—Creo que ya es tarde —sus ojos se desviaron hacia la ventana y él solo se limitó abrir la puerta del auto.
—¡Gracias pelirroja!
—Ed, llámame Catherine —su sonrisa era tierna y sus ojos se iluminaban.
—¿Catherine? —enarcó las cejas y frunció los labios, ese nombre no se le hacía conocido.
—Así me llamo —afirmó sonriendo, él inmediatamente le correspondió. En ese instante, sus ojos se abrieron como platos al ver que la puerta de la casa Monet, se abrió de golpe.
—¿Edmond? —interrogó Marianette atónita al verlo con la pelirroja , en ese momento su semblante cambio —. ¡¿Qué son estas horas de llegar a casa?! —exasperada le refutó al ojiverde.
—Madre, te pido una disculpa —suspiró y con un ligero rubor en sus mejillas se disculpó.
—¿¡Tú qué haces aquí!? —el volumen de voz se elevó, y en sus ojos mostraba repugnancia.
¿Qué más podría pagar Catherine? Sabiendo que la madre del hombre que ama; la aborrece.
—Puedo explicarle —habló pacíficamente la pelirroja —. Pero antes de eso, es un placer volverla a ver —sus ojos se encontraban expectantes.
—¡Edmond , ve a casa! —exclamó la señora Monet irritada
El ojiverde suspiró, y con los ojos mirando hacia el suelo respondió: —Esta bien madre.
Marianette entró al auto de Catherine. Sus orbes eran sobrios, bastante amenazadores, suplicando una explicación.
—Bien, Edmond estuvo tranquilo no le pasó nada, por si dudaba de mí —exhaló fuertemente sacando el aire que se había acumulado en sus pulmones. Estaba nerviosa, a más no poder.
—De todo puedo esperar de usted —sus ojos se desviaron, no quería estar allí, sin embargo, estaba hablando con la chica que le rompió mil veces el corazón a su hijo.
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Mil palabras y un te amo.
Ficção Adolescente-¡Por favor mírame! -suplicando el ojiverde, alzo el mentón de la chica, que ya comenzaba con lagrimas en los ojos. -¡Créeme por favor soy yo! -sollozando saco las manos de sus pantalones, tratando de agarrar las de ella. -No lo eres estas mintiendo...