Esa noche tocaba ¡fiesta! Para un día que mi padre me dejaba salir de casa… había que aprovecharlo, ¿no? Me vestí lo más sexy que pude, con un vestido que dejaba ver las curvas que tenía mi cuerpo y dejando entrever lo que tenía en él. Me quería divertir muchísimo esa noche. Estaba esperando por mis amigas y apostaba lo que fuera a que las que acababan de timbrar eran ellas.
¡Ah! Me olvidaba decir, que mi padre era un empresario alemán de mucho éxito, aunque residíamos en Madrid desde hacía mucho tiempo, así que teníamos dinero a raudales. Esto tiene sus ventajas y sus desventajas. No me consideraba la típica niña de papá, para nada, era lo que más odiaba en el mundo, pero si que disfrutaba de los lujos que teníamos y que podíamos tener. En cuanto a mi manera de vestir, no era nada pija, y tenía mi propio estilo, sin embargo a mi padre no le gustaba nada, ya que quería que causara muy buena impresión.
-Señorita Alice…-dijo mi Nana entrando en el cuarto. Era ya mayor, y me había criado ella desde que era un bebé, aunque a pesar de ello, me seguía tratando de usted y era una cosa que no soportaba ya que eran exigencias de mi padre. Era mi madre en cierto sentido, ya que ella ya no estaba con nosotros.-Sus amigas ya están aquí, ¿Las hago subir o baja usted?, si me permite el atrevimiento…-la miré atenta cogiendo terminando de arreglar las cosas.-está usted preciosa esta noche.
-Gracias Nana…-la abracé sonriendo.-muchas gracias. Vamos a bajar que seguro que están impacientes porque baje. Y Nana…-me miró expectante mientras yo salía por la puerta del cuarto.-no me trates de usted, ya se que son cosas de mi padre, pero sabes que no lo soporto. Eres mi madre, ¿no? Se que a mamá le hubiese gustado que me trataras como tal y no como una señoritinga.
-Su madre estaría encantada de tenerla como hija. Es una lástima que no se recuperara de esa depresión post-parto que tuvo y que hizo que apenas pudiera disfrutar de usted. Y debe saber, que aunque su padre le eche las culpas de eso…no tiene la culpa de nada. Son cosas que pasan.
-Lo sé, Nana. Lo sé…Vamos con las chicas, no quiero hacerlas esperar.-sonreí cogiendo mi bolso para después bajar al piso d abajo, donde mis amigas ya estaban esperándome. Normalmente era de las primeras en acabar pero hoy tras hacer distintas cosas, se me había pasado el tiempo corriendo.-¡Hola chicas!-sonreí animada.
-¡HOLA!-dijeron al unísono. Reí divertida bajando las escaleras de mi casa. Las abracé sin quitar mi sonrisa de mi boca bajo la atenta mirada de mi padre. Le miré atenta, curiosa y algo temerosa.
-¿A dónde piensas que vas?-me dijo serio y acercándose a nosotras. Tragué saliva ante la mirada tan amenazadora que me lanzaba.
-Me diste permiso para salir esta noche, padre. Así que eso voy a hacer. Salir con mis amigas para despejarme y celebrar mis notas. Espero que no incumplas tu promesa ahora.-alzó una ceja.
-No vuelvas tarde. Mañana tenemos una gran comida con el empresario alemán y sus dos hijos. Es muy importante que vengas, ¿Queda claro?-asentí cogiendo mi bolso. Iría a la comida, eso estaba claro pero no pensaba volver pronto. Esa noche disfrutaría como nunca porque me lo merecía después de todo el esfuerzo durante el curso y noches sin dormir por culpa del estudio.
La noche había ido como la seda. Habíamos ligado todas y nos lo habíamos pasado genial. Había llegado al amanecer a casa y era consciente de que levantarme iba a ser tarea imposible, pero para eso estaba mi nana y mi padre en última instancia. No solía entrar en mi cuarto a menos que yo se lo permitiera. Era mi terreno y mi lugar sagrado para pensar y desconectar.
Sentí que llamaban con fuerza a la puerta de mi santuario. ¿Qué demonios pasaba? ¡Que me dejasen dormir, maldita sea! Me acurruqué en la cama, me tapé hasta arriba e intenté ignorar todo el escándalo que alguien, no sabía quien, estaba provocando. Pero abrieron de un golpe la puerta, asustándome y dejándome notar que tenía una resaca de mil demonios.
-¡¿Se puede saber qué haces en cama a estas horas?!-vaya, me equivocaba. Mi padre si entraba en mi cuarto. Pues debía ser la primera vez que entraba. Me destapé la cabeza para mirarle adormilada y molesta, con un leve dolor de cabeza.-¡Levántate ahora mismo! ¡Tenemos una comida muy importante y estás haciendo el vago!-gritó muy enfadado haciéndome resoplar.-Sin rechistar y obedeciendo ahora mismo. Venga.
-Papá, realmente me da igual la comida. Ve tu, hazme el favor y déjame dormir. Estoy cansada.-me volví a tapar intentando zafarme de esa horrible comida de negocios, porque seguro que era de negocios. Eso estaba más que claro. Sentí a mi padre bufar y me destapó, haciéndome notar el frío de la mañana.
-¡Arriba! ¡En 10 minutos te espero abajo! ¡Como no estés lista, te llevaré tal y como estés a rastras! ¿Queda claro?-asentí mientras me sentaba en la cama. Mi padre salió dando un portazo tan fuerte, que pensé que la casa se caería sobre sus cimientos.
-Pues si que está cabreado si.-negué poniéndome en pie. Rebusqué en mi armario un vestido de encaje y gasa negro, con la espalda al aire, dejando al aire libre algunos de mis tatuajes y cogí unos zapatos negros de tacón alto para combinar. Seguido de esto, me fui a la ducha, y aunque no podía disfrutar relajada del agua caliente cayendo sobre mi cuerpo, salí rápidamente y me fui a vestir. No quería que mi padre me llevara a la comida en ropa interior. Y era muy capaz.
-¡5 minutos, Alice!-sentí gritar a mi padre. Me peiné rápidamente al igual que me maquillé. Nada sobrecargado. Sombra de ojos, eyeliner y rimmel. Cogí mi bolso y salí pitando del cuarto, intentando no caerme por las escaleras debido a los tacones.-¡Así me gusta! Aunque no me gusta ese vestido. Enseñas los tatuajes y sabes que los aborrezco.
-No hay tiempo de cambiarse y los tienes que aceptar de una vez. Algunos más me pondré, padre. Hasta luego, nana. No me eches mucho de menos.-ella rió divertida y salí de casa hacia el coche. El chófer nos saludó educadamente y en cuanto nos subimos nos dirigimos hacia la comida. A saber qué me esperaba en aquel lugar.
ESTÁS LEYENDO
Un matrimonio a la fuerza
RomanceCuando Alice y Luc se ven obligados a casarse, montan en cólera y se niegan a hacerlo. Pero poco a poco tendrán que acostumbrarse a ser un matrimonio y aprender a vivir juntos y quizás también a...amarse.