Catherine se dio cuenta que en ya dos meses no había visto a Edmond, ese día después de hablar con el doctor del ojiverde, su madre le suplico que jamás lo fuera ver y que se acercará a él. Hoy, en un día con resplandecientes rayos de sol; Catherine se propuso un nuevo comienzo, aunque le pareciera difícil de creer, pero si, él jamás la vería como el amor de su vida, mucho menos su amiga.
Era el momento de dejar el pasado a segundo plano. Dejar los vagos recuerdos que tuvieron una gran importancia en su vida, y que ahora tendría que vivir este presente. Su nuevo presente. Al llegar a los cálidos pasillos de su Universidad, se topó con un chico de mediana estatura, ojos zafiro y su cabellera hecha un revoltijo, al que sin duda alguna, era un completo distraído. Al abrir su casillero estaba allí; reclamando:
—Ese es mi casillero —refutó hacia la pelirroja.
—No, es mío —su mirada era expectante.
—Te equivocaste chica, esté es mi casillero asignado —la arrogancia era su personalidad, el chico de ojos zafiro elevó una ceja, para confrontar a una pelirroja hirviendo en rabia.
—Muy bien, todo tuyo —cuando comenzó a caminar para su próxima clase, el arrogante chico le preguntó:
—¿Cómo te llamas? —su sonrisa relució ante sus blanquinosos dientes.
—No es de tu incumbencia —contestó una pelirroja enojada.
—Si, si lo es, yo me llamo Germain —Germain acercó su mano para presentarse ante Catherine, pero esta no le respondió.
—¡Vaya! —su sarcasmo era frío e insensible.
—Anda, dime tu nombre.
—¿Por qué insistes?
—Porque eres hermosa, y quiero saber el nombre de una chica hermosa.
—Ya me lo han dicho —acto seguido se retiró, dejando a un aturdido ojiazul.
En la casa Monet, el ambiente era denso. Marianett —la dueña de la casa —estaba desesperada. Edmond no comía, casi no dormía y no aceptaba el hecho de volver a cursar la preparatoria.
—No madre, solo me golpee la cabeza, tengo conocimientos claros de la preparatoria —caminaba de un lado a otro con nerviosismo.
—No es suficiente Edmond, necesito que estés tranquilo y analices las cosas, es por tu bien hijo mío —su mirada era suplicante. No estaba para nada bien.
—Lo sé madre —sus lágrimas empezaron a posarse sobre sus largas pestañas —, pero tú debes apoyarme en esto.
—Lo hago, Edmond te apoyo en todo, no sabes las veces que lloré porque mi hijo este bien —reposó su cuerpo en la robusta silla del comedor.
—¿Porqué me alejaste de mis amigos? , todo el tiempo estoy encerrado como un fenómeno —sus lágrimas fluían por sus mejillas.
—Hijo no te llames así, no sabes lo difícil que es ver a tu hijo a punto de morir
—No sabes lo que es despertar y no saber nada de ti, no acordarte de tu nombre.
—Ven aquí —extendió sus suaves brazos a su querido hijo —. No llores mas por favor.
Su alma estaba cegada por la soledad, sentía como si esto ya lo hubiera pasado, como si su cuerpo ya estuviera acostumbrado a ello.
¿Qué sentiría Edmond en esos momentos? ¿Qué pasaría por su mente?
Se sentía asfixiado emocionalmente, tenía muchas preguntas, pero incongruentes respuestas. Le era imposible creer que su madre lo había alejado del mundo exterior, no sabía quiénes eran sus amigos solo una; si, la chica pelirroja de orbes verdes que había provocado en él un estrago, un desequilibrio mental.
¿Por qué? no sabía las respuestas como muchas de sus preguntas, pero lo que si sabía, era la conexión que sentía por todo su cuerpo al entrar contacto con sus ojos. Sentía, sentía que ya la conocía de hace tiempo, lo comprobó cuando la pelirroja le dijo que era su amiga pero...
¿Eso se siente con un amigo? ¿Realmente era su amiga?
Las clases habituales de la pelirroja eran tediosas, ajeteadras, con los típicos alumnos ineptos que no les importaba el estudio, solo iban porque sus padres les escogían o pagaban la carrera universitaria.
Psicología; no era una carrera a la que muchos les interesase, sobre todo por el hecho de estudiar los comportamientos de las demás personas y el hecho de trabajar con gente loca de la cabeza o con múltiples problemas en su vida, no era un trabajo muy divertido, pero...
¿Por qué esa carrera, y no arquitectura como había dicho ella? Si, ella quería hacer planos simétricos de edificios. Su respuesta era muy clara.
Era él, Edmond era la razón por la cual ella eligiera esa carrera. Quería saber como puede ayudar a Edmond de cierta manera "psicológica" , una vez había oído de su madre que lo llevaría con psicólogo; porque sentía ella que iba a tener una ligera depresión mas a parte quería saber la razón del porque esas personas con algún daño en la cabeza tendían a comportarse como infantes, o en ocasiones miedosos, se atemorizaba por todo.
Eso, claramente no era normal y la pelirroja lo sabía, y quería ayudarlo, de verdad quería ayudarlo, sentía esas poderosas e inquietantes ganas de que ella en algún momento lo apoyará. Ese hombre le había cambiado la vida ¿Tanto lo amaba, que cambio su carrera por él? Si, así de inmenso era su amor por Edmond Monet.
Sus clases habían terminado y hoy, se cumplirían dos meses y dos semanas desde la última vez que lo vio en el hospital. Sus zapatos iban chapoteando por la estruendosa lluvia que había cesado hace más de una hora. Con la cabeza agachada y las manos en su chaqueta de cuero caminaba pensando; en que estaría haciendo en estos momentos el hombre que amaba, sus depresivos pensamientos se desmoronaron cuando se cruzó frente a ella la silueta de un chico apuesto.
—¡Hola! —se paró justo frente a ella con una sonrisa.
ESTÁS LEYENDO
Mil palabras y un te amo.
Teen Fiction-¡Por favor mírame! -suplicando el ojiverde, alzo el mentón de la chica, que ya comenzaba con lagrimas en los ojos. -¡Créeme por favor soy yo! -sollozando saco las manos de sus pantalones, tratando de agarrar las de ella. -No lo eres estas mintiendo...