando regresaba de la empresa. Andrea se despidió de Freddy y entro corriendo con los chicos, a toda prisa. Margarita le pidió si podía cuidarlos mientras ellas conversaban con su papá en el despacho, y salieron corriendo entusiasmados, a jugar en el jardín. Por la noche, era el momento en el que Samuel les presentaría a todos su novia, durante la cena. Estaba la familia completa reunida en la mesa, incluidos los chiquillos. No faltaba nadie, cuando Samuel entro a la casa, del brazo de Kathya. – Familia, les presento a mi novia, Kathya Cisneros Pacheco- la presento, sonriendo y mirándola embobado, mientras ella le regalaba un suave beso en los labios. Todos se quedaron mirándola. – Bienvenida a la familia, hija- la saludo Don Gustavo- es un gusto que te quedes a cenar con nosotros, esta noche. Luz María se levanto de la mesa y le dio un cordial beso en la mejilla: -Siéntate- la invito, con una sonrisa- hoy serás nuestra invitada de honor. - ¡Ay, siempre tan tiernita, Luz María!- bromeo Giselle- pero esperamos conocerte verdaderamente bien, para poder tener un verdadero juicio de valor sobre ti, ¿cierto? Ese es el verdadero motivo, la naturaleza de esta reunión. - ¡Gigi, por favor- le pidió su padre- puedes siquiera comportarte con los invitados una sola vez en tu vida! –Déjala, papá- lo tranquilizo, Samuel, al tiempo que acomodaba en su silla a Kathya, y tomaba asiento- ya le advertí a mi novia sobre los chistecitos fuera de lugar de mi querida y consentida hermana. Margarita la saludo amablemente, para luego ponerse a conversar con ella, poder socializar con una persona desconocida por ella, era algo que la mantenía entretenida, y alejaba sus pensamientos. Enseguida, hizo su entrada Andrea, quien al ver a su prima ahí sentada, se asombro ante tal sorpresa, y no pudo evitar derramar el vino en la mesa. - ¡Disculpe, señor!- le pidió a Don Gustavo, apenada- no me di cuenta. Pero si quiere puedo cambiar el mantel y, pongo de nuevo la mesa... antes de que pudiera tocar algo, Samuel le llamo la atención: -¡No, por favor!- le dijo- no se le ocurra tocar nada. – Imagina todo el desastre que puede hacer- agrego Giselle- es capaz de levantar el mantel y voltear toda la vajilla entera. Los chicos se rieron: - Ella es nuestra amiga, Andrea- le contó Teresita a su abuelo. –Así es- completo Matías- estuvimos jugando toda la tarde con ella. Tenemos nuestro propio grupo de música. - ¿Ah sí?- quiso saber Emmanuel, intrigado- ¿Cómo se llama? –"La blusa rota de la bruja"- le contó Jimmy, divertido. -¿¡Que!?- pregunto Giselle, toda seria, mientras miraba a Andrea. Ésta les hacía gestos de que por favor se callaran. – El primer nombre que dijo Andrea estuvo mejor- opino Matías- "se arruino la camisa del ogro"- nombro, y los tres se rieron. -¡Qué lindo, verdad!- comento Samuel, mientras la miraba, serio- bonita creatividad la de la niñera. Si tan solo pusiera esas ganas que pone en inventar nombres de bandas, para realizar los quehaceres de la casa. -¿Niñera, amor? –Pregunto Kathya, extrañada- ¿acaso esta chica es la niñera de tus sobrinos? Samuel iba a aclararle que solo fue una ironía, cuando Margarita asintió: - ¿Y por qué no? No estaría nada mal- dijo, ante la sorpresa de Andrea- ¿te gustaría cuidar de mis chicos ahora que me voy a quedar en la casa? Digo, ya que insisten que no es muy buena como empleada domestica. -¡Si, por favor!- gritaron los tres niños, a la vez. Totalmente entusiasmados. - ¿Qué dices, papá?- pregunto Margarita. – Por mí no hay ningún problema- asintió Don Gustavo. -¿Y tú, Andrea, qué opinas?- quiso saber la señora. – Yo estoy encantada- acepto enseguida. Los chicos festejaron, y Andrea los abrazo entre risas. –Al menos encontró un lugar que le queda bien- opino Giselle, como siempre irónica. –Y cuéntanos, hijo- le pidió Don Gustavo a Samuel- ¿Cómo conociste a Kathya? Samuel comenzó a contarles su historia, diciéndole que era su secretaria. Mientras que Andrea regreso a la cocina y le comento a Blanquita la sorpresota que se iba a llevar cuando fuera al comedor. – Si, ya se, mi hija. No tienes que decirme nada. Hace días que sé que esto iba a pasar. Kathya me contó, por fin, quien era el muchacho con él que estaba saliendo. Pero verlo, ay no lo voy a poder ver- respondió, con cierta amargura- Kathya me tiene prohibido salir de la cocina. Andrea la miro sorprendida: -¿Qué dices, tía?- le pregunto, confundida. – Así como escuchas, mi niña- le dijo, apenada- Kathya no quiere presentarme como su madre. No quieren que ellos sepan que es mi hija. Así que no puedo ir a acercármele y saludarla. Andrea la vio espantada. -¡No puede ser! Esa Kathya, ¡Pero ya me va a escuchar!- dijo, firme- una cosa es que me maltrate a mí, y no me pase. Pero otra muy distinta que te haga desprecios a ti que eres su madre. Ahora va a tener que hablar conmigo- afirmo, pero Blanca la freno enseguida. Pidiéndole que por favor no armara escándalos. Y así la tuvo, hasta que por fin la convenció. Después de la cena, Samuel acompaño muy amablemente, a Kathya hasta la puerta de su casa. Aunque, en realidad, lo hacía dejarla en la esquina. Ella no tenía ninguna intención que Samuel conociera la pensión. Al regresar, ya prácticamente todos se habían ido a acostar, solo se encontraba allí, Andrea. -¿Qué haces aquí parada, que todavía no te has ido?- pregunto Samuel. Andrea le lanzo una mirada de desagrado: -Siempre tan simpático- bromeo- lo que sucede es que mi tía Blanquita va a tener que irse más temprano de ahora en más. Porque se regresa sola a la pensión. Samuel la miro sin entenderla. – Su hermana Margarita me pidió que me quedara aquí, como niñera me necesita de tiempo completo- le aclaro- así que, fíjese usted, hasta cuarto propio voy a tener. Y usted me podrá ver las veinticuatro horas dando vueltas por esta casa. -¡Que fastidio tener que cruzarse con alguien como usted! –le soltó. – Lo mismo digo- respondió ella. Y ambos se fueron a dormir enojados.