Capítulo 22

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Siento la tardanza pero las tierras ausriacas me quitan mucho tiempo. Aquí os dejo un capítulo nuevo. Que sepáis las interesadas, que en FB tengo una página que he creado cn una historia de Vikingos. si os queréis pasar, decídmelo y os pogo el enlace o os mando el documento de word con la historia para que me critiquéis jajaj 

Besazos enormes y gracias!!

-Sam, ayúdame con esto. Liam está a punto de llegar con Luc del hospital y no quiero que haya nada que pueda estorbarle. Aún está dolorido y algo débil.-le dije apartando un mueble hacia otro lado.-Gracias.

            -No es nada, prima.-dijo ella contenta de poder ayudarme.

            Nada más haberse enterado de lo que nos había pasado, decidió coger un avión para ayudarme en casa. Se había enfadado un poco ya que se había enterado por la televisión y no por mi, pero no hacía mucho con nosotros en el hospital. Ya éramos bastantes y no quería que se cansase o estresase. Ahora que habían mandado a Luc para casa, podría ayudar algo más, a pesar de que teníamos a los empleados que estaban entregados al 100% conmigo y con Luc.

            -¡Ya Liam! ¡Que puedo solo, joder!-mire hacia la puerta, comprobando cómo Luc entraba andando despacio, con la mano en la zona de la herida para no hacer muchos esfuerzos. Liam venía detrás de él, alzando un poco las manos, comprobando que estaba bien y que no se caía.-Estoy cosido, no inválido, tío.-Me acerqué a él mirándoles divertida.-¡Dile algo, amor!

            -Si lo hace por tu bien…no le diré nada, mi vida.-le di un beso despacio sonriendo.-Vamos al sofá…-lo acompañe de buena gana. Conmigo no se quejaba. ¡Era tonto él!-siéntate despacio, eso es.-sonreí.

            -¿Cómo estás, primo postizo?-Luc reparó en la presencia de mi prima y le sonrió.

-Con una enfermera como esta…¡de maravilla!-sonreí coqueta, quitándole los zapatos y poniéndole las zapatillas.-¿Tú cómo estás? ¿Qué tal tu padre?

-Vamos tirando. Evidentemente yo estoy mejor que mi padre, pero bueno. Lo lleva mejor de lo que pensaba. Esta entretenido con el trabajo y así no piensa mucho. Manda recuerdos y que te mejores, Luc.-mi marido asintió sonriendo.

-¿Te quedas aquí, Sam?-preguntó Liam mirándola. Mi prima asintió.-Bueno, entonces nos veremos más a menudo estos días.-alcé una ceja mirándoles. ¿Qué había pasado entre estos dos? ¿Ahora eran amiguísimos?

Pedimos algo de comer, a pesar de que la cocinera insistió en hacernos algo para los cuatro. Lo que pasaba era que Luc tenía ganas de comida basura, así que pedimos unas hamburguesas con patatas y refrescos. Mientras esperábamos la comida, Liam nos puso al corriente de las investigaciones. Al parecer habían encontrado una huella, la cual pertenecía a un sicario muy famoso en Hamburgo y que tenía una larga lista de delitos.

Ya teníamos por dónde empezar. Miré a Liam, sabiendo que me entendía a la perfección. Intentaríamos contactar con él y le ofreceríamos dinero para que nos dijera quién lo había contratado. Avisaríamos a la policía cuando quedásemos con él y lo arrestarían junto al cabecilla de todo aquello.

  -¡Comida de verdad!-dijo Luc al ver los paquetes de comida encima de la mesa.-¡Al fin! Que infierno en el hospital. Comida insulsa…¡Que asco!-sonreí entregándole lo suyo. Abrió el paquete, oliendo el aroma que desprendía la comida y gimió.-¡Al ataque!-sonreí al verle tan animado y contento. Con qué poco era hacerlo feliz.

