23. Tu medicina.

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Son la una y media de la madrugada y Lali todavía no puede dormirse. Ocupa un costado de la cama de dos plazas de la habitación de Peter que en realidad también es la suya aunque no lo recuerde. Él descansa en la habitación de Allegra en un colchón que tiró en el piso porque no quiere incomodarla. Pero no era necesario porque la incomodidad la sentía igual. Pero no eran ganas de salir corriendo, eran esas paredes cayéndole encima y susurrándole al oído que ese lugar y esos olores también le pertenecen. Las luces están apagadas pero la cortina está entreabierta para que entre la luz lunar, esa que con un haz le ilumina mitad de la cama, de la cara y ángulo del cuarto. Da tantas vueltas que cada vez que mira el reloj, solo pasó un minuto cuando en realidad cree que fueron más de veinte. Intenta cerrar los ojos y poner la mente en blanco para conciliar el sueño pero no lo logra, y un poco se fastidia; más que nada porque dentro de algunas horas tiene que ir a trabajar. Lo único que la desorbita es esa caja grande que está sobre el placard y en el que está escrito «Fotos» con una letra desprolija. La mira durante tiempo indeterminado y se le cruzan dos opciones: buscarla, abrirla y que su cabeza culmine con el limbo en el que se convirtió; o cerrar los ojos, dejarla donde está y convivir con la incertidumbre. Pero es más valiente de lo que cree, por eso es que se destapa, corre la silla del escritorio, la apoya sobre el ropero y se sube para luego levantar la caja. Es tan pesada que tiene que arrastrarla por el suelo. Camina en puntas de pie para buscar una tijera en el cajón del bajo-mesada de la cocina y rompe la cinta scotch que envuelve la caja. Cuenta hasta tres, la abre y se reencuentra. Son pilas y pilas de fotos instantáneas que cada una está marcada con el año y en la que si en la mayoría no está ella, es porque está Peter o Allegra. Elige el pilón más antiguo, porque quizás es lo que más cercano está a lo que ella recuerda o lo que más lejos está desde que tuvo el accidente. Lo desenvuelve y sonríe un poco cuando se reconoce más joven, en primer plano, haciéndole fuck you a quién la fotografió. Pero también se encuentra abrazada al cuerpo juvenil de Eugenia, otra en la que además de ella está Agustín en el medio y las contiene en sus brazos de amigo eterno. Se nota linda, divertida, juvenil, con alegría emanando de sus ojos... y también se encuentra con la versión veinteañera de Peter. Uno que llevaba el pelo rapado pero con las mismas facciones de hoy en día. En una fotografía están sentados en un banco de plaza, ella sobre sus piernas, en la siguiente se están mirando con las narices rozándoselas, y en la tercera se besan. Es una secuencia que seguramente sacó alguno de los chicos y que le hace temblar mucho el pulso porque puede percibir el amor. Entonces empieza a divagar en los pilones de los años posteriores: en cumpleaños, en vacaciones en la costa (los dos solos o acompañados), otras cuando cada uno se recibió, en las fiestas que organizaron, el primer día que comenzaron a laburar profesionalmente y se reencontraron en la puerta del hospital para congelar el momento, y también cuando Julieta y Nicolás se sumaron al grupo; hay muchas del día en que se casaron, el día que se mudaron, algunas improvisadas en la cama solo cubiertos por una sábana o frazada, luego el crecimiento de la panza a lo largo de los nueve meses y desde el día en que nació Alu hasta la actualidad. Pero entre todo el menjunje de fotos, también encuentra un CD. Agarra la notebook que está en el escritorio, se recuesta en la cama, la apoya sobre las piernas, la enciende, introduce el CD luego de esperar a que inicie y le pone play. La imagen está distorsionada y por eso se ve pixelada, pero a medida que se acentúa el enfoque, descubre el rostro en primer plano de Agustín y se oye la voz de Rocío confirmando que ya se ve mejor. Entonces la cámara se mueve porque ella se levanta y se corre. En el intento de un travelling, encuadra a Agustín sentado solo en el medio de una sala saludando con paquetes de arróz bajo el brazo, para después pasar hacia las cuatro sillas delanteras que están ocupadas por Lali y Peter en el centro, más Eugenia y el Chino en cada lateral. Entonces ésta Lali, la que está sentada en la cama en el rol de espectadora (de su propia vida), da cuenta de que se trata del casamiento. La voz de la jueza de paz es la que se escucha en off, y ésta Lali esboza una risa cuando se ve así misma mirar de reojo a la cámara que sostenía Rocío para tirarle un beso y guiñarle un ojo tan sensualmente que hizo reír a la camarógrafa. Luego de firmar las actas y de aceptarse mutuamente, con ayuda del zoom, pone en primerísimo primer plano el beso; luego los persigue por detrás al salir y se vuelve a reír cuando Agustín los atacó con el arróz.

DESPUÉS DE AMARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora