25. Juego de seducción.

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−Quedate quieto, Pitt –le exigió Lali manipulando la maquinita de afeitar sentada en el centro de la cama frente a él que estaba con las piernas cruzadas a lo indio y con mitad de la cara embadurnada con crema de afeitar.

−Es que te estoy hablando –y levantó un poco la cabeza cuando ella le sostuvo el mentón con un dedo para poder pasarle la maquinita en esa curva del cuello.

−Nunca te pedí que lo hagas... y no estás hablando, estás molestando –sentenció después al mirarlo a los ojos y limpiar la maquinita con el agua que había en un vasito– ¿Al final qué te contó Jula? ¿Es definitiva la separación?

−Sí. Ya lo volvieron a intentar dos veces, La... no pudieron solucionarlo porque los dos están parados en veredas opuestas.

−¿Veredas opuestas? –y enarcó una ceja.

−Bueno, Matías está en la calle equivocada –se corrige– igual me parece que se llevan mejor separados que juntos. Viste que hay personas que no sirven para estar en pareja.

−No creo que se trate de no servir, sino de no ser lo suficientemente capaz como para estar con alguien –dijo y empezó a pasarle la maquinita por el cachete derecho– quizás no es casualidad que funcionen mejor separados.

−A mí me da lástima Jula porque estaba contenta... bueno, hasta que se dio cuenta.

¿Cómo hizo para soportar tanto tiempo? –cuestionó en un pensamiento en voz alta– bah, lo dice alguien que salió con un flaco que lastimó peor –y también se autocriticó.

−Lo único positivo es que le gané la apuesta a todos así que me deben cien pesos cada uno –dijo él con su humor de siempre y ella sonrió mientras intentaba no lastimarlo– ¿Sabes por qué pasa eso? –preguntó después de algunos minutos.

−¿Por qué? –y revolvió la maquinita nuevamente en el vaso con agua.

−Porque quieren copiarse de nosotros –entonces ella lo miró y sonrió al morderse el labio– en serio, se nota. Nos ven tan lindos juntos, tan perfectos, tan bien ensamblados, que quieren intentarlo y les sale mal porque claramente ninguno de ellos son nosotros. Podrán copiarnos pero jamás igualarnos, compañera.

−Mira, mi amor, se te cayó algo.

−¿Qué? –y él buscó lo inexistente sobre el colchón.

−El ego –le respondió y le agarró la cara con la mano libre para direccionarla hasta ella y así poder seguir con su labor.

−¿Acaso miento? –le preguntó entredientes porque ahora estaba afeitándole por encima del labio superior.

−Nunca dije que no –pero lo susurró y él rió un poco– no sé si quiero ser el ejemplo... solo sé que haber coincidido y tenerte conmigo es una alegría diaria.

−Qué romántica, niña –y se inclinó rápido para darle un beso en la boca.

−¡Me manchas! –se quejó y se limpió la boca en la que había quedado crema de afeitar– ya me arrepentí de lo que dije –y Peter rió.

−¿Te falta mucho?

−Un poco. ¿Por qué?

−Porque quiero que hagamos el amor un rato –respondió sin vueltas al mismo tiempo que se sacó la remera. Pero Lali se rió hasta tirar la cabeza hacia atrás.

−Te estoy afeitando, para un poco.

−Ay, como si no quisieras –y tomó envión para volver a besarla, con la diferencia de que ésta vez ella no lo apartó y quedó con la maquinita colgando en una mano.

DESPUÉS DE AMARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora