CAPÍTULO 56

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*Narra Cristina*

Una luz verdaderamente molesta me impide ver poco más que un color blanco, el cual me ciega por completo.

Parpadeo una, dos y tres veces, hasta que mis ojos consiguen descubrir lo que hay a mi alrededor. Un montón de cables y máquinas están al lado, enfrente y detrás mía.

-¿Dónde estoy?- artículo con ronca voz.

Vuelvo a echar otro vistazo a todo, respondiéndome la pregunta a mí misma. Estoy en el hospital.

-¿Cómo te llamas?- una mujer rubia, la cual no conozco de nada, vuelve a alumbrarme con una especie de linterna.- ¿Quién eres?

-Cristina.- digo confundida.- Soy Cristina.

-Sí, está perfectamente. Solo tiene el pequeño rasguño en el codo por haberse caído.- ahora ella mira hacia atrás permitiéndome ver algo más. Mis padres están allí.

-Hola cariño.- susurra mi madre acercándose a mí una vez que la médica se va.

-Mamá ¿por qué...?- pregunto con duda.- ¿Por qué estoy aquí?

Intento recordar algo, averiguar que me ha traído hasta aquí, pero momentos borrosos me inundan la mente.

-Jesús y tú...- comienza.

Jesús.

Su nombre me viene a la cabeza de golpe, al igual que todo lo que pasó ayer. Todo se repite una y otra vez.

-Mamá ¿¡Y Jesús!?- pregunto alarmada.- ¿¡Le ha pasado algo a Jesús!?

-Cristina Jesús...- mira hacia atrás, donde está mi padre, y este sube y baja la cabeza suavemente.

-¡Decidme donde está Jesús!- el grito que sale de mi boca es suficiente para que salte de la camilla y me dirija hasta la puerta.

Oigo como ellos mencionan mi nombre pero corro intentando encontrar algo sobre él, imaginándome lo peor mientras mis lágrimas caen sin parar deslizándose por mi rostro.

-Jesús, ¿dónde está Jesús Oviedo?- le pregunto a un hombre que se encuentra detrás del mostrador de información.

Veo como teclea en el ordenador hasta que consigue responderme algo.

-En la cuatrocientos ochenta y siete, cuarta planta.

Vuelvo a correr hasta el ascensor, pulso el botón número cuatro y una vez que estoy donde él me ha dicho, busco la susodicha habitación.

Los ojos llorosos de Eva se encuentran con los míos, cuando abro la puerta  487 produciendo un golpe seco en la pared con el manillar . Después me encuentro con los de él, los suyos descansan cerrados.

-Eva ¿qué le pasa?- ni siquiera sé si me ha llegado a entender, pero las palabras "está en coma" produce un efecto tan grande en mí, que consigo echar de mis ojos lo que nunca pensaba que podría haber.

Ella se acerca a mí, y sus brazos me rodean acariciándome la espalda por detrás con sus dedos.

-Voy a tomarme un café, Daniel y su padre están allí también.- susurra minutos después posando sus labios en mi frente.- Saldrá adelante cielo.

Asiento apartando unas gotas nuevas que caen de mis pestañas, y cuando oigo el click de la puerta, acerco la silla hasta la camilla cogiendo una de sus manos fuertemente con la mía.

-Jesús... esto es todo mi culpa.- sollozo sin poder controlarlo más.- Todo es mi culpa. Yo te dije que fueras allí. Yo te hice encontrarte conmigo. Yo te llamé. Yo quería contarte todo y, al final, esto ha sido lo que he producido.- susurro.- Te quiero Jesús, te quiero más que a mí o más que a cualquier cosa. Necesito que te despiertes, que me abraces y que me digas que todo va a estar bien, que tú estás bien, que vas a estar conmigo...

Amortiguo mi voz dejando su mano sobre su abdomen y poniendo las mías sobre mi cara. Luego, miro a mi alrededor y al cabo de unos segundos, vuelvo a fijarme en él.

-No sé si podrás oírme o no, pero te perdono. Sí, te perdono por todo lo que ha ocurrido en el pasado y ahora espero que seas tú el que me perdones a mí por todo lo ocurrido.- callo durante unos segundos, esperando una respuesta que nunca llega.- No te vayas de mi lado, por favor. No me dejes.

Mis sollozos son tan fuertes que ni siquiera oigo como la puerta se abre y como alguien se cuela en la habitación, hasta que toca mi hombro. Miro hacia atrás y me encuentro con alguien tan parecido a la persona que le tengo cogida la mano, que por unos momentos pienso que es Jesús el que me mira.

-Dani...- me levanto y sus brazos aprietan fuertemente mi cuerpo, como si necesitara desahogarse de esta manera.

Me separo un poco de él y aparto las lágrimas que caen también de sus ojos. Creo que nunca lo había visto llorar.

-¿Cómo estás?- me pregunta.- ¿Qué te han dicho los médicos?

-Yo estoy bien.- digo volviendo a sentarme.- Estoy bien gracias a él, Daniel. Yo debería estar así y no él.

-¡Cristina, no! No digas eso.

-Es la verdad.- digo sorbiendo por la nariz.- Iba a contarle todo, quedé con él para decirle la verdad. El coche venía directamente hacia a mí y él fue quien me salvó.

-Sabes que si tú estuvieses en esa misma camilla, él no se lo perdonaría jamás.

Niego con la cabeza.

-Dani ¡míralo! ¿Y si no despierta?- digo totalmente fuera de mí.- ¿Y si nunca más conseguimos escuchar su voz? ¿Ni ver sus ojos? ¿Ni cómo sonríe?- cada vez que hablo mi voz suena un poco más alto.- ¡No puedo! ¡No puedo con esto!

Sus manos me cogen de los brazos para que me tranquilice, luego vuelve a rodearme.

-Es tarde Cristina, mañana será otro día.- susurra en mi oído.- Vámonos a casa. Tus padres van ya de camino.

En ese momento es Eva la que aparece acompañada de su marido. Ella asiente y asegura que va a pasar la noche en vela por su hijo mayor, al igual que nos avisará si hay alguna novedad.

Vuelvo a mirarlo una última vez, y antes de irme estampo mis labios contra los suyos con mucho cuidado. Después, sigo a Dani hasta el coche.

El trayecto hasta nuestras casas es silencioso. Solo escuchamos nuestras agotadas respiraciones tras un día duro, acompañadas del sonido frágil de la lluvia.

-Me quedaré hoy en tu casa.- le digo.- Me acerco primero a la mía y después iré hacia allá.

Eso es justo lo que hago cuando el sonido del motor es nulo: voy a mi casa, cojo las cosas necesarias, les doy un beso a mis padres tras sus innumerables preguntas y tras sus preocupaciones, y me dirijo hasta la casa de los gemelos.

-¿Alguna novedad?- le pregunto a Dani en cuanto me abre la puerta. Sé que hemos llegado hace unos diez minutos, pero mi impaciencia es tan grande que no puedo controlarla. Él solo se limita a negar.

Subo las escaleras hasta llegar a la habitación que estaba buscando.

Su olor me inunda al momento las fosas nasales, pero aún así, voy en busca de una de sus camisetas. Después, me quito las zapatillas y esparzo mi cuerpo por su cama.

-Mañana será otro día.- vuelvo a repetirme entre sollozos, cerrando poco a poco mis ojos.

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❤️¡¡¡ESTOY AQUÍ!!!❤️

Me vais a matar, lo sé. Hace un montón que no subo pero me ha sido imposiblemente imposible.

Yo al igual que todos, tengo también vida y espero que entendáis que tengo también que hacer un montón de cosas, entre ellas estudiar. Me enfrento este año antes un curso más complicado y estoy llena de exámenes, trabajos, exposiciones... ¡No puedo con mi vida jajaja!

❤️❤️MUCHAS GRACIAS A TODOS LOS QUE SEGUÍS AQUÍ, NO SABÉIS LO MUCHO QUE OS APRECIO❤️❤️

Att: Ana❤️❤️

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⏰ Última actualización: Nov 21, 2018 ⏰

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