SENTENCIA

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En el tribunal divino se llevaba a cabo su juicio, ella estaba de frente hacia a todos los dioses encadenada y amordazada, pero con una expresión amable en su rostro. Mientras escuchaba la sentencia de parte de sus hermanos y hermanas:

- Por desafiar a los dioses y ponerte de lado de los humanos – decía el mayor de los dioses – serás condenada a vivir como uno de ellos, tendrás una vida aparentemente normal, pero cuando cumplas 18 años de edad tus poderes celestiales despertaran y recordaras todo lo que has vivido como diosa y como humana, pero no podrás vivir más allá de los 30 años, al morir reencarnaras una y otra vez, además no te puedes enamorar de ningún humano porque en el momento en que lo hagas él morirá, en cuanto al uso de tus poderes no obtendrás restricciones salvo una: no lograrás revivir a nadie más de una vez en una vida, porque esto requerirá como sacrificio tu propia vida. – La miró a los ojos y después a los guardias – quiten su cadena y mordaza.

Ella se puso en pie y dijo:
- Acepto esta condena sin objeción – cambio su mirada amable por una fría y filosa y la paseo por cada una de las caras que la miraban con desprecio y temor – pero si alguno de ustedes intenta dañar a los humanos que estén a mí alrededor lo cazaré y morirá lentamente.

Dicho esto los dioses reunieron a su alrededor con una mano dirigida hacia ella y un resplandor los segó por un instante, cuando se opacó en el suelo yacía una joven de piel morena, cabello largo y negro, con una cara angelical y pacífica. Los guardias disfrazados como humanos la dejaron cerca de una aldea y construyeron para ella una cómoda casa, y un lecho rodeado de hermosas flores que nunca se marchitarían, allí ella dormiría por un tiempo, hasta el momento en que el mundo la necesitaría.

TRINIDAD: DESTINOS COMPARTIDOS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora