*Narra Cristina*
-Venga Jesús.- repito empujándolo por la espalda mientras sus pies siguen sin moverse y él se encuentra con los brazos cruzados, mirándome con una fina sonrisa en la cara.
-¿No me puedo quedar aquí?- inquiere de nuevo.- Sabes lo poco que me gusta ir de compras y mucho menos a un centro comercial...
-La gente me agobia mucho.- decimos los dos al unísono. Me ha dicho tantas veces esa frase que me sé sus palabras de memoria.
Me fijo en como personas de distinto sexo y edades pasan por nuestro lado; unas con bolsas cargadas hasta arriba y otras con el propósito de hacerlo. De mientras yo sigo aquí con Jesús, quince minutos intentándolo convencer para que siempre me responda con lo mismo, una y otra vez.
-Me dijiste que ibas a venir conmigo.- señalo la última palabra con más entonación, mostrando una mueca de fastidio.
-Te dije que te traería y después yo me quedaría por alguna cafetería.- dice mirando hacia abajo, hacia su reloj concretamente.- Y estamos perdiendo el tiempo.
-Por favor, sólo te estoy pidiendo eso.- suplico una vez más.
-¿Pero por qué necesitas que entre?
-Quiero la opinión de alguien.- digo con un pequeño puchero.
Sus ojos me miran con intensidad.
-Cris no hagas eso.-farfulla.
Ignoro su comentario mientras mis labios se colocan más hacia abajo y cuando pasan unos minutos por fin se limita a contestar en mi oído:
-Eres insoportable cuando te lo propones.- sus ojos se entornan hacia arriba cuando desliza su brazo alrededor de mi cuello con la intención de hacerme girar para poder entrar.
Una carcajada sale de entre mis dientes plantándole después un beso corto sobre sus labios justo en el momento en el que nos introducimos en la primera tienda, después en la segunda, luego en la tercera...
-Mira ¿te gusta?- digo a su lado mientras sujeto entre mis manos una camisa color verde, sin mangas y con unos pequeños adornos en la parte derecha. De mi brazo caen algunas bolsas.
Me fijo en como Jesús levanta la vista de su móvil, pone los ojos en blanco antes de que me de la vuelta y me susurra algo a lo que no le hago mucho caso mientras comienzo a rebuscar de nuevo entre las miles de perchas que tengo delante.
Mis pies caminan por el pasillo en el que nos encontramos, dirigiéndome hasta donde están los pantalones colgados y busco uno que me venga bien y me guste, hasta que encuentro el idóneo.
-Voy a probármelo ¿vale?- pregunto con una sonrisa en la cara al tiempo que me giro. Pero al hacerlo veo que no hay nadie, Jesús no está.
Busco con la mirada a mi novio y cuando pronuncio su voz con un tono más elevado de lo normal, los demás clientes me miran unos segundos para después volver con lo que estaban. Esta tienda es pequeña y si él estuviera aquí podría verlo enseguida.
Cojo mi móvil, marco su número y lo llamo; pero nada, no responde ni a las llamadas ni a los mensajes.
-¿Dónde habrá ido este chico?- pregunto en mi cabeza.
Sin probarme los pantalones ni la camisa, me dirijo hacia la caja registradora y le entrego a la dependienta el dinero de las dos prendas.
En el momento que salgo del establecimiento veo a un chico moreno con los mismos rasgos que el gemelo mayor caminando hacia la dirección contraria de la que deberíamos ir, esas tiendas ya las hemos visto. Corro entre la gente y me hago paso entre ellas; algunas me relatan y otras me echan unas miradas desafiantes.
-¡Jesús!- grito.
Sigo corriendo hasta que algo me hace tropezar y caer de pleno en el suelo. Mi mente empieza a dar vueltas y algunas personas que están allí me preguntan si me duele algo o me encuentro bien, pero siento como los párpados me pesan y me duele la cabeza.
-¡Cristina!- es lo último que oigo.
(...)
Siento como una luz me deslumbra cuando alguien me abre los párpados, en el momento en el que abro mis ojos no se bien dónde me encuentro, estoy apoyada sobre un sofá, la claridad del sol entra directamente por un gran ventanal y un escritorio de madera maciza con dos sillas delante y una detrás obstaculizan el lugar al igual que un hombre de mediana edad.
-Hola Cristina.- dice el señor.
-Hola...
-Te has dado un golpe en la cabeza pero no tienes que preocuparte de nada.
-¿Dónde estoy?- pregunto tímida. Miro hacia todas las direcciones hasta que me encuentro con una mirada preocupada, unos ojos color café que conozco demasiado, entonces me relajo cuando él me sonríe de manera cálida.
-Sigues estando en el centro comercial, pero en mi despacho.- me informa.- Soy médico y estoy aquí para cuando ocurren cosas de estas.
Oigo como un teléfono retumba en la habitación; el doctor se levanta, lo coge y se dirige hacia fuera no sin antes decirnos que tiene que hacerlo.
-Ey ¿cómo estás?- me dice entonces Jesús con un vaso de plástico lleno de agua entre sus manos.- ¿Te duele algo?
-No, estoy bien.- sonrío cogiendo el vaso con el líquido dentro, llevándomelo a la boca. Hasta ahora no me había dado cuenta de lo sedienta que estaba.- Creo que siento un poco de cansancio.
-Es lo normal. Hemos estado aquí toda la tarde y no has parado en ningún momento Cris.
Asiento estando de acuerdo con sus palabras y entonces recuerdo el motivo por el que salí corriendo por el pasillo.
-¿Jesús dónde fuiste?
-¿Cuándo?- interroga.
-Cuando yo estaba en la tienda, antes de que me pasara esto.
-Te dije que iba a comprar una botella de agua a la tienda de los dulces.- responde.
Me froto la sien con los dedos echando la vista atrás, cuando Jesús me dijo algo pero yo no le hice caso ya que estaba demasiado concentrada en la talla y color de mis nuevos pantalones.
-Lo siento, no te escuché.- muerdo mi labio inferior y me incorporo en el blando sofá cuando Jesús posa sus labios en mi frente, con la intención de bajar hasta mis labios pero el médico vuelve.
-Ya estoy aquí.- dice acercándose a mí con papeles en sus manos. Los revisa y después levanta la vista hacia mi posición.- Cristina no es necesario que vayas a ningún hospital, pero si algo te duele o molesta no tardes en recurrir allí.
-Doctor...- leo el pequeño letrero que tiene en el jersey azul.- Coronado.- continuo.- ¿Entonces me puedo ir?
-Sí.- afirma.- Puede estar tranquila.
Sonrío agradecida.
-Gracias por atenderme.
Cojo a Jesús de la mano mientras él también le agradece su trabajo al médico y, una vez que hemos cerrado la puerta, él se detiene y estampa sus labios contra los míos con fuerza, sin ni siquiera dejarme tiempo para reaccionar.
Siento su respiración agitada sobre la mía.
-Me asusté muchísimo cuando te vi tirada en el suelo.- reconoce bajito.
~~~~~~~~~~~~~~~~~~
¡¡NUEVO CAPÍTULO POR AQUÍ!!No me matéis amores que ya estoy aquí jajajaja, la segunda evaluación va acabando y antes de esto vienen unos pocos exámenes... la verdad es que tenía este capítulo preparado desde hace algo menos de una semana y hasta ahora no he podido subir.
¿QUÉ TAL? ¿OS GUSTA? ESPERO QUE SÍ JEJEJE.
Att: Ana ❤️❤️
❤️Os adoro muchísimo❤️
ESTÁS LEYENDO
TE JURO QUE VOLVERÉ A VERTE (Gemeliers)
Fiksi Penggemar¿Qué pasa cuando la persona de la que estuviste enamorada no sabe quién eres? •Él no la recuerda desde aquel día. •Ella mantiene cada momento que pasaron juntos. •Él cambió y se convirtió en un mujeriego. •Ella no se enamoró de nadie más. Quizás la...