Segundos después el doctor se retiró pidiendo disculpas por hacerlo, no sin antes la madre de Edmond le preguntó donde se encontraba su hijo. Las dos llegaron a la cama treinta y siete, donde con anterioridad, Catherine había frecuentado pensando que se ubicaba ahí. La madre de Edmond fue la primera en tocar la puerta y casi al instante las dos enfermeras que se encontraban cuidando a Edmond, se retiraron y cerraron la puerta. Marianette se soltó a llorar, lloró por ver a su hijo tan devastado, tan frágil. Al ver como vivía por unos inútiles aparatos que lo hacían respirar.
La pelirroja por el contrario, su mente se encontraba ocupada recordando ese momento en el que Edmond se encontró por vez primera, enfermo..
El sol respingaba por todo el cielo, dejaba ver destellos alucinantes, pero al poco tiempo una lluvia torrencial se dejo llevar. Emocionados Catherine y Edmond salieron a jugar como dulces niños de cinco años, ya era un poco noche cuando esos dos traviesos jugaban a corretearse entre ellos. Entre risas y uno que otro capricho por parte de Catherine se dejaron caer sobre el mojado y rezumado pastizal, lleno de flores y rosas sobresalientes.
Los dos reían eufóricamente hasta que el pequeño ojiverde habló:
—Gracias por ser mi amiga —se acercó abrazar a su mejor amiga.
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Mil palabras y un te amo.
Novela Juvenil-¡Por favor mírame! -suplicando el ojiverde, alzo el mentón de la chica, que ya comenzaba con lagrimas en los ojos. -¡Créeme por favor soy yo! -sollozando saco las manos de sus pantalones, tratando de agarrar las de ella. -No lo eres estas mintiendo...