            -Come despacio, por favor.-le dije con cariño.-que te veo con mucha ansia y después igual tenemos un problema.-asintió como niño bueno, metiéndose una patata frita en la boca.

Comimos a gusto los cuatro juntos. Reímos, disfrutamos, se metieron con Luc...Pobrecico mío. Ya lo mimaría yo cuando nos quedásemos a solas. Tenía que hacerle las curas así que echaría pronto a Liam.

Mi cuñado cogió la indirecta, cuando le hice varios comentarios de que era tarde o que Luc debía descansar. Levantó las manos a modo de “Vale, vale. Ya lo cojo”, así que, levantándose y cogiendo sus cosas, lo acompañé al coche. Allí, una vez que lo abrió, le di un beso en la mejilla.

-Encontraré a alguien que lo pueda localizar. Quedaremos con él y podremos tener algo consistente…-me susurró.

-Creo que se quien fue. Creo que venían a por mi y tu hermano se puso en medio sin saberlo. Pero quiero estar segura antes de decir nada.-asintió comprendiéndome.-Cuando sepas algo, por favor, llámame. Y Liam…-me miró sentado desde el asiento del piloto.-Ten mucho cuidado, ¿vale?

-Lo tendré, tranquila.-asentí. Di un golpe en la parte de arriba del coche y volví a casa. Sam estaba ayudando a Luc a levantarse del sofá.

-A hacer las curas, a tomarse la medicación y a la cama…-sonrió pícaro.-¡A dormir! No puedes hacer esfuerzos.-le dije seria.

-Si me montas tú no es ningún esfuerzo.-mi prima abrió los ojos tapándose los oídos, cosa que nos hizo reír tanto a mi como a Luc.-¡Oh, Sam! No te vayas de santurrona. ¡He visto como miras a mi hermano…!

-¡No lo miro de ninguna manera! Además, si vais a andar follando como conejos, prefiero irme a un hotel. No quiero escuchar cómo mi prima y su marido retozan.

-¡A la cama! ¡Todos!-mandé cual madre con sus hijos. Los dos pusieron pucheros. Mi prima subió primero, delante de nosotros, ya que yo tenía que ir despacio con Luc..

Una vez arriba, nos despedimos hasta el día siguiente y entramos en las habitaciones. Luc sonrió al ver nuestra cama. Cogí las cosas para hacerle las curas. Mi marido puso mala cara cuando me acerqué con ellas en la mano, pero era necesario. Le ayudé a quitarse la camiseta negra y ancha que le había llevado al hospital. Antes de hacer nada, también le quité el pantalón de chándal. Le dejé en bóxers y le quité la gasa y el esparadrapo que tenía tapando la herida.

-Tienes las manos congeladas…-susurró mirándome atento. Le dirigí una sonrisa de disculpa. No era mi intención tenerlas frías, pero no podía hacer nada.-Adelante, enfermera mía.-Le limpié la herida con agua, con cuidado sin mover los puntos demasiado. Luego le puse un líquido cicatrizante y se la volví a tapar con gasas y esparadrapo.

-Será mejor que duermas con una camiseta y pantalón. Por lo menos hasta que se te empiece a curar bien y no te puedas hacer daño con el roce.-asintió, así que le pasé una camiseta de manga corta blanca y vieja. Se la puso, demostrándome que, a pesar de haber estado varias semanas ingresado, seguía teniendo unos brazos que me volvían loca. Le ayudé con el pantalón.

Mientras él se iba a lavar los dientes, yo me puse el camisón, para después seguir sus pasos. Cuando los dos estuvimos listos, lo ayudé a tumbarse en cama, con cuidado de que no se hiciese daño. Me tumbé con él, lo abracé de manera en la que no le hiciera daño y sonreí contenta de tenerlo en mi camia otra vez. Esa noche, tanto él como yo, dormimos estupendamente bien.

Un matrimonio a la fuerzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora