El ojiverde Edmond Monet, se encontraba dejando cosas en su casillero cuando un chico medianamente delgado, pasó a lado de él y lo empujó, propiciando la risa de los demás alumnos. Esta era la quinta vez que le pasaba, no había día que lo quisieran empujar. En otras ocasiones era precavido en ese aspecto, pero había días como hoy; ahora estaba repleto de un tumulto de adolescentes, haciéndole burla por su severa pérdida de memoria.
A veces la gente era ignorante por naturaleza, y no había remedio alguno el eliminar eso de la sociedad. Así que el ojiverde prefería mantenerlo como un secreto y que nadie, ni su propia madre, lo supiera.
Pero en ese instante cuando todo se estaba causando ya un fastidio, y el nivel de burla incrementó; una chica de mediana estatura, pelo lacio color marrón y ojos del mismo color, habló por él:
-¡¿Podrían dejarlo en paz?! -bufó hacia los jocosos adolescentes, que ahora sus risas dejaron de escucharse.
-¿Tú quién eres para defenderlo? -habló el chico que anteriormente lo empujó.
-No es de tu incumbencia, Antoine -la chica de tez morena le llamó por su nombre, y él sólo se quedó pasmado.
-¿Cómo sabes mi nombre? Ni siquiera te conozco -atónito el chico le refutó.
-Como sea, déjalo en paz -la chica escupía fuego en los ojos, como si fuera algo del ojiverde.
-Claro -sonrió entre dientes Antoine -. Es una fenómeno como él -el pasillo estalló de unas estruendosas risas.
La chica de ojos marrón jaló del brazo al ojiverde, y lo dirigió hacia fuera de los pasillos del colegio, terminaron ubicándose en el patio que media menos de diez metros, en donde los chicos que hacían deporte, donde estaban entrenando corriendo por el pastizal.
Edmond al llegar allí, se soltó de su agarre para voltearla a ver con desagrado:
-¿Quién eres? -preguntó aún acomplejado por el momento.
-Camile, y tu eres Edmond ¿No es así? -muy bien, esto ya eran coas de otro universo.
¿Cómo sabe su nombre?, ¿Acaso era una espía?
-¿Cómo sabes mi nombre? -volvió a plantear la misma pregunta, que el chico el cual lo empujó.
-Eso no importa -encogió los hombros suavemente -. Me debes las gracias, te iban a destrozar allí adentro -señaló los pasillos, y le guiñó el ojo con bastante naturaleza. El ojiverde parpadeó repetidas veces para poder razonar lo que estaba pasando.
-¿Quién eres?
-Edmond, ya me habías preguntado eso -la chica volteó los ojos, pero a la vez sonrió porque ya había oído sobre lo que le ocurrió.
-Perdón es... -lo intervino con sutileza.
-Es por lo que te paso, entiendo -tocó su hombro en señal de compasión.
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Mil palabras y un te amo.
Teen Fiction-¡Por favor mírame! -suplicando el ojiverde, alzo el mentón de la chica, que ya comenzaba con lagrimas en los ojos. -¡Créeme por favor soy yo! -sollozando saco las manos de sus pantalones, tratando de agarrar las de ella. -No lo eres estas mintiendo